Cae una copiosa lluvia. ¿Será el preámbulo de la llegada del diluvio universal? Esta lluvia coincide con el arribo del pastor Román a un pueblo donde habita su hermano Ricardo, de quien se encuentra distanciado hace años.
La forma en que la dramaturgia fue trabajada es rica e interesante. La conformación de la fábula referida al conflicto entre los hermanos empieza a desglosar las pequeñas historias y miserias que puede tener ese tipo de relaciones pero sin resignar, en ningún momento, el humor y la ironía. De esta manera, se llegará a los lugares más inverosímiles, que van desde una anécdota con una yegua hasta el Armagedón, siempre con palabras ubicadas en los lugares exactos, yendo y viniendo a través de poéticas y metáforas varias. Las alusiones terminarán siendo confirmadas por un público curioso y sorprendido frente a lo contemplado.
Así, el ritmo de la puesta es ágil, sin baches que lo alteren. La iluminación y la escenografía, exactas y austeras, junto con un buen trabajo en el sonido, configuran el marco ideal para que Adrián Fondari despliegue sus diversos recursos en la conformación de los personajes. De esta manera, se apreciarán momentos como la cabalgata eterna en sincronía con la música de los Talking Heads y una de sus perlas ocultas en su brillante carrera: ?Thank you for sending me an angel?. La letra de David Byrne se mezcla en la escena, resignificándola para que su voz logre un alto grado de emotividad.
El alimento del futuro es de esas obras que dejan en la retina del inconsciente imágenes y frases que serán recordadas por varios días.