Prohibamos los autos

Prohibamos los autos

* Director de juventud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires


“¿Por qué me duelen los ojos? – Porque nunca los has usado”. Una de tantas frases que le dice Morpheus a Neo en Matrix cuando le quiere explicar que el mundo como lo conoce no es así. Y a veces tengo la sensación de que algo parecido nos pasa. Damos por verdades absolutas cosas que no lo son, o podrían no serlo.

Algún día las guerras y los intereses mundiales quizás sean por el agua, como dice Carrió. Pero hoy no. Lo que mueve a la política internacional es el petróleo. Si tomamos en cuenta la tasa de consumo creciente de los últimos cinco años podrían quedar no más de 30 años de reservas probadas en todo el mundo.

El petróleo no se usa únicamente en automóviles, como tendemos a creer en los grandes centros urbanos. Aparece como un factor predominante en cada proceso productivo. Es decir, cuando el petróleo aumenta, todos los productos aumentan.

En no mucho tiempo nos vamos a encontrar con un mundo sin petróleo, o sea, sin nafta. Podemos gritar, patalear, insultar y hasta negarlo. O podemos aceptarlo y por una vez adelantarnos a los hechos.

El recorte empieza por casa. El primer lugar que se va a quedar sin nafta es el consumo privado. Un día no vamos a poder usar los autos para movernos en la ciudad. Y la pregunta que nos tenemos que empezar a hacer es: ¿son necesarios?

Podríamos prohibir los autos en los grandes centros urbanos. Automáticamente los colectivos se convertirían en metrobus. Reducirían el consumo de combustible y realizarían los mismos trayectos en la mitad o menos del tiempo. La gente viajaría mejor. Tardarías lo mismo de Chacarita al centro en subte que en colectivo.

Si los colectivos toman las avenidas podríamos liberar las calles para bicicletas normales y eléctricas. Estas últimas tienen una autonomía de 50 km con 30 centavos de electricidad y pueden ir hasta a 30 km por hora. Podrías ir de Belgrano al centro en 30 minutos sin pedalear.

Automáticamente combatimos el sedentarismo y la obesidad. La reducción del gasto que implica tener cientos de miles de autos en la Ciudad se volcaría automáticamente a otros rubros de consumo generando los puestos de trabajo que se perderían cerrando esa industria.

Y la inseguridad. La bendita inseguridad. ¿Cómo podrían salir a robar sin una moto o sin un auto? La policía debería mantener los autos y por primera vez ganar en tecnología y herramientas a los delincuentes.

Para los cómodos y gastadores, para los que disfrutan del taxi como un consumo casi exótico, podríamos mantener la misma flota pero con autos eléctricos, también con calles preferenciales donde los viajes serían mucho más cortos y se mantendrían los puestos de trabajo.

Mejor estado de salud. Menos gasto. Menos inseguridad. Más tiempo libre para disfrutar. Viviríamos más años, con menos estrés. Viviríamos mejor.

¿Se imaginan ala Ciudad de Buenos Aires sin ruido? Dormiríamos más y mejor. Gritaríamos menos, nos escucharíamos más. En una de esas hasta motiva a los viejos fósiles de la política a escuchar más y gritar menos, vamos de a poco.

Esto no es un sueño ni una utopía. El problema de los combustibles nos va a explotar en la cara y sin dudas nuestra apuesta tiene que ser a prevenir. Correrla de atrás no es una opción.

En menos de 40 años estaremos cerca de ser más de 10 mil millones de seres humanos. ¿Hay planeta para tanta gente? No se trata de planificar, de una política pública, se trata de sobrevivir.

¿No es una ciudad que vale la pena imaginar?

* publicado originalmente en infobae.com

 

 

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