La cosecha record de Macri

La cosecha record de Macri

Por Fernando Riva Zucchelli


Mauricio Macri contó con un aliado extra en estos cinco primeros meses de gestión, alguien con quien no hubiera soñado ni el más optimista de su entorno. Es que ningún gobierno peronista, a lo largo de su historia, defeccionó tanto en un tramo inicial de un mandato como el actual que conduce Cristina Fernández de Kirchner. La sumatoria interminable de problemas que aquejan a la Casa Rosada, permiten que el empresario vaya regulando su munición mientras se entera de las trampas que esconde la botonera municipal. Por el momento nadie le pide rendición de cuentas casi por ningún tema. Es un tiempo nuevo.

Todas las miradas mediáticas están puestas por primera vez en el campo, no en la Capital Federal, cosa que sucede raras veces en un país que ha hecho de su pseudo-federalismo una suerte de unitarismo, botín tomado a saco por el gobierno central cuando planteó la coparticipación a la que accederían las provincias y este gobierno autónomo.

Como decían en los despachos de Bolívar 1: "Estuvimos cinco meses sin poner publicidad oficial y nadie nos pegó. Enfrente la ponen toda y les llenan la cara de dedos", haciendo referencia al mega-conflicto de los K con Clarín, con sus históricos enemigos de La Nación, con la editorial Perfil y en menor medida con el nuevo Crítica de la Argentina.

Rápidos de reflejos, aprovechando el momento, los funcionarios de Macri acomodaron los números que en el área de Comunicación Social el gobierno de Ibarra dejó totalmente descontrolados y los de su sucesor, Telerman (aunque con mayor orden), en un rojo violento.

Al Gobierno nacional, en este plano, el panorama se le complica si lo único seguro con que cuenta es el escuálido apoyo de Página/12, un diario que la administración actual, o la que lo suceda cuando concluya, usará y tirará. Después de publicar mil operaciones en cinco años, además de entrar al libro Guiness, te vas al descenso como por un tubo, como Olimpo de Bahía Blanca.

En la Ciudad, el oficialismo empezó haciendo oídos sordos al enfrentamiento de CFK con el campo, intentando no echar más leña al fuego de los pastizales y cuidando de no abrir caminos sin retorno para una gestión que necesita del apoyo nacional. Pero con el correr de los días, el jefe de Gobierno fue cambiando su estrategia, dejando sentada una posición que casualmente coincide con la proyección e inclinación de los sectores medios, que son los más esquivos y cambiantes a la hora de votar. La crítica a su vez va acompasada -no se sabe si por estrategia o por casualidad- con la postura que están tomando algunos gobernadores del justicialismo, que bien podrían ser parte de un todo nacional junto al ingeniero cuando el barco patagónico empiece a hacer agua.

Los radicales K ya se tomaron el buque, no podrían tolerar ante sus bases otro fracaso -por falta de margen tras la huida de De la Rúa- y mucho menos aliados al peronismo. Es extraño, el partido que más sabe del poder se encierra en una crisis estúpida por cuestiones de conducción, no de ideología. Se les advierte, nadie quiere que vaya todo mal pero no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Se trata de no hacer demasiado ruido cuando está claro que no hay Plan B para la Argentina. Como nación, no estamos preparados para afrontar otra frustración política que no tiene retaguardia válida, o para decirlo con todas las letras: no hay un Eduardo Duhalde esperando turno sino un gran signo de interrogación si la continuidad de la jefa de Estado se viera comprometida.

Hay que salir como sea, pero deben bajar tres cambios. El campo los pudo una vez, los podrá de nuevo si no negocian: las ciudades miran, pero un día se van a cansar y van a jugar. Uhhhh.

Macri entendió que en esta práctica no es lo que se denomina un fighter o animal político, pero tampoco va dejar la mesa servida para Elisa Carrió, que no sólo pulverizó en octubre pasado al candidato de PRO, un tal López Murphy, sino que amenaza con alzarse con mayores y nuevos éxitos en caso que se generen escenarios electorales favorables, como el porteño, que la tendrá de candidata.

Eso dijimos en esta columna hace más de un mes: que los dos oficialismos, el nacional y el local, tenían más para perder que para ganar si fueran a elecciones. Así se va cayendo lentamente la reforma de la Constitución y se intenta postergar el cumplimiento de la Ley de Comunas, algo que era previsible y que saldrá bastante más barato de lo que estaba "políticamente presupuestado".

La estrategia electoral, a pesar de que al alcalde no le importe estos días otra cosa que la gestión, pasa ahora por la cuestión de un eventual desdoblamiento electoral (entre nacionales y porteñas) y sobre las distintas estrategias para enfrentarlas. Así, todo el mundo está atento. Es archisabido que Gabriela Michetti no quiere saber nada con ver su nombre en una boleta que diga "2009", y que sueña con el molde mayor para el 2011.

Acaso sea prematuro hablar de candidaturas, pero a la baja de Michetti como "la figura" expectable del macrismo, se le podría sumar la de Diego Santilli, quien es reclamado desde vastos sectores de PRO para dotar al gabinete de mayor flexibilidad política en la cocina de la gestión, deficiencia notoria a medida que avanza la misma. No es novedad que la cantidad de gente proveniente de sectores ajenos al Estado trajo tanto aire fresco como desconocimiento de las cosas más elementales. La regla tiene excepciones pero algunas áreas, a cinco meses de asumir, no logran hacer pie o viven caminando arriba del alambre.

Los contactos correctos y la dinámica que el "Colorado" imprime a la política son parecidos en tiempo y forma a lo que pretende Macri para llevar adelante su misión con la menor cantidad de obstáculos posibles. Como dicen muchos, ¿será la hora de Marcos Peña, el preferido de Mauricio, u Horacito tendrá margen para meter la cola? Ah, a mitad de año se vienen los primeros cambios, eso nos podrá dar una pista de ese futuro hoy tan lejano?

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