Cien días entre mulas y maulas

Cien días entre mulas y maulas

Por Fernando Riva Zucchelli

El reclamo sectorial del campo penetró otros sectores de la vida argentina, salió por su magnitud de su hábitat rural y llegó a las moles de cemento como nuestra Ciudad, se instaló de callado en la política, que le brinda soporte silencioso y también caló donde más duele para cualquier gobernante: el peronismo federal y su vocación de diálogo.


No lo soñé brama Carlos Solari en "Jijiji" ante una realidad que lo sorprende justo en el "mes de Oktubre", con K y no con C de campo. En el disco siguiente, el pelado le quita la careta al sistema con "todo preso es político", una poética cruda que refiere a nuestras vivencias, en el riguroso tránsito por este bendito país que no deja convulsión sin agarrar, que genera trastornos graves -cuando no tragedias- cíclicamente por su adicción al "quilombo" social que no queda duda que anida en las entrañas de nuestra dirigencia.

Y de allí se llega a la angustia que tortura a millones de argentinos en este momento, cien días de conflicto, para algunos propio, para otros ajeno, para todos cien días de mierda. Podrían seguir los Redondos preguntándose "y cuánto vale dormir tan custodiado"? A ellos (todos los actores de esta novela) no les importa nada, en realidad nunca les importó. Ni a los Miguens ni a los Kirchner.

Así es el juego.

Como aquel sinceramiento brutal de la alicaída economía soviética que realizara Mijail Gorbachov en plena perestroika, cuando en referencia a los trabajadores del sistema comunista dijo: "ellos hacen como que trabajan y nosotros hacemos como que les pagamos".

La inseguridad con los secuestros y muertos, los vaivenes económicos como la hiperinflación y la salida de la convertibilidad, más todos los aderezos que supimos conseguir tras los quince años transcurridos desde que recuperamos la democracia, parecen determinar que la sociedad no genera dirigencia "de la buena" y las instituciones más allá de los discursos retroceden en calidad.

Ésta no es la primer frustración cuando vamos "en leve ascenso" y seguro no será la última. No logramos nunca como nación el desarrollo sustentable, ése el mayor déficit de la política argentina y sólo se alcanza con políticas de Estado. Pero acá la función comienza siempre cuando uno llega y maldice la totalidad de lo actuado anteriormente. Vivimos y morimos empezando.

El ex presidente y principal fantasma del presente (si él los puso, él los puede sacar, pensarán), Eduardo Duhalde, sostuvo hace unos años que "estamos condenados al éxito" por la coyuntura económica por la que atraviesa el mundo y dentro del planeta, los países productores de alimentos y de energía. Pero de nuevo, con todo a favor, "chocamos la calesita". Ingenuidad e impericia. Dirigencia berreta en exceso, en este caso desbordada en el campo y directamente inexplicable en un Gobierno nacional que llega tarde a todas las decisiones, cuando ya no sirven.

A esta altura no es creíble que el matrimonio Kirchner crea que el conflicto continúa siendo entre el campo y su gobierno. No ver las señales que día a día hacen resquebrajar el cimiento construido a partir del voto popular de octubre debilita la apelación al concepto de "neogolpismo" impulsado desde la Rosada como salvavidas democrático. Habiendo sido depositarios dos veces del voto mayoritario, deberían haber aprendido que las mayorías no son golpistas, aunque incluyan trasnochados en su seno, y que los cuatro acusados por CFK no pueden manejar la tropa, ya que la misma excede con creces a la "puta oligarquía", el sector elegido acertadamente por el gobierno para recordarle su apoyo a los golpes. Pero la intolerancia también invade parte de su tropa, resabios de otra época, en su caso de perejiles.

El reclamo sectorial del campo penetró otros sectores de la vida argentina, salió por su magnitud de su hábitat rural y llegó a las moles de cemento como nuestra Ciudad, se instaló de callado en la política, que le brinda soporte silencioso y también caló donde más duele para cualquier gobernante: el peronismo federal y su vocación de diálogo. Empieza otro partido, pero éste es por los puntos.

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