Repasemos: el asentamiento de Parque Roca se creó para alojar a las cientos de familias que sufrieron el incendio de su asentamiento original, Villa Cartón, ubicada bajo la AU7, en febrero de 2007. El refugio en el Parque Roca iba a durar seis meses y duró más de dos años. Las obras de las viviendas prometidas por el Gobierno porteño a casi 300 vecinos están a cargo de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, dentro de su proyecto de vivienda, "Sueños Compartidos". Y forman parte del extendido Plan Federal de Viviendas. Y se están construyendo con mano de obra proveniente de los mismos beneficiarios. O sea, muchos de estos vecinos construyen sus propias casas, en terrenos ubicados en otro extremo sudoeste de la Ciudad: en Avenida Castañares y General Paz.
Pero el Parque Roca fue usado también por el Gobierno porteño como refugio para muchas familias provenientes de otros barrios y asentamientos. Eso, más la situación deplorable de las instalaciones sanitarias, de agua y electricidad, produjo un virtual colapso y obligó a la intervención judicial, sin cuya ayuda no se hubiese llegado a una salida acordada entre los refugiados de Villa Cartón y el Gobierno porteño.
El sábado pasado, el legislador Juan Cabandié celebró el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, junto a la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner. Ese día, casi mil mujeres de militancia barrial, en el estadio del club Jóvenes Deportistas de Villa Lugano, recibieron de boca del legislador esta maravillosa música: "Si hay un sector social que siempre se sobrepuso a las peores crisis de nuestra historia, son las mujeres". Entre las mesas, junto a cientos de militantes sociales, hormigueaba un número puesto de estas páginas: Mabel, la referente del comedor "La Misión", del asentamiento de Parque Roca. Mabel es una de esas tantas mujeres argentinas que hacen honor a su género a partir de su intransigencia, de su amor al prójimo y de su innegable condición política de no negociar con la exclusión ni el hambre de los chicos.
Noticias Urbanas habló con Mabel. Estaba excitada, alterada, había podido acercarse a la ministra nacional, pero apenas sí contenía el nudo de su emoción expuesta a oídos oficiales: "¿Adónde ir ahora que nos tenemos que ir?".
Alrededor de esta pregunta es que siguen sufriendo los vecinos de este asentamiento, cuando es casi inminente su "desalojo" en buenos términos: el próximo 16 de abril el asentamiento debe quedar vacío de estas familias rodantes. Pero este tiempo de descuento no les ahorra problemas.
Hasta el día de hoy, es un hecho que ninguna familia recibió subsidios y todos están expectantes de hacerlo. Las charlas entre vecinos se suceden a la velocidad de la luz, ante cada rumor de rumor de rumor? En estos días, los abogados que defienden a los vecinos, pasarán a confirmar el acuerdo entre las partes. De ser así, será imperioso que las familias empiecen directamente a pasar a lo concreto: firman, cobran subsidio y (¡ahí mismo!) un camión municipal hará el traslado a donde corresponda. Ese último pasito es el problema y la preocupación hoy. El acuerdo tiene un número: 25 mil pesos de subsidio por familia.
Las familias, las que tienen más de tres chicos, o incluso algunas con dos chicos, fueron a recorrer las inmobiliarias de la zona para alquilar. La idea es aguantar cerca el tiempo que tardarán en recibir sus viviendas definitivas. A Lugano 1 y 2, al complejo habitacional Soldati, hasta a Caballito fueron, y nada. No hace falta ser muy ducho para entender que nadie quiere irse de la Ciudad. La respuesta inmobiliaria es no. ¿Por qué? Porque tienen hijos. Vaya razonamiento ecuménico. El problema es que tampoco aceptarían la garantía que el Gobierno porteño les daría (todo en circunstancial). El peso de esa garantía es peso pluma.
Cuenta Mabel que hay familias que "hasta dicen que no se van a ir, pero saben que se tienen que ir". Lejos de la euforia, lejos de la sensación de dar un paso, Mabel es consciente de que a esto que llegaron todos juntos tiene una raíz, y es justamente ésa: llegaron todos juntos. En medio de este clima, Mabel intenta negociar el mantenimiento de su comedor, aunque sea, en el barrio Bermejo, cerca de Avenida General Paz y Castañares, donde se están construyendo las nuevas viviendas.
Otro vecino, Eduardo, es realista y está motivado: "El que busca encuentra", dice. Claro que su búsqueda se centró sobre algo a lo que no todos se quieren resignar: a comprarse una casita de material en alguna villa cercana. Por ejemplo, en la villa 21/24 de Barracas, Eduardo encontró una casa de 3 ambientes en bastante buen estado. Un boleto de compra-venta, un censo o hasta un recibo bastarán para sellar esa operación, asegura. "Hay casas de 22 mil pesos, de hasta 35 mil pesos, a la que muchos vecinos pueden llegar", dice Eduardo. También cruzó la "frontera" y estuvo mirando precios en la provincia. "Encontré en Moreno un terrenito con casa, lindo, donde se puede construir, aunque sin agua potable, a 32 mil pesos". Pero comparte la idea de que la Ciudad es terreno sagrado. Y de que hay que hacer lo posible para permanecer en ella.
"El peligro de muchas familias es volver a la villa", dice Mabel. Hay de todo: están los que alguna vez cobraron un subsidio, se fueron quizás a sus provincias de origen, pero al permanecer en el censo, vuelven por lo suyo (recordemos que estas viviendas no son un "regalo", sino el resultado de una situación que hizo pinzas: la larga lucha por la vivienda y el incendio que los dejó sin asentamiento), están los que ya consiguieron el temporario recibimiento de sus familias (casi todos en la provincia), están los que irán solos a hoteles, y están las familias que no tienen adónde ir y que comenzaron la frustrante búsqueda. Una madre que prefirió el anonimato, dice que "lo más grave de todo pasa por la cercanía con la escuela, con la salita donde los chicos se atienden". "Y ni hablar los trabajos: no es lo mismo cartonear en la zona que tener que venir todos los días de la provincia".
Hay un detalle: el acuerdo logrado estipula que si se incumplen los plazos, es decir, si dentro de un año y medio, como reza, las viviendas definitivas no están, se les otorgará nuevamente el subsidio. Este detalle es caro a la emoción de funcionarios. Y no debería perderse de vista. Uno de los tantos vecinos que trabaja en la obra, off de record, reconoció que el plazo de un año y medio para la finalización de la obra es utópico. Fuentes del IVC hablaban de instrumentar presión sobre la Fundación constructora, a los fines de que apure los tiempos.
A casi un mes del desalojo nada nos habla demasiado de las virtudes que entraña. Paciencia nunca faltó. Esperanza menos. Aunque empieza a flotar una nube negra de escepticismo a raíz del quiebre de lo que fue la fórmula básica de su lucha: "Finalmente, nos dividieron", concluye Mabel.