Si hay algo de lo que nada se ha escuchado en ninguna tribuna desde que sucedió la "Gran Cobos", es acerca de quien o quienes serán los que paguen la cuenta en el kirchnerismo por haber diseñado la cadena de errores que llevó al espacio político gobernante a la derrota más humillante, al peor de los escenarios.
Si en algo coincidimos todos los analistas es que esto no debería tener graves consecuencias institucionales en tanto y en cuanto el gobierno haga una lectura correcta de lo que pasó. Todo apunta a que la metodología de gobierno y la calidad y la ?calidez? de su relacionamiento con la política y con la sociedad llegó al agotamiento absoluto. Queda a mi juicio bastante claro que hubo mucho más enojo con las formas que con los contenidos. De ahí lo incomprensible. Cómo el Gobierno se inventó una derrota de esta magnitud es casi increíble, habla de una torpeza que nada tiene que ver con la coherencia sino con la tozudez y la falsa guapeza. Y eso tiene que ver con el futuro posible, no confundir para adelante la coherencia de políticas con el mantenimiento de las mismas formas de ejercerlas.
Parece mucho más fácil canalizar la discusión hacia cómo se conforma la lista de ?traidores? a indagar el porqué se encolumnaron tantos aliados o propios detrás de la propuesta contraria. Mientras dura el shock provocado por el golpe legislativo parece casi normal que no se produzcan definiciones ni se elaboren planes de acción a la altura de la difícil circunstancia. Otro de los ?errores? en los que incurrían ayer jueves en todas las casas y mesas políticas es pensar una salida como si el matrimonio presidencial reaccionara de una manera clásica en la política, siendo obvio que si se llegó a esta situación es por la costumbre oficial de duplicar la apuesta ante cada aviso, ante cada escollo, incluso ante una realidad incontrastable como la que se vivió.
La Concertación Plural además de constituir una falsedad política como opción electoral (aún más frágil que la Alianza), quedó sepultada tras una alud que hoy tiene a los radicales k y los anti k en un camino de exploración de una fuerza que renació más por errores ajenos que por virtudes propias. Su creador, Alberto Fernández es, además de uno de los que más puteó en la madrugada del jueves, uno de los dirigentes que más deben estar pensando en cómo continúa su sitial de privilegio en el esquema de la Rosada. Los humores en Olivos ya hablan de "sangre" y de cambios. Quizás también enroques, embajadas…
Mucha gente calificó la exaltada alocución del ex presidente, Néstor Kirchner del martes pasado en el Congreso como una de las piezas oratorias más disparatadas y ridículas que se hayan escuchado en los últimos gobiernos. Algunos llegaron a comparar ese acto (y el discurso) como el ?cajón de Herminio? del cierre de la campaña de 1983.También Néstor parece ser "de los grandes del buen humor" uno de los que debería callarse un rato largo y salir de escena para permitir que su esposa pueda levantar un globo que hoy marca sobrepeso.
?Los Kirchner son así, no van a cambiar? es la frase más escuchada en las últimas 24 horas. Pero deben cambiar, no de forma de pensar donde todo es discutible, pero sí en la forma de defender las profundas convicciones que pregonan. La sobreactuación de las mismas muchas veces tampoco aportan, el caso de los derechos humanos es uno de ellos, habiendo reinvidicado como ningún gobierno la etapa de la dictadura y la problemática que la rodeó, parece como omnipresente. Nunca Más y sin olvido, pero sería hora de enfocar y relanzar un presente de ese pensamiento.
Siempre muirando para adelante, ya no para atrás. Empezó bien derogando este viernes la 125 y descomprimiendo la conflictividad que había sobrevivido al debate.
De la inconmensurable porción de poder concentrado (desde el ángulo que se lo mire) que heredó Cristina del ex presidente hoy, siete meses más tarde queda poco sano y fuerte, el gobierno, la Caja y poco más. No es poco si se lo usa con tino, desde el oficialismo deben volver a reconquistar su base electoral que quedó deteriorada en paralelo con la imagen de Cristina.
Una votación sobre una resolución en el Congreso es eso y nada más. Nada terrible. Pero pareció más importante por las equivocaciones desde que la parieron, por creer a veces que el mundo exterior no existe cuando éste le juntó dos veces 250.000 personas, por encapsular las pocas ideas que había en las ridículas carpas alquiladas y finalmente por haber elegido el vicepresidente equivocado del partido equivocado para esa forma de actuar.
No fue lo económico, no fue la ideología, no era necesaria ni prioridad. Duele el doble porque gratis, pero como en política todo tiene precio, así se pagan las cagadas.