Las calles que rodean el santuario a San Cayetano en el barrio de Liniers (Cuzco 150) ya han sido cerradas. Centenares de fieles, como todos los 7 de agosto, aguardan desde hace días el inicio de la celebración al patrono del pan y el trabajo.
Para que la fiesta religiosa se desarrolle en orden, el Gobierno porteño, la iglesia y algunos particulares hábiles a la hora de ganarse la vida, dispusieron todo lo necesario para organizar el evento.
El Gobierno de la Ciudad cortará el tránsito en las calles aledañas, solicitará apoyo a la Policía Federal y pondrá móviles del SAME.
La iglesia abrirá sus puertas a las cero horas; el obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario episcopal de Devoto, Raúl Martín, dará la bienvenida a los primeros peregrinos junto al párroco Gerardo Castellanos. Cada 15 minutos se impartirán bendiciones a fieles y objetos religiosas; habrá sacerdotes durante toda la jornada confesando; frente al templo y sobre una tarima, a partir de las 4 de la mañana y hasta las 11 se celebrarán misas todas las horas y entre las 13 y las 23 en todas las horas impares.
La misa central (11 horas) será presidida por el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado, Jorge Bergoglio, quien bajo el lema "Con San Cayetano buscamos construir un lugar para todos" realizará la homilía, bendecirá a los peregrinos y saludará a los fieles.
Para hacer la espera menos agotadora, vendedores ambulantes ofrecen café caliente, facturas, chipá, gaseosas, sándwiches y agua caliente. Estampitas, rosarios, escapularios, imágenes del santo y espigas de trigo se convierten hoy en pan y trabajo para algunos y en esperanza para otros. Pero no sólo se comercia con bienes… también con servicios, siendo la reserva del lugar en la fila es el más solicitado.