Vilma Ibarra había festejado el fin de año, exultante, pensando en el fortalecimiento de su línea interna dentro del Gobierno porteño, en el marco de una alianza que venía tejiendo con el ex secretario de Seguridad, Juan Carlos López, su amigo de años y el primer funcionario caído en desgracia tras la tragedia de Cromañón.
Pero el incendio de Once le trastocó drásticamente los planes.
Los funcionarios que renunciaron a raíz de la crisis política desadata tras la tragedia pertenecían, básicamente, a la línea "vilmista" dentro de la estructura porteña (López, Fabiana Fiszbin, Marcelo Antuña), tradicionalmente enfrentada al del jefe de Gabinete, Raúl "El Colorado" Fernández, el máximo operador del jefe de gobierno.
Vilma bajó el perfil después de Cromaón; se cuidó de hacer declaraciones públicas y se mantuvo cerca de su hermano en las múltiples instancias en las que detonó la crisis: las dos presentaciones en la Legislatura, la convocatoria al referéndum, las mesas de armado de estrategias en el convulsionado escenario capitalino.
"Estamos complicados con las firmas", se lamenta Vilma en la mesa chica del triunvirato porteño, compuesto por Ibarra, Fernández y la senadora.
Monitorea habitualmente las encuestas de seguimiento de imagen de su hermano y consulta relevamientos de opinión sobre la convocatoria porteña que, en su mayoría, arrojan datos desalentadores: es que el grueso de los porteños rechaza el referéndum.
En cambio, está a favor de que Ibarra se quede y enfrente las derivaciones de la tragedia.
"Por el momento, no hay plan B, si fracasa el proceso de juntar firmas y nadie está analizando otro escenario que no sea el referéndum", apuntan, sin embargo, en la intimidad del entorno de la hermana de Ibarra, preocupados por una herramienta que se va complicando en la práctica.