La semana no pudo haber sido peor para Aníbal Ibarra. El lunes arrancó con ratas en tres colegios de la Ciudad –hecho que derivó en una intervención judicial por 60 días en esos establecimientos-, después le siguió una protesta escolar por fallas edilicias en una escuela de San Telmo, la intervención del neuropsiquiátrico Moyano y por último el procesamiento por homicio culposo de cinco ex funcionarios porteños en la causa que investiga la tragedia de Cromañon.
Aunque el procesamiento -que incluye a la ex Secretaria de Control Comunal, Fabiana Fiszbin- ya lo esperaban, lo cierto es que no ayudó demasiado a un panorama que es, de por sí, preocupante.
“Estamos, otra vez, en Bagdad”, grafica un funcionario del gabinete ibarrista y habitual interlocutor del jefe porteño. De ahí que Ibarra planea para este fin de semana una reunión con sus principales asesores para elaborar una estrategia a seguir ante el nuevo escenario.
Según lo definido en Bolívar 1, en los próximos días se lo verá a Ibarra acusando nuevamente al macrismo de intentar desestabilizarlo, aunque apelando ahora a “otras vías”, según dicen en su entorno.
En la misma línea argumental que en el verano pasado, Ibarra atacará a la oposición –entre los que incluye, ahora, a Milcíades Peña que, según cree, fogoneó la protesta en uno de los colegios porteños- por su “falta de apego a las instituciones” y por propiciar el “caos utilizando a la Justicia”, según admitió en off the record un vocero de Ibarra, en diálogo con NOTICIAS URBANAS.
El razonamiento del ibarrismo es así: la gestión de Juan José Alvarez colocó los estándares de seguridad de los edificios de la Ciudad en el “nivel de Estocolmo”.
“Si nos guiamos por ellos –dicen en el gobierno porteño-, todos los edificios son inseguros; el macrismo sabe esto, pero en vez de acordar con nosotros y ver cómo llegamos a esos niveles en tres años, fogonea la crisis”.
Por su parte, el kirchnerismo parece haber variado la estrategia hacia su aliado porteño. Si antes pujaba por más lugares en el gabinete de Ibarra, ahora, con la disolución de un referéndum relegitimador, prefiere no quedar “pegado” a su socio y seguir apoyándolo con menor visibilidad.
Un ejemplo de este viraje hacia la discreción es la luz verde que Alberto Fernández le dio a Diego Gorgal, el secretario de Seguridad que sucedió a Juan José Alvarez, en lugar de colocar en ese puesto a un K auténtico, aunque Ibarra se los había ofrecido.
Así las cosas, el jefe de la Ciudad planea para las próximas horas un encuentro con Raúl Fernández, al que se sumaría el vice Jorge Telerman y Eduardo Epszteyn para definir nuevas lineas de acción ante una realidad política compleja