Buenos Aires acaba de iniciar sesión. Si París, San Francisco, Nueva York y Taipei pueden ofrecer gratis el servicio de Internet, ¿por qué no Buenos Aires? La idea en estas ciudades es que todos -adolescentes que chatean acaloradas, estudiantes que buscan información, empresarios que cierran negocios- estén conectados sin pagar un centavo. Algo así como un comunismo de Internet. Para ricos y no tan ricos. ¿Podría la Ciudad formar parte de esta elite de metrópolis on line? Con desvelos de vanguardia, y siempre priorizando el carácter cultural de su gestión, Jorge Telerman adelantó algo de esto en su discurso de asunción de mandato. El objetivo, según se esforzó por dejar en claro el flamante Jefe de Gobierno, es que Buenos Aires se convierta en una “ciberciudad, una ciudad interconectada, que sea punta en América Latina en accesibilidad cultural, masiva y libre a Internet y en servicios en red a los ciudadanos, así como en el uso de nuevas tecnologías para la redistribución de la riqueza en términos educativos y culturales”. Pero, ¿es realmente posible?
En casa o en la oficina, o en casa, en la oficina y el locutorio para aquellos obsesivos que no pueden estar más de quince minutos sin chequear su casilla de email, las formas más conocidas de acceso a Internet son la clásica conexión telefónica dial-up (a través de una llamada telefónica local) y las de ADSL telefónica y por cable módem (se aprovecha el servicio de cableado televisivo). En los últimos tiempos se han sumado las inalámbricas o satelitales, entre las que se destaca la de uso más frecuente, la Wi-Fi. Y, por ahora en pañales, lo que se viene es la conexión Wi-Max, según los expertos, “la más prometedora” (Argentina es el primer país de América Latina que se subió a esta ola). Además de prescindir de cables y alargadores (la idea es que se pueda acceder a la banda ancha desde una computadora portátil y en movimiento, como puede ser desde un auto), la conexión Wi-Max tiene mayor alcance que la Wi-Fi: potente si las hay, la antena del servidor permite que las conexiones se hagan sin problemas hasta en distancias de cuarenta kilómetros.
En los primeros esbozos, con más terreno por recorrer que terreno recorrido, Antonio Harris, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Bases de Datos y Servicios en Línea (CABASE), explica qué se entiende por “Internet gratis”. Básicamente hay dos formas. “Una tiene que ver con un proveedor gratuito, que sólo demanda un gasto telefónico, que, a menos que la persona esté conectada todo el día, no es muy alto”, señala. Son los conocidos como usuarios free. Los proveedores gratuitos más frecuentes son Fullzero (Pampita no viene incluida), Yahoo!, Alternativa Gratis y Keko. Pero en total ya son más de cincuenta. Y la lista crece día a día. El 57 por ciento de las conexiones gratuitas se realizan en Buenos Aires.
“El segundo concepto para entender de qué se trata esto de la ‘Internet gratis’ -sigue Harris- es el de acceso inalámbrico mediante la tecnología que se conoce como Wi-Fi. O sea, en determinadas zonas de la Ciudad hay puntos de acceso, que se llaman hotspots, lugares donde cualquiera puede ir con su notebook, configurada para esta entrada, y tener acceso a Internet sin pagar nada”. De este modo, los hotspots vendrían a ser “pequeñas antenas ubicadas en algún lugar físico, como en la terraza de un edificio”, que otorgan acceso público inalámbrico a Internet.
En general, los lugares que disponen de estos puntos de acceso son los de mayor circulación de personas: aeropuertos, hoteles, universidades, shoppings, cafés, restaurantes, clubes. En Buenos Aires, y después de haber sido remodelado pese a algunas resistencias de viejos habitué como Coco Basile o Guillermo Nimo, uno de los bares que cuenta con esta tecnología es Rond Point, ubicado en la esquina de Figueroa Alcorta y Tagle, frente a Canal 7 y a metros del Malba. Ahí nomás, sobre Salguero, Carrefour también cuenta con el sistema Wi-Fi. Y hay otros lugares que se sumaron a esta onda, como Cinemark, Aeroparque, Buquebus, Boca Juniors y, como no podía ser de otra manera, River Plate, la YPF de Córdoba y Madero, Galerías Pacífico, algunas sucursales de McDonald’s, el Instituto Goethe, Locos por el Fútbol de Recoleta, Opera Bay, el Tazz de Plaza Serrano y por ahí cerca Sullivan’s, el Vilas Raquet en Palermo, el bar Cinema en Callao y Santa Fe, y Falabella. Y obviamente las cadenas de hoteles Marriott, Sheraton y Four Seasons.
O sea: en cualquiera de estos lugares, y café de por medio, no hace falta más que abrir la notebook para conectarse gratis a Internet. Y navegar y navegar. Mejor todavía: en Pellegrini al 400, en Corrientes al 900 y en Florida entre el 100 y el 700, y gracias a las antenas de Wi-Fi, la conexión puede hacerse caminando por la vereda. Eso sí, gratis o no, en este caso habría que hacer un curso de malabarismo.
Hasta acá podría hablarse de Internet free, sí. Pero en todo caso sería un gesto de bondad encubierto. Ok, en Rond Point se puede chatear sin apremios de tiempo. Siempre y cuando, claro, el chateo (disponible, no disponible, salí a comer, cualquiera de estos trucos que se manejan a la hora de entablar estos contactos), se amenice con distintas consumiciones. “Se dice que el servicio es gratis para el cliente -puntualiza Harris-, pero alguien lo paga: el bar, el shopping, el restaurante, el que sea”.
En Buenos Aires, además, queda claro que no es lo mismo buscar lugares para conectarse gratis a Internet en el Microcentro -saturado de consumo virtual en algunos tramos- que en Boedo o Lugano. En la Argentina son alrededor de seis millones de internautas. La Ciudad concentra el 39 por ciento de los accesos de todo el país. A su vez, en la Capital, los accesos telefónicos son el 32 por ciento, mientras que los de banda ancha, el 38. El sector más digitalizado de la Ciudad es el que está entre las avenidas Pueyrredón, Libertador, Madero y Belgrano. El resto, poco y nada.
Y aparece otro elemento. Así como se explica que el servicio de Internet es gratis, es gratis pero para aquellos que tienen una notebook. Consciente de esta dificultad, Harris lo explica en detalle: “No tiene sentido que el Estado instale Internet en espacios públicos a través de las antenas de Wi-Fi, que llegan a unas 30 ó 40 personas, porque sólo una mínima parte de la población tiene una notebook para poder acceder a este beneficio. Es lo que está pasando en otras ciudades del mundo: el Estado pone el servicio en algunas zonas, como en una plaza, pero el ciudadano tiene que tener una notebook”.
¿Y qué se puede hacer para los que no acceden a una máquina portátil? ¿Hay alguna chance de compartir la conexión en un edificio, por ejemplo, como si se tratara de la conexión al cable? “Sí, pero siempre alguien lo va a pagar”, dice Harris. “En este caso, el consorcio, o sea, nosotros con las expensas”.
En sintonía parecida a la de Harris, Humberto Rivera plantea desde la Asociación Argentina de Usuarios de la Informática y las Comunicaciones: “Sería muy importante para el usuario disponer de Internet gratis”. Pero enseguida se desilusiona: “Es muy difícil que suceda en el mercado argentino, por lo menos a corto plazo. Nada es gratis. Y si las grandes compañías proveedoras, que son las que más posibilidades tienen de brindar algo gratis, cobran el servicio, es mucho más difícil”. Hay más de 300 empresas en el país que ofrecen sus servicios a través de Internet: se pueden hacer compras virtuales en supermercados; pagar cuentas en bancos; comprar entradas para recitales. O sea, se puede hacer de todo.
La situación ideal sería acceder gratis a Internet como si fuera el agua de la canilla. O, tomando al pie de la letra la parte del discurso en el que Telerman se refería a la distribución de la riqueza en términos educativos y culturales, como si no hubiera diferencias entre acceder a Internet y entrar a una biblioteca. O a un teatro. O a un museo.
Entonces volvemos a la pregunta original: ¿Es posible Internet gratis para todos? ¿Es un servicio indispensable? Desde la Defensoría del Pueblo precisan: “El servicio de Internet reúne las características de un servicio público impropio, que son aquellos suministrados por una empresa privada, al público en general sin ninguna distinción y a cambio del pago de una tarifa, como las escuela privadas, los taxis y las actividades farmacéuticas”. Y desde la Comisión de Comunicación Social de la Legislatura, se insiste con la idea de que “por estos días ya existe la Internet gratis para aquellos usuarios que en determinadas zonas se conectan con una notebook. Para el resto, depende de la voluntad de los proveedores, de que los costos se sigan abaratando por la expansión y se llegue a una situación de servicio gratuito. Y, si esto no se consigue, dependerá de una decisión de Gobierno. Digamos, si el Gobierno destina una parte de su presupuesto a actividades educativas, también puede incrementar ese presupuesto y hacerse cargo de los costos de Internet. Pero en este punto, claro, hay que tener en cuenta que no van a faltar las discusiones acerca de cuáles son las necesidades básicas: Internet gratis, ¿está a la misma altura que el agua, la luz, el gas…?”.
VITALI: “Es un tema polémico”
NOTICIAS URBANAS: -¿Podría Buenos Aires disponer de Internet gratis como los proyectos de París o de San Francisco?
DIP. ELVIO VITALI (Frente para la Victoria): -La gratuidad no está mal en principio. Lo de Google en San Francisco es una apuesta. Ya es más que un buscador; justamente, busca la hegemonía sobre otros temas. Igualmente, para nosotros, siempre es mejor el modelo francés: es más interesante desde el punto de vista cultural, político y educativo. Supongo que es un objetivo diferente al de Google, porque uno es una empresa, el otro es el Estado. Seguramente en Francia, el que gane la licitación se queda con la publicidad: eso es un negocio. Aunque debe haber algunas restricciones que ¡habrá que buscar en Internet!
NU: -Entonces, ¿no podría una empresa, al estilo Google, hacerse cargo del servicio de Internet gratis?
EV: -Google tiene una política ofensiva, en el sentido de abarcativa, de ir siempre a la vanguardia. Es un interés estratégico. Debe apuntar a un ingreso libre y necesita millones de usuarios. Pero Buenos Aires, en comparación, es un mercado más chico y además hay zonas tomadas por empresas. Hay que ver si se puede, si da la ecuación económica.
NU: -Pero, ¿se puede hacer en Buenos Aires?
EV: -Habría que estudiar las condiciones del mercado. No deja de ser un mundo privatizado que trata cada vez más de abaratar los costos. Es el negocio para el acceso masivo. Es decir, el desarrollo tecnológico, desde su difusión hasta los aparatos, tiene como objetivo abaratar costos para llegar masivamente a la gente. En Buenos Aires hay muchas cosas que no se pueden hacer, porque el mercado es pequeño, aunque haya millones de usuarios. En la Ciudad, por ejemplo, hay muchos locutorios, hay un uso muy amplio de Internet. En otras ciudades es más difícil. Pero hay que ver qué se hace en ese locutorio, qué hace la juventud, qué busca. Y, en general, nos encontramos que busca un mundo alrededor del esparcimiento, con videojuegos, chats, mails. Es un tema complicado.
NU:-¿Y sería una buena herramienta para esa “democratización de la cultura” como la que se pretende en París?
EV: -El acceso al conocimiento no depende solamente de disponer materialmente de los elementos. Tiene que haber un proceso educativo alrededor, un fenómeno más integral. Sería buenísimo si los chicos recurrieran a Internet para buscar las obras completas de Shakespeare. Pero, ¿hacen eso? La efectividad en términos educativos depende de otros factores.
NU: -Y también estaría el problema de los derechos de autor.
EV: -Es un tema debatible, porque, por un lado, la libre circulación es un bien a reivindicar, pero es complicado, desde el punto de vista de, por ejemplo, los autores de libros o los músicos. La propiedad intelectual es difícil de registrar y, en general, no hay mucha conciencia de eso, de que es patrimonio del que lo crea, que constituye la fuente de ingresos para esa persona y su familia. Es su legado. Y la sociedad no registra que es un patrimonio. Todo esto tiene un efecto en el mercado. Google arrasa con ese tipo de historias alrededor de productos artísticos y culturales. No hay una regulación clara. Y al derecho de autor no lo respetan. Hay libros de autores muertos a los que ya se les vencieron los derechos, pero también avanzan sobre los contemporáneos.
NU: -¿Hay otras prioridades?
EV: -Claro, tareas prioritarias para reconstruir esta ciudad, proceso en el que, obviamente, deben estar incluidas las herramientas de vanguardia como Internet. Pero en términos de inversión, hay que ver antes educación, infraestructura, salud.
NU: -Entonces, por ahora, nada de Internet gratis.
EV: -Si es un acceso libre a Internet, es un acceso a todo lo que está subido y entonces también hay que proteger un poco. Es un tema polémico. No digo que esté mal. Es difícil fijar una posición en un tema que tiene que ser visto y pensado con detenimiento. Porque no está mal que las cosas se difundan: lo mejor, justamente, es esa circulación de conocimiento. Pero lo cultural se produce más allá de las voluntades. El “fenómeno Internet” ya está, ya se produjo, ya está entre nosotros. Está ahí, metido en la vida.
VARELA: “Me parece algo alucinante”
NOTICIAS URBANAS: -¿Es posible proveer de Internet gratis a todos los ciudadanos?
DIP. MARTA VARELA (Recrear): -El punto es la voluntad política de hacerlo y el proceso para lograrlo. Como idea me parece alucinante, porque sería revolucionario para democratizar la cultura. Sobre todo si partimos de la base de que la educación es el factor actual de democratización, de equidad para todos. En principio, el presupuesto alcanzaría para implementarlo en la Ciudad. Hay que preverlo, pero no es inalcanzable, no es una Argentina año verde. Además, me parece que es prioritario. Porque de nada sirve que sigamos implementando parches o planes para solucionar los problemas, si no le damos armas para defenderse a la gente. Y sobre todo para las nuevas generaciones, que se enganchan naturalmente con el tema Internet: y parece que ya vinieran con el teclado adherido a las manos.
NU: -¿Qué otras cuestiones deberían acompañar este proceso?
MV: -Tendremos que educar a los maestros y proveer de computadoras a los chicos. Es más, ya hay un proyecto para hacerlo, el proyecto de Negroponte. Filmus pidió un millón de esas computadoras, que tienen un costo de cien dólares cada una, son notebooks muy elementales, con procesador de texto, conexión a Internet y algunas aplicaciones muy simples. Tendría que ser un proyecto que no tarde diez años en hacerse. Éste puede concretarse de forma rápida, es interdisciplinario y puede traer beneficios para la Ciudad. Además lo de Internet como servicio es interesante, sería revolucionario y hasta diría “sarmientino”: los chicos pasan a tener un acceso impensado en la educación. Y si a eso le sumamos la interrelación con los diferentes ámbitos de la Ciudad pasa a ser un servicio público: agua, luz, Internet. No es tan alocado.
NU: -Pero, ¿sería una prioridad?
MV: -Creo que es importante y prioritario, porque hace años que pretendemos utopías impracticables y lo único que resultan son parches y asistencialismo. Hay que dar la caña y enseñar a pescar, porque con la caña sola no hacemos nada. Sería realmente revolucionario si, a través de la informática, se educa a los chicos y se les abre un mundo distinto.
NU: -Pero, ¿no habría que asegurar primero alimentación para todos y después ver si se instala Internet gratis?
MV: -Pero no se va a ver, porque hace años que venimos arrastrando estas prioridades. Si se distribuyera bien el presupuesto, creo que se podría llegar a hacer todo. Yo diría al revés: se le está privando el futuro a mucha gente. Obviamente que un chico desnutrido no compite con el Wi-Max. No estoy diciendo dejar de lado esa prioridad básica de alimentación y salud. Pero lo que habría que lograr es esa visión equilibrada de todas las necesidades y la generosidad en la administración del presupuesto. Sobre todo con vistas al bicentenario, para poder también colocar a la Ciudad como cabecera en el mundo. A veces me da la impresión de que estamos encerrados en la urgencia. Y así no podemos soñar. Pero, claro, las urgencias son cada vez mayores. Entonces estamos presos en un círculo vicioso, tapando agujeros.
NU: -Entonces, ¿cómo se distribuye mejor ese presupuesto para que alcance para todo?
MV: -Habría que dejar de prever ciertas situaciones poco transparentes. Creo en un proyecto de país que en este momento contenga las situaciones en este momento crítico. Si no, no se está mirando al futuro. Por eso, la educación es lo realmente revolucionario. Hace mucho que no se invierte en ese terreno. Estamos metidos en planes insólitos de la educación que demuestran que son un fracaso. Es un proyecto a largo plazo que nos merecemos.
NU: -¿Cómo se puede negociar con las empresas?
MV: -Algunos intereses se van a cruzar. Pero creo que es posible hacer un acuerdo. Va a ser una pulseada interesante, pero no me preocuparía tanto por eso. Hay que animarse a proponerlo. Los mismos proveedores son los que van a brindar ese servicio, porque son más capaces que el Estado para mejorar esas cuestiones tecnológicas. Las mismas compañías deben estar viendo cómo encarar el proyecto. A la larga va a pasar. Y tiene que ser motivador, no paralizante.
INTERNET GRATIS EN EL MUNDO
Google es la empresa que piensa llevar adelante el proyecto de Internet gratis en San Francisco. La idea es ofrecer conexiones gratis a la red y que la ciudad sea la más conectada de los Estados Unidos. Esto es que los 750 mil habitantes de esa ciudad de 126 kilómetros cuadrados posean conexión de Wi-Fi. Para Google, claro, el servicio estaría sostenido por la publicidad. Y el costo de instalación sería de 18 millones de dólares. Pero no es la única ciudad. Parece que Filadelfia también va a construir una red de 350 kilómetros cuadrados. Y también lo harían Austin, San José y Nueva Orleáns. En cambio, en Nueva York, la empresa telefónica más importante, está levantando el servicio de Wi-Fi en algunos de los puntos de acceso a Internet de la ciudad, porque sus clientes no la usan.
Si pasa en Estados Unidos, también pasa en Europa. En enero de este año, y antes de las revueltas estudiantiles, el alcalde de París informó que va a desplegar una conexión de banda ancha gratuita en toda la ciudad. Para eso, llamará a licitación para que una empresa se haga cargo del emprendimiento, con la idea de que “hasta los hogares más modestos tengan banda ancha”. En Ámsterdam estarían pensando lo mismo.
En Asia, en Taipei, Taiwán, finalizaría las instalaciones a fines de este año y cubriría el 90 por ciento de sus tres millones de habitantes.
Ahora bien, ¿hay polémicas? En Okinawa, hace seis años, los ocho países más poderosos del mundo decidieron incluir en la agenda mundial (lo que ellos llaman) la “oportunidad digital” para acortar la “digital divide” (in spanish: “la brecha digital”). La idea sería darles algún tipo de solución a los países pobres y subdesarrollados, promoviendo una “computarización” o “informatización” del mundo. Es decir, aprovechar, optimizar los recursos de la tecnología y distribuirla ¿equitativamente? en cada recoveco del planeta. ¿Cuál sería el problema? El argumento fuerte de los opositores –gente tercermundista- es que hay otras prioridades, porque “las computadoras ni se comen ni curan enfermedades”.