2027: O construyen un nuevo federalismo político o llegará un cisne evangélico

2027: O construyen un nuevo federalismo político o llegará un cisne evangélico

Opinión


A pesar del incremento de la dinámica de cambios y alineamientos en la política mundial, dos años en la Argentina siguen siendo mucho más tiempo que en el resto del mundo. Con las elecciones legislativas recién ganadas por el oficialismo, que legitiman los nuevos movimientos que intenta realizar respecto a los dos años anteriores, la situación no parece estar muy fácil para enderezar un barco que estuvo cerca de hundirse hace menos de un mes. Es imposible creer que no sólo se mantendrá a flote, sino que navegará con precisión y velocidad en el corto plazo. Más bien la pregunta es cuándo pasará por el astillero para una reformulación y reparación de sus capacidades. Quizás la única nueva adquisición que promete explorar nuevos caminos sea la del ministro del Interior Diego Santilli, un avezado negociador que es justamente lo que le falta al gobierno. Pero aquí nacen de nuevo las dudas, muchas de las cuales provocaron más allá de las revueltas internas que eyectaron a Guillermo Francos de su jefatura y de su rol. Una vez que el “Colo” termine su recorrida por las distintas provincias no peronistas (en un incomprensible acto de discriminación ideado por el Presidente Javier Milei), habrá que ver el grado de compromiso y cumplimiento de las cuestiones acordadas por Santilli con los verdaderos guionistas de esta relación: el ministro de Economía Luis Toto Caputo y el propio Presidente. Allí radica la fábrica de truncar acuerdos, en dos pasos, primero en el quinto piso de Irigoyen y luego de lo que queda, otro nuevo recorte en la Casa Rosada.

El teorema de Saadi

El ex gobernador de Catamarca, Vicente Leónides Saadi acuño una frase histórica que junto al teorema de Baglini constituyen dos verdades que resisten el paso del tiempo. Don Vicente, un gran conocedor de las relaciones federales decía que “los acuerdos entre la Nación y cada una de las Provincias se deben pagar al contado o no habrá acuerdo”. Ese es el desafío del Colorado Santilli en esta etapa, cómo convencer a los gobernadores de las dificultades de cumplir con el teorema en cuestión. Hay algunas cuestiones que atender respecto de esta situación. Durante buena parte del año en curso, los gobernadores variopintos más dialoguistas con el gobierno, y que le votaron casi todo en el año 2024 (Ley Bases, protección del Decreto 70) luego giraron su postura y en los últimos tres meses antes de las elecciones le propinaron importantes derrotas al oficialismo en el Congreso, teniendo el Presidente que recurrir al incómodo método del veto permanente que encima se lo ratificaron los parlamentarios en la emergencia pediátrica y los temas de discapacidad. Mientras tanto en este escenario post electoral antes del recambio de la formación legislativa, le vaciaron el Congreso a la oposición impidiendo el último embate con los números actuales. Esto se verifica mientras se suceden las charlas entre el Gobierno y esos gobernadores, que tienen que gestionar con más velocidad para respaldar sus reelecciones. Una paz limitada, que verá la luz en el Presupuesto para dar paso luego a las tres reformas que conforman la prioridad política del gobierno para este año. La laboral, los cambios en lo previsional y por último la tributaria. Seguramente todo este berenjenal se dirimirá en sesiones extraordinarias y terminará quién sabe cuándo y cómo.  Los gobernadores “aliados”, ya mostraron la cara colaborativa como la confrontativa. El teorema de Saadi ronda en sus cabezas, el Gobierno aquí tiene la palabra y el dinero necesario.

Se puede seguir sin oposición o tratar de crear algo nuevo

En condiciones normales y ciñéndonos a los resultados legislativos de octubre, tanto como al anterior ballotage presidencial de 2023 la tarea se mira como misión imposible. El rechazo a lo que vivió la sociedad en el gobierno de Alberto Fernández (presentada como la síntesis del peronismo y del kirchnerismo de manera insistente) no deja lugar a dudas. Hay hartazgo social por determinados nombres y prácticas, y eso no cambiará si continúan en el mismo camino. Más bien se agravará. El presente de esta fuerza tiene bastantes problemas. En la Provincia de Buenos Aires, el poder está siendo disputado por la ex presidenta Cristina Fernández y su hijo Máximo, con el gobernador Axel Kiciloff, aunque el poder real esté en manos de los intendentes que ya se están cansando de poner los votos y no recibir nada a cambio. Nada de esto se resolverá sin rupturas o quiebres, desde estas páginas sostuvimos antes de la elección de setiembre que la “unidad” alcanzada era parte del problema y no de la solución. Los intendentes y los concejales de cada partido militando a destajo y defendiendo sus porotos hicieron creer a los más capitos que el éxito era por la fecha o por la unidad. Ninguna de las dos cosas. Solo queda por resolver aquí quién representará el poder político de quiénes ostentan los votos y no son ninguno de los tres grandes del buen humor. Kiciloff sin romper con Cristina no tiene ninguna chance y tampoco está muy claro que la tenga si lo hace. Sergio Massa tiene una dimensión nacional que en la Provincia nadie más posee y eso le permite tener algún juego extra que sus compañeros provinciales. Su mayor virtud fue su silencio hasta ahora. Veremos si el animal vuelve por todo y de qué manera. Tampoco tiene nada asegurado.

Luego está -devaluado- el peronismo federal. Un solo dato nos recuerda que el peronismo en 1983 ganó en 20 provincias y en el 2023 solamente en 6. Un retroceso violento que se siente cada vez más en la poca sintonía que en los últimos 15 años el interior tuvo con el esquema “conurbanizador en PBA” del peronismo que adoptó Cristina. La relación a pesar de algunas fotos de ocasión es muy mala y la descoordinación es absoluta y los planes a seguir también. Todo indica que, en el próximo año, cuando se empiece a armar el escenario del 27, la Provincia para el PJ y aliados estará rota y una parte de ese peronismo mantendrá la misma impronta y otra porción buscará nuevas formas de asociación con el resto del país, algo que no sucede hace ya demasiado tiempo. Habrá que ver si ya nos es tarde para ello, pero la “unidad” de este año, perderá más feo aún de continuar esa senda. Los unidos son cada vez menos.  Sin programa y sin recambio de figuras no tienen ninguna chance.

¿Es posible ganarle un ballotage al oficialismo?

En las condiciones actuales no, es imposible. Y aunque el gobierno no pueda sostener la gobernabilidad en la línea de lo que hizo los últimos dos años, tampoco el peronismo en su estado actual será la alternativa elegida. Podrá haber mucha resistencia en las calles, en las fábricas y en todos lados, pero difícilmente la realidad política gire en esa dirección. No es que va a desparecer el peronismo, pero probablemente los movimientos necesarios para volver a ser competitivo traerán nuevos nombres y quizás rupturas con los defensores del status quo. Nadie discute programas alternativos en la ya famosa inútil unidad. Las rupturas parecen estar llegando en ese proceso de resistencia a Milei y su esquema de entrega de soberanía, con eje en lo financiero, que se irá generando seguramente a partir de mayo/junio del año entrante.  Las provincias no serán ajenas a esta situación ya que la situación es ya desesperante en cada una de ellas y el apoyo de los Estados Unidos, además de ser finito en dólares (como lo demuestra el paso atrás con los 20.000M de bancos), no impacta en la gente, en el mejor de los casos acomoda parcialmente la macro hasta que explote como en octubre pasado y requiera otro salvataje más, esta vez poco posible.

Uno podría imaginar en el escenario a las derechas agrupadas del ballotage en torno al 42-45 por ciento a nivel nacional, si el PRO y otras realidades provinciales de ese signo, siguen aportando sus votos al desastre que se avecina, algo que obviamente estará en duda, pero que lo damos por bueno aquí, hoy es así.

Una fuerza federal (con un proyecto a tono) que corrija y optimice la mala experiencia de Provincias Unidas de este año y que fundamentalmente contenga al peronismo no kirchnerista de las 24 provincias, incluso con la expresión peronista de PBA adentro. Y luego el kirchnerismo en otro espacio, hoy prácticamente reducido a la Cámpora en este esquema quizás junto a las distintas izquierdas formando un tercer polo de aglutinamiento social.

Si las cosas avanzaran en ese sentido, dos cosas podrían pasar. El oficialismo podría perder el ballotage ante la conjunción de las dos fuerzas restantes, algo impensable por estos días y el peronismo quizás la Provincia de Buenos Aires, aunque esto dependa del tipo de fractura que tenga. Si los intendentes, tanto radicales como peronistas, finalmente van juntos en un nuevo proyecto federal, distanciados del kirchnerismo, la deberían mantener.

Nada será como se ve hoy. Faltan ideas, programas concretos, definiciones fuertes y recambios de dirigentes en la oposición. Si esto no sucediera el lugar quedará libre y se le abrirá el camino político a cualquier innovación, otro experimento como el actual del panelista, quizás sea el evangelismo que viene buscando entrar cada vez con más fuerza, y esta vez con uno de sus mejores cuadros, Dante Gebel prometiendo lo que todo argentino (y el mundo entero) quiere: la esperanza de una vida mejor. Están todos avisados. Dios vigila.

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