Ibarra y Alberto Fernández se miran de reojo, pensando en el 2007

Ibarra y Alberto Fernández se miran de reojo, pensando en el 2007

Si bien es firme la alianza que supo tejer Aníbal Ibarra con el peronismo a nivel nacional, su relación con los herederos de Perón no siempre marchan por carriles aceitados. El jefe de Gobierno porteño se lleva bien con Kirchner y con Alberto Fernández, pero en las segundas líneas que responden a ambos menudean los combates. El motivo que enfrentará a Ibarra y Fernández en algún momento es la Jefatura de Gobierno en el 2007, en la que ambos juegan su propio juego. Es posible que ni siquiera Vilma Ibarra pueda mediar entre ambas aspiraciones


A pesar de la fuerte alianza que supo anudar con el presidente Néstor Kirchner, Aníbal Ibarra no siempre logra tenerlas todas consigo en su relación con el peronismo, kirchnerista o no.

Hace algo menos de un mes -el seis de diciembre, para ser más precisos- Ibarra sufrió en carne propia la dinámica del peronismo. Ese día, el presidente de la Nación, acompañado por el jefe de Gabinete de ministros, Alberto Fenández y por el número dos de la SIDE llegó repentinamente a las 16:00 al restaurante Plaza del Carmen, ubicado en Triunvirato y Olazábal, que había sido asaltado dos veces en una semana, para hablar con sus dueños y con los vecinos.

Ibarra, que vive a sólo una pocas cuadras del lugar y que es además -se supone- el jefe político del distrito, ni siquiera fue avisado de la jugada del presidente, que, según fuentes gubernamentales, fue pergeñada por su jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Este último es el hombre que ya pelea palmo a palmo con Ibarra el derecho a sucederlo en la Jefatura de Gobierno porteña en el año 2007, algo que le quita el sueño al ex fiscal, que aspira a ser él mismo el gran elector en esa instancia.

Si bien la relación política y personal entre ambos es civilizada y hasta por momentos amable, ninguno puede disimular sus ambiciones. La hermana del jefe de Gobierno, la senadora Vilma Ibarra, intenta a menudo acercar las posiciones de ambos, a veces con escaso éxito.

Dos ejemplos de esta tensa buena vecindad fueron los episodios que culminaron con la designación del nuevo gabinete porteño y con la del vicepresidente primero de la Legislatura. En ambos casos, los kirchneristas pelearon inútilmente sus lugares, en sendas jugadas a las que no fue ajeno el propio jefe de Gobierno porteño, que se mostraba reacio al avance de aquellos.

De todos modos, la confrontación ocurrió hasta ahora en las segundas líneas mucho más que entre ambos líderes políticos. El fin de la pelea sigue siendo, de todos modos, el mapa político que quedará delineado el 10 de diciembre de 2007, en el que Alberto Fenández quiere figurar como jefe de Gobierno, en tanto que Ibarra, que no puede aspirar ya a la "re-re", desea ver en ese sillón a uno de sus preferidos. ¿Será, finalmente, Jorge Telerman el gran beneficiario de una pelea que hoy lo tiene muy lejos de la primera línea de combate?

No será el tiempo el que dilucidará estas cuestiones, sino la evolución de la relación entre dos hombres que tienen mucho en común, inclusive más de lo que la gente piensa.

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