La funcionaria posee un poder total y la libertad para emprender los cambios más profundos, si los cree convenientes. La propia Presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, le dio el aval y la instruyó para realizar importantes modificaciones en la Policía Federal. La mujer a cargo de las complejas transformaciones, no es otra que la flamante ministra de Seguridad nacional, Nilda Garré. Las órdenes de Cristina fueron claras y contundentes, su plan para la fuerza se condensa en las siguientes claves: la Federal se debe democratizar y responder fielmente al poder político; bajo ningún concepto puede tener autonomía propia; se cambiará la formación académica de los futuros agentes para formarlos bajo la prédica del respeto a los Derechos Humanos; los nuevos policías deben aprender a negociar y olvidarse de reprimir como primera medida; se reducirán las cajas ilegales de recaudación espúrea, mejorando los salarios, y se estudia la participación de personal civil en altos cargos de la fuerza. El cambio realizado por la mandataria nacional tiene un objetivo principal: dejar en claro que a partir de ahora la policía será controlada directamente por la máxima autoridad del Estado, cambiando radicalmente lo que sucedía hasta ahora, situación en la que el Presidente de turno negociaba con los capos de la institución para nombrar en la jefatura a un uniformado aceptado por la mayoría de la fuerza, a lo que se sumaba la elección del político que ocuparía el Ministerio del Interior y tendría a su cargo a las fuerzas de seguridad. El responsable político de la Federal también debía ser un hombre de buena llegada a los uniformados. Ese esquema también fue utilizado por el kirchnerismo. En primer lugar por Néstor Kirchner, quien al llegar a la Presidencia en 2003 experimentó en carne propia lo que era no respetar ese esquema. Al iniciar su mandato la policía pasó a ser controlada por el ministro de Justicia, Gustavo Beliz, y éste nombró como jefe de la institución a un efectivo que no contaba con la aceptación de sus pares, el abogado y comisario general Eduardo Prados. Los pesos pesados de la fuerza nunca respaldaron a Prados y mucho menos a Beliz. ?El mandato de Prados fue corto por la oposición de sus camaradas y, llamativamente, se repitió la misma maniobra que los azules utilizaron hace poco, en Soldati para hacer caer al ex jefe de la Fedral, Néstor Valleca: la represión indiscriminada de una manifestación pública, que obtuvo una amplia repercusión en la sociedad. En ese caso fueron los incidentes que se produjeron el 16 julio de 2004 frente a la Legislatura porteña, por una movilización contra la reforma del Código Contravencional, que produjeron cuantiosos destrozos, un intento de toma del edificio y detenciones indiscriminadas de los policías. Kirchner entendió enseguida el mensaje de la fuerza y reemplazó a Prados por quien era su segundo y contaba con el aval de la mayoría, el duro comisario general Néstor Valleca. También, puso al frente del Ministerio de Justicia y Seguridad a Aníbal Fernández, un hombre de muy buena relación con el nuevo líder de la Federal. De esa manera, el kirchnerismo le entregó el control de la seguridad a la dupla Fernández- Valleca, que se mantuvo en la cima a pesar de que al llegar a la Presidencia, Cristina tenía la intención de cambiar la cúpula azul. Este plan fue adelantado por el semanario Noticias Urbanas en la nota titulada ?La Federal en versión Cristina?, que se publicó la primera semana de noviembre de 2007. De todos modos, la medida no se llevó a cabo debido a que la presidenta fue convencida de no alterar en ese momento la Jefatura para no producir una interna en la Federal que repercutiera en la inseguridad de la población?, le explicó a Noticias Urbanas un comisario inspector que conoce al dedillo el funcionamiento de los agentes. Por eso el enojo de la Presidenta fue tan grande cuando se enteró de los dos muertos de Soldati y reaccionó con dureza, reemplazando a Valleca y quitándole el poder político que tenía sobre la fuerza a Fernández. Para esto creó un nuevo Ministerio y puso al frente de él a una reconocida enemiga política del Jefe de Gabinete, como es Garré. ?Cristina se convenció de que con la Federal no se puede negociar y por eso impulsó los desplazamientos. A partir de ahora, la fuerza será controlada por dirigentes muy cercanos a la mandataria nacional?, le señaló a este medio un operador K. El nombramiento del comisario general Enrique Capdevila al frente de la Federal es un ejemplo de ello. ?Capdevila fue compañero en el colegio secundario del secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, uno de los hombres de mayor confianza de Cristina; o sea que a partir de ahora la policía dependerá directamente de la pingüinera. Además, fue elegido por su perfil equilibrado, por su capacidad de negociar y por sus dotes de liderazgo. Además, Capdevila es muy querido por sus pares y tiene ascendencia sobre la tropa. Está acostumbrado a manejar grandes grupos, debido a su paso por la jefatura de Orden Urbano, con experiencia en protestas callejeras y de las circunscripciones I y V, donde cada zona agrupaba a siete comisarías. Capdevila viene de una familia policial, en la que se destacó su tío Omar Pinto quien fue jefe de la Federal en 1975?, detalló ante este medio un capo de la institución, que conoce al nuevo titular. La complejidad de los nuevos cambios produjo también el pase a disponibilidad en forma automática de doce comisarios generales, los más poderosos de la fuerza, ya que la mayoría de ellos estaban a cargo de las once Superintendencias. Ahora, Garré analiza investigar el patrimonio del ex jefe Valleca. Lo mismo, el mayor inconveniente que afrontará la ministra estará en la tropa de la fuerza, ya que ante la brusquedad de los cambios, algunos sectores de peso se pueden sentir perjudicados. Esto podría desatar una feroz interna, en la que los propios policías podrían distender los controles, lo que repercutiría en el aumento en la inseguridad cotidiana de los argentinos.
26 December, 2010 | 0:00