En una breve y contundente conferencia de prensa, el jefe de Gobierno acusó a la SIDE y a su titular Miguel Ángel Toma, de pergeñar la maniobra del postergamiento de las elecciones de la cuál también hizo cómplice a la jueza María Romilda Servini de Cubría por haber decretado la suspensión.
Más allá de que la chapa ya estaba puesta, la mitad de los funcionarios asistentes resistían cual fedayines con su discurso de "ésto lo van a pagar", mientras otros más pragmáticos, evaluaban la posibilidad de un mejor escenario, prolongando en el tiempo la fecha de los comicios. Sin embargo unos y otros aplaudieron por igual a su jefe, que abandonó el recinto -tras atender a los medios televisivos- con la satisfacción de la denuncia cumplida.
Al jefe de Gabinete, Raúl Fernández, se lo veía relajado luego de la estresante negociación en la que había "cerrado" al socialismo y al ARI, y en la que sólo restaba orejear la baraja radical para jugarla dentro del quebradizo tablero.El resto de los funcionarios, muchos de ellos muy enfrentados entre sí luego del congreso del sábado pasado, matizaban la incipiente noche charlando con la legión de periodistas que la noticia había convocado.
Ibarra subió puntualmente, de sobrio traje azul oscuro, con su hermana, la senadora Vilma a un lado y el resto del gabinete en hilera. La subsecretaria Legal y Técnica, Alejandra Tadei con innumerables carpetas intentaba brindar sustento legal a lo hablado por su jefe. (ver nota aparte)
Ibarra habló poco y pegó fuerte sobre Toma y Servini, tratando en todo momento de trazar un paralelo entre la situación porteña y la catamarqueña. "Allá quemaron las urnas, acá no nos entregan los padrones" dijo Ibarra con voz firme.
Mientras tanto, contradiciendo lo que decía el lord mayor, un secretario y otros funcionarios expertos en futurología decían: "Baja Ricardo López Murphy y quizás Daniel Scioli, eso le resta a Macri mientras que a nuestro espacio, ya casi cerrado, nos da oportunidad de consolidarlo, sobre todo en la centroizquierda que ya no puede venir más nadie". Una sola sombra caía sobre esa conjetura y era la imposibilidad que la actual arquitectura institucional de la Argentina impidiera seguir votando luego de las nacionales.
El fallo de la discordia era entregado una y mil veces por las atentas empleadas de prensa del Gobierno de la Ciudad. La conferencia se acababa con caras y caretas de todo tipo, como en esas escenas donde es imposible de descifrar si se trata de un cumpleaños o un velorio. Todo cortito y al pie, la pelota quedó picando, se pudo ver claramente cuando Ibarra la clavó en el ángulo, pero lo que nadie pudo ver es cómo fue la jugada previa.