"La muerte de Alfonsín no cambiará nuestra lista porteña"

"La muerte de Alfonsín no cambiará nuestra lista porteña"

Jesús Rodríguez (54) fue -qué duda cabe- uno de los "hijos" políticos de Raúl Alfonsín. A tal punto que fue el único en aceptar, a los treinta y pico de años, un Ministerio de Economía que nadie quería, en plena hiperinflación. A pocos días de la muerte del caudillo radical, Rodríguez habló con Noticias Urbanas sobre asuntos pasados, expectativas a futuro, el impacto personal que le produjo el homenaje masivo al ex presidente y por supuesto, de la Capital.


Con la muerte de Alfonsín y el vacío que dejó su liderazgo, se abre una etapa, quizá, para este grupo de ex jóvenes de los ochenta que, desde hace un buen tiempo, construye puentes e impulsa diálogos hacia el interior de la UCR, con miras a recomponerlo. Jesús forma parte de ese grupo, impulsado por Enrique Nosiglia e integrado, además, por Gerardo Morales, Ernesto Sanz, Juan Manuel Casella, Chrystian Colombo, Federico Storani, Facundo Suárez Lastra y Horacio Jaunarena, entre otros. A pocos días de la muerte del caudillo radical, Rodríguez habló con Noticias Urbanas sobre asuntos pasados, expectativas a futuro, el impacto personal que le produjo el homenaje masivo al ex presidente y -claro- la Capital.

-¿Qué sintió cuando vio la reacción masiva de los argentinos ante la muerte de Alfonsín? ¿Reivindicación, cierta alegría, cierta nostalgia, orgullo de pertenecer o de haber pertenecido?
-No? surgió, en principio, una pregunta: ¿por qué tanta gente fue a despedirlo con llanto, con lágrimas en los ojos? Creo que aquí la palabra clave es respeto. Veía en el velatorio a líderes enfrentados en sus propios países, como Julio Sanguinetti y Tabaré. O el duelo nacional decretado en Chile, un homenaje que en un país limítrofe no sucedía desde la muerte de Kennedy, en el 63? Cosas muy fuertes. ¿Y por qué? Porque creo que aquí perdemos de vista lo importante que fue para América Latina la democratización de la Argentina. Porque después de nuestra apertura democrática se produjeron muchas otras en el continente, y entre nuestros vecinos: Uruguay en el 84, Chile, en el 90.

-Pero, ¿en qué sentido, concretamente, influyó la democratización argentina sobre el resto de América Latina?
-Fue una acción deliberada del gobierno alfonsinista y una de sus vigas principales. Alfonsín tenía el convencimiento de que la democracia en la Argentina no podría vivir sin la democratización en otros países de América Latina. Y existió una política en este sentido que, me parece, hoy empieza a ser revalorizada y reconocida.

-Me parece fantástico este análisis, Jesús, pero no me respondió lo que le pregunté.
-¿Qué fue??

-Le pregunté por sus sentimientos sobre la muerte de Alfonsín que, entiendo, para usted debe haber sido como un padre en la política. Que nos cuente lo que sintió, no lo que pensó: ¡cómo les cuesta a los hombres hablar de sus sentimientos! ¿No?
-Sí, lo mismo, me dice mi analista? Bueno, a ver, es obvio que el llamado a la militancia y al compromiso político lo sentí de la mano de Alfonsín, y ésa fue una de las principales acciones de mi vida. Alfonsín está ligado a una de las grandes pasiones de mi vida, así que es lógico que su partida me haya afectado en el corazón. Además, pasaron un montón de películas, flashes, sobre el pasado en estos días?

-¿Cuáles, por ejemplo?
-Y? por ejemplo, durante el velatorio se me venía a la mente la Asamblea Legislativa del ’87 y la figura de cómo era Alfonsín entonces.

-¿Tuvo oportunidad de verlo en sus últimos días?
-Sí, sí. Pero no quiero hablar de eso porque fue muy triste.

-¿Le sorprendió que Cristina haya estado tan cerca de la familia Alfonsín o su reacción, tan acongojada, ante su muerte?
-(Suspira, mientras toma mate y piensa qué decir). Quiero creer que su llanto y su reacción fue auténtica y sentida. Prefiero pensarlo así.

-Hablemos un poco de la tarea de reconstrucción que están llevando adelante al interior de la UCR. ¿Quieren recuperar los colores partidarios?
-Sí, pero no por una pasión deportiva, por supuesto que no. Esta tarea es producto de un análisis y una reflexión colectiva en la que consideramos que los problemas de la Argentina no pasan simplemente por la globalización, el FMI, el imperialismo o la caída de los precios internacionales. El problema básico radica en la debilidad de sus instituciones y dentro de esas instituciones, están los partidos políticos.

-Digamos que están recogiendo el guante por la parte que les toca.
-Exactamente? En un país en el que los partidos están destruidos, a nosotros nos tocará reconstruir el nuestro, como un paso necesario hacia la reconstrucción del sistema de partidos. Estamos creando instancias de diálogo.

-¿Y cuál diría que es la tarea más importante hoy, de ese think tank radical?
-No sé si la más importante, pero nos interesa preservar la institucionalidad y el apoyo a las autoridades legalmente constituidas.

-Hablando de eso, tras el fallecimiento de Alfonsín circuló el rumor de un intento de rearmado de las listas de cara a las elecciones, dada la revitalización de la UCR con la muerte de su líder. En el caso de Capital, incluso, llegó a cuestionarse la candidatura de Prat Gay, ¿no es un poco patética esta reacción, por parte de algunos?
-Desde luego, y nunca sucedió. O, al menos, no orgánicamente. Creo que hubo una estrategia deliberada, de algunos medios cercanos al Gobierno, en hacer circular esa versión.

-¿Con qué fin?
-Que la gente diga, como sugiere tu pregunta: qué procaces, qué patéticos son estos radicales que, incluso delante del cajón del Alfonsín, están discutiendo los lugares en las listas. No, mirá, nosotros somos un partido nacional, que ha decidido un rumbo. Y unas determinadas alianzas, de modo que en esos distritos, seremos consistentes con ese rumbo.

-Es decir que en Capital, la lista con la Coalición Cívica quedaría tal como está, según lo que dice.
-Sí, así es. No nos enganchemos con falsos e intencionados rumores.

-El ciclo kirchnerista ¿termina en el 2011, como vaticina parte de la oposición?
-Y? digamos que es un ciclo político que está en cuenta regresiva. El PJ tendrá que hacerse cargo de asumir las consecuencias de haber ejercido una conducción impugnada de ajuricidad y prepotencia.

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