Da lo mismo Fiat o Peugeot

Da lo mismo Fiat o Peugeot

Por Fernando Riva Zucchelli.

Es difícil definir qué es la nueva y qué la vieja política. La vieja-nueva política, término que supimos acuñar, es la síntesis de lo que fue mutando, en un cambio que empezó por las formas y aún no llegó al fondo de la cuestión.


Es difícil definir qué es la nueva y qué la vieja política. También afirmar que una es mejor que la otra o viceversa. Otro error es pensar que la nueva no tiene nada que ver con la vieja, y nace de un repollo luego del ?que se vayan todos?, una demanda social que jamás se hubiera cumplido de modo absoluto. La vieja-nueva política, término que supimos acuñar, es la síntesis de lo que fue mutando, en un cambio que empezó por las formas y aún no llegó al fondo de la cuestión.

El progresismo de la Ciudad -de la mano de Carlos ?Chacho? Álvarez- resultó señero a la hora de nominar las cosas, pero las cosas dejaron de llamarse por su nombre y Darío Alessandro, Elisa Carrió y Aníbal Ibarra, entre otros, se dieron el gusto de hablar de otro modo sobre cualquier cosa y hacer bastante menos de lo que se hablaba, que era novedoso y moderno: lo importante no era lo que se decía sino cómo, excusa para no referirse nunca al continuo político que vendría detrás de las palabras.

Es más: si nada era lo mismo, el hueco futuro no salía en el noticiero (ni en ése ni semanas más tarde), ya que la gestualidad dominaba los escenarios y las presentaciones y anuncios (con power point, y a veces música acorde), reemplazaron a los dichos acerca de los rumbos políticos y su manera de afrontar los planes concretos, esos que necesitan de una o más ideas, pero se pueden expresar en cinco minutos y con un cuaderno y un lápiz. Pero el show no cierra cuando un gobierno es incapaz de convocar a por lo menos cuatro canales (entre ellos dos de cable), el doble de radios contando Radio Ciudad y las tres agencias de rigor. Las cámaras no se encienden por cualquier truchada, los medios no son tan necios como cuando empezó esta costumbre de anunciar cualquier cosa -como ?Tu perro Tu Caca?-, porque ahora hay que saber qué truchada hacer y cómo, para que tomen el mensaje que todos saben no le interesa a nadie, todos intuyen que poco se va a cumplir pero sin embargo cada uno ocupa su rol en el juego y nadie compromete al conjunto. Ser socio o pertenecer tiene sus privilegios.

Sabemos que las cámaras y los movileros de TV van por delante, tanto en la pauta publicitaria como en los tiempos en que atienden los actos; con suerte, las radios logran empardar si alguna tiene posibilidad de sacar en directo a la estrella y su dial está en el top ten del encendido que mide IBOPE (esta acción se realiza con auriculares), para luego atender a los gráficos y a los digitales en un primer anuncio breve: el tiempo extendido suele llegar al final del evento; esos son los que ligan el folleto cuatro colores que explica lo inexplicable, a veces un souvenier simpático de acuerdo a la temática, si no es culposa o dramática, y se presenta de manera divertida, repositiva.

De todas formas, de tanto quedarse con los que más entienden, menos boludeces preguntan y menos bolazos se tragan más allá de lo que luego sugieran escribir los jefes, en caso que de vuelta a la redacción los dejen escribir. Luego vendrá la sentada a la mesa de los disertantes (para el caso que sea más de uno) y la montonera de fotógrafos arrodillados hacia la instantánea que saldrá en el portal a la hora o esperará a la edición impresa del día siguiente. Seguramente las caras denotarán lo mismo que los souveniers: se sabe, si lo que viene es una buena o una mala noticia midiendo el índice de preocupación, no sólo los funcionarios sino, simetría absoluta, de sus jefes de prensa.

Es muy raro que un vocero sea lo suficientemente piola y valiente para no creérsela y comunicar a su contraparte periodística lo que debe comunicar, sin enredarse en gesticulaciones y poses que no le pertenecen, esas que son propiedad de los jugadores, no de los auxiliares. O se ríen todos o no se ríe nadie, y el público aplaude o murmura según lo que va escuchando de congéneres funcionarios, algo que los más vivos ya saben hace veinte días y los perejiles gozan con el anuncio que tienen ?de primera mano, no me lo contó nadie, yo lo escuché?.

La nueva política tiene ahora otra versión, que si bien se sostiene en los conceptos anteriores, recompone, milagros de la genética, lo que la otra nueva política había agotado sólo en una década. Sí, ahora se pueden ver tipos distintos, con otra matriz, no son lo mismo de siempre, lo que no quiere decir que sean mejores o peores.

El gabinete está lleno de extraños para expertos en caras conocidas, hay pocas figuritas repetidas en los sillones principales de la Ciudad, son casi todos novatos en el Estado, provenientes de empresas parecidas o del mismo grupo que integra el jefe de la gestión, son definitivamente diferentes. Hacer política, que es para lo que fueron votados, está casi prohibido; tienen que gestionar como si no fuera necesaria una política, como si las empresas exitosas anduvieran por el mundo sin rumbo, ni previsión, sin objetivos, sin saber adónde apuntar. Eso también es política y necesita de una densidad que al momento no aparece en los porcentajes requeridos. La especialidad Estado es justamente eso, no es mala palabra, no es ser piquetero o puntero pago, no se puede gestionar bien en el Estado sin ser ducho en la maquinaria que se tiene que poner a funcionar, y los engranajes son varios, los buenos, los malos, los conocidos, los mismos que había en la actividad privada y los específicos del mundo público, lo de todos.

Eso es difícil en un país que sufre crisis en sus principales partidos políticos, poco representativos y descuidados a la hora de la formación de cuadros, de equipos técnicos y profesionales como supo haber. Es más: desde esos espacios emigraron muchos cuadros que estuvieron en gobiernos progres o en esta etapa. Sólo desde el Estado se aprende a manejar el Estado, y ese es un problema de la sociedad porteña y de la argentina en general: un problema que trasciende ideologías.

Pero también parece un tanto apresurado de parte de la oposición criticar la subejecución de partidas a cinco meses de asumido el nuevo gobierno. Un dirigente radical, peronista o frepasista tardaba dos meses en hacer llegar un expediente a un llamado a licitación.

Es lógico que a un macrista le cueste más tiempo, hasta hacerse amigo de una ?botonera? que tiene sus particularidades.

Y no alcanza con el tablero de Control.

Pero para criticar subejecuciones, además de autoridad moral es necesario un tiempo prudencial; si las elecciones -que es lo único que interesa al coro crítico- son en 2009, no se entiende cuál es el apuro. Entonces sí se podrá medir el aceite de este motor que nos vendieron como nuevo.

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