Hacer Hécuba surgió de la convocatoria a Emilio García Wehbi para formar parte del ciclo Clásicos, en el Rojas. Había que elegir un material siempre y cuando sea una tragedia no demasiado transitada y que estuviese encarnada en un personaje femenino, con lo cual podía entretejerse fácilmente con los otros materiales elegidos por los otros artistas. Estas eran las premisas, y terminamos realizando un cruce entre Hecuba y otra gran tragedia que es Medea.
En el tipo de teatro que hacemos con Emilio no tenemos la noción de personaje. Como mínimo, se diluye. No hablamos de la composición que uno encara o encarna sino que trabajamos desde otro lugar. Me refiero a la manera de componer un personaje con una estructura de pensamiento convencional, en relación con el trabajo contemporáneo desde lo interpretativo, de entender el teatro y el material teatral; como un campo poético en el cual el actor puede operar de muchas y muy diversas maneras. Este ?operar? es un procedimiento propio del teatro contemporáneo y de muchos artistas que están investigando de qué manera se pueden correr los límites para que puedan evolucionar el arte y uno como persona, y reflexionar ?siempre en términos contemporáneos? con la mirada muy atenta en lo que traemos como bagaje pero, ante todo, con la mirada de lo que sería el devenir. Entonces la palabra ?operación? describe bastante bien los procedimientos de muchos artistas de hoy que tratan de desentrañar los materiales, iluminarlos y también de intervenirlos.
Impasse 1: Maricel abre la puerta de su casa ?literalmente hablando? para la nota. La mañana invita a un exquisito café que prepara bien calentito. Un comedor grande con un alce y una sala de lectura llena de libros son los ámbitos propicios para la entrevista y las fotos.
El devenir de Hecuba, desde la primera función hasta la actualidad, todavía es reciente. Me cuesta verlo con distancia. Me genera más interrogantes que certezas y estoy fascinada con eso. Es una primera etapa de trabajo donde uno pone a prueba todo lo que ha transitado en el ensayo, con sus dudas y certezas, de que este era el camino y ahora está confrontando con un público que devuelve. Hécuba es un espectáculo interpelativo y uno se tiene que hacer cargo de que no solo el espectador lo completa y lo termina sino que tiene derecho y espacio a manifestarse y hacer una devolución. Con esta energía es con la que uno se va encontrando y se aprende mucho de ella. Me fascinan estas primeras épocas de los materiales porque es donde puedo empezar a aprender cuáles eran las verdaderas potencialidades del material. Este es un espectáculo complejo, de mucha exposición. De hecho, transito por unos cuantos estados que son muy desafiantes. Para mí, Hécuba es un espectáculo que, en un punto, me perturba, aunque me lo sé de memoria y lo he transitado mucho. Me hace caminar una cornisa donde nos tenemos que poner a prueba a nosotros mismos. Todo esto, considerado en el aspecto positivo, referido al crecimiento personal y profesional.
Ya pasó un año y medio de Biutiful y recuerdo todo ese proceso de manera entrañable. Tuve una experiencia extraordinaria a nivel artístico y humano. Me gustó mucho hacer ese trabajo y me enseñó mucho también. La película está ahí, el trabajo habla del gran esfuerzo que hubo y del compromiso con ese proyecto. Todo lo demás, me parece cosmético. Me importa muy poco lo que pasó o no pasó, que si los premios, el Oscar o ?¿qué tal Javier??. Me parece banal y es una lástima que se ponga el acento en ese lugar y no en otra cosa. Teniendo la ventaja de la historicidad, del tiempo que pasó? esto lo digo porque antes, un año, era comprensible que hablara de Javier. Son las reglas del juego que aprendí, sobre esa manera de jugar las fichas en la profesión. Nunca había transitado por esa experiencia y agradezco haberlo hecho. Salí al ruedo con un trabajo, un personaje y una película de la cual estoy orgullosa. Entonces aún a pesar de las buenas y malas críticas que tuvo la película ?que son muy comprensibles y si parten de un profundo análisis, tanto las positivas como las negativas, son atendibles?, para mí fueron todas a favor. Así que recapitulo todo a favor.
Impasse 2: Maricel habla pausado, ubicando cada palabra en su justo lugar, para evitar cualquier interpretación errónea de lo dicho. Sencilla y agradable, posa para las fotos de manera muy natural.
Bambiland fue mi trabajo bisagra en teatro. Lo habrán visto muy pocos pero fue el que me cambió la percepción de mí misma como artista e intérprete. Fue todo un reto ponerle la voz y el cuerpo a esa cabeza de Medusa que es Elfride Jelinek ?una genia? con una puesta muy diáfana, tal como Emilio la había pensado, donde solo una actriz pudiese disertar durante dos horas acerca de los más diversos y complejos temas que abordaba ese material. Para mí era un tour de force, me tomó un año aprenderme la letra del texto, y bajaba dos o tres kilos por función. Jelinek la escribió muy sabiamente, con la urgencia del momento, mirando la televisión, CNN las 24 horas. Esa guerra en Irak iba transcurriendo y en tiempo real ella iba escribiendo y relatando. Esa obra fue un recorte de la realidad. Había gente que se levantaba y se iba en el medio de la función. Eran dos horas y después lo fuimos reduciendo al tiempo. Para la atención del espectador, era una maratón porque había que trabajar mucho. Mucha gente se resistía al material. Tampoco fue visto por hordas de gente y nos costaba mucho. Era muy poco complaciente el espectáculo porque era un tema que nos estaba quemando en las manos. Recuperarme de esa maratón me llevaba toda una semana. Fueron épocas muy intensas. A Bambiland le dediqué dos años de mi vida.
Con Hécuba, a diferencia de Bambiland, todavía no se va la gente. Y eso que también es un espectáculo que tiene su carga de violencia. Ese es el aspecto y la locura, el Leviatán que llevamos adentro. Digo, hay un afecto por la violencia que nos fascina, y de eso habla el espectáculo. También habla de la venganza, que no es reparadora: el círculo de violencia no se cierra nunca. Hécuba es bien trágica, tal como lo consideraban los clásicos y también en el sentido más contemporáneo de la palabra. La tragedia griega, en una reescritura en clave más contemporánea, no pierde la potencia que tenía así como su grado intrínseco de violencia. Eurípides, Sófocles y el mismo Shakespeare tenían un nivel de violencia en sus obras que nos corta el aliento. Acá el desafío era cómo hacerlo dialogar en un aquí y ahora con las personas. Estoy fascinada con el nivel importante de escucha que hay en este espectáculo, por más que el aire a veces se corte con un cuchillo. Esto no es malo, es superpositivo.
Hécuba o el gineceo canino.
Ciclo Clásicos. Centro Cultural Rojas. Sábados, a las 21.