La última fue una semana de gran contacto con los medios de comunicación para el fiscal federal Alberto Nisman, quien fue hallado muerto anoche en su departamento de Puerto Madero. La prensa lo contactó y publicó sus testimonios en forma diaria luego de que trascendiera la denuncia y el pedido de indagatoria que hizo caer sobre la presidenta Cristina Kirchner, el canciller Héctor Timerman, el diputado Andrés “Cuervo” Larroque, el dirigente kirchnerista Luis D’Elía y el jefe de Quebracho, Fernando Esteche.
En una de sus últimas declaraciones al diario Clarín, la semana pasada, había dicho: “Yo puedo salir muerto de esto […] Desde hoy mi vida cambió. Es mi función como fiscal y le tuve que decir a mi hija que iba a escuchar cosas tremendas de mi persona”, había expresado.
En su último diálogo con La Nación, Nisman había enfatizado ante las críticas de los dirigentes kirchneristas a su denuncia: “Todo lo que tenga que decir el imputado Timerman, porque es canciller pero es imputado, lo va a decir delante del juez. Ratifico la contundencia de la prueba que tengo”, contestó Nisman ante las descalificaciones que había lanzado el ministro sobre su denuncia contra la Presidenta.
Sobre su relación con el ex director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia Jaime Stiuso, Nisman había señalado: “Yo usé una mínima parte de los informes de inteligencia de Stiusso, no porque fueran malos, sino porque no se podían usar. Eso lo ponía de malhumor a Stiuso. A mí no me manejó ni Stiusso ni nadie. Las decisiones las tomo yo y son exclusivamente mías. Se ha creado un mito alrededor de esta persona”.
Y había anunciado: “Le acabo de pedir al secretario de Inteligencia (Oscar Parrilli) que levante el secreto sobre la identidad de los agentes involucrados. Nadie más interesado que yo en que la gente evalúe la prueba”.
Nisman había reaccionado luego de la conferencia de Timerman, en la que el canciller exhibió una nota enviada a las autoridades de Interpol en la que les requería que mantuviera vigentes las capturas internacionales contra cinco ex funcionarios iraníes que están prófugos, como sospechosos del ataque a la mutual judía.
Nisman había denunciado que Timerman buscó levantar las circulares rojas de Interpol, que impiden a los buscados salir de Irán sin ser detenidos, a cambio de que la Argentina pudiera comprar petróleo y vender a Irán armas y granos.
Para rebatir la carta, Nisman había explicado que una cosa es un pedido de captura, que lo libra un juez y sobre el cual Interpol no tiene facultades para revocar, y otra una circular roja, que la hace Interpol cuando admite el pedido de captura internacional, lo comunica a sus delegaciones en el mundo y permite que el sospechoso sea detenido. De hecho, en la causa AMIA hay ocho sospechosos con pedido de captura e Interpol libró circulares rojas sólo sobre cinco de ellos. “Timerman no pudo reclamar a Interpol que mantenga las capturas porque Interpol no tiene facultad sobre eso, sólo sobre las circulares”, había puntualizado Nisman.
Respecto de las escuchas en las que se basó para hacer su denuncia, Nisman había aclarado que no se trataba de intervenciones nuevas, sino que son escuchas legales que “datan de hace ocho años”. Había dicho que eran “teléfonos que ya estaban intervenidos”, especialmente el del supuesto agente Alejandro Yussuf Khalil.