El año está plagado de elecciones y eso genera un clima de escenarios cambiantes, a veces sorpresivos y otras no tanto. El contundente triunfo de Mauricio Macri en las elecciones porteñas, cosechando el 64 por ciento de los votos en la segunda vuelta, tuvo un correlato semanas más tarde con la aplastante victoria de Cristina Fernández de Kirchner a nivel nacional. Sin ponerse demasiado riguroso en los números, se puede decir que ambos lograron que la mitad de los votantes del padrón se inclinaran por ellos, despejando todas las dudas acerca de quiénes son los líderes vigentes en la Argentina de hoy. A esa lista se puede sumar a algunos gobernadores exitosos, empezando por Daniel Scioli, amplio triunfador en la estratégica provincia de Buenos Aires.
Luego de esos resultados vino el intercambio de guiños y gestos positivos entre ambos palacios, que alteró el estado de beligerancia absoluta que había definido los últimos años de convivencia. Se habló hasta de calzoncillos y bermudas, obviamente en broma. Es como si la racionalidad hubiera desembarcado en sus mentes, con la certeza de que la coexistencia obligada en este distrito vidriera, si es visualizada de manera exitosa, es lo más conveniente para ambos protagonistas.
Pasan cosas extrañas por estos días en la política de la Ciudad. Aunque el PRO logró el 64 por ciento de los votos en la segunda vuelta, sólo tendrá 24 legisladores, o sea, el 40 por ciento de las bancas, para aprobar hasta fin de año los temas prioritarios de la administración, como el Presupuesto 2012, el endeudamiento, las designaciones en los organismos o la reforma de la Ley de Ministerios, por citar solamente algunos ejemplos.
Una de las claves en esa senda será ver el comportamiento legislativo después de las elecciones y los cimbronazos que sufrieron las distintas fuerzas políticas. Nada ha quedado igual en ninguna de ellas.
Siguiendo con el PRO, hay que prestar especial atención a ver cómo articulan en la Legislatura el nuevo esquema de gobernabilidad que, a pesar de tener los mismos integrantes hasta diciembre, se monta en un escenario poselectoral que tendrá que ver más con el futuro que con el presente. Por ejemplo, más allá del impresionante golpe de los K en las primarias, y el razonable resultado en la Ciudad tanto de Cristina como de Daniel Filmus, los kirchneristas porteños afrontarán esta etapa con algunas dificultades, ya que sólo cuentan con cuatro legisladores propios. Luego, si tomamos en cuenta las alianzas, hay cuatro diputados de signo ibarrista, dos pertenecientes al Nuevo Encuentro que conduce Martín Sabbatella, y cuatro más cercanos, de un bloque peronista algo heterogéneo pero quizás el más condicionado a la hora de plantear sus dudas con los K. Todo un desafío para el reelecto Juan Cabandié, que intentará reunir a todo el grupo detrás de una postura única.
Un párrafo aparte merece la designación del futuro jefe político de la Legislatura. Si bien María Eugenia Vidal no descuidará su rol de presidenta del Legislativo, no será ella quien conduzca el ritmo de los acuerdos, los consensos y los enfrentamientos. Hoy aparecen pugnando por la vicepresidencia primera en el próximo período, o sea el poder real en esta casa política, el actual conductor Oscar Moscariello con el jefe de bloque del PRO, Cristian Ritondo.
Según las fuentes consultadas por NU, este último contaría con alguna ventaja para quedarse con el cargo, aunque nadie duda de que la decisión final pasará, como siempre en estos casos ?y más ahora?, por el mismísimo Jefe de Gobierno, lo que siempre abre un interrogante acerca del fallo. Si bien Ritondo no es un macrista de pura cepa por su procedencia peronista, la realidad es que en los dos últimos años ha adquirido un protagonismo fundamental en la defensa y definición de los objetivos trazados en Bolívar 1. Siempre es muy difícil tener el poder en un lado y el cargo en el otro, y la absoluta confianza que Macri deposita en Moscariello es lo único que mantiene esta elección abierta.
Si el elegido fuera Ritondo, Macri podría terminar de darse todos los gustos y poner a su delfín Fernando De Andreis a cargo del bloque de su bancada. Con eso, entre otras cosas, empardaría la jugada de la Presidenta de sostener al joven Cabandié al frente de su fuerza. Y así se podría dar el caso de que dos sub 40 conduzcan al grueso de la Legislatura, en otra muestra del trasvasamiento generacional que ambas fuerzas imprimen a su política.
Hay dos etapas por delante, una con esta formación y otra tras el 10 de diciembre. Pero el piso ya se movió y hay que ver cómo se adapta cada uno al nuevo terreno. Cómo formar las mayorías es la pregunta de la hora. Y todavía falta el 23 de octubre. Un año complejo por donde se lo mire, en el que aunque nada terminó, todo ya camina diferente.