Alberto Fernández además de ser el jefe de Gabinete de Ministros del actual gobierno es el referente del Frente para la Victoria de la Capital y presidente del Partido Justicialista porteño. Su alejamiento del gobierno deja más de un hueco en la política del kirchnerismo, tras sufrir un desgaste como pocos hombres han sufrido en la política contemporánea.
Fernández tuvo que lidiar con los principales problemas del país, entre ellos con el Rey Juan Carlos de España por ser el mediador en el tema de las papeleras en el Uruguay y con el campo y sus cuatro entidades en los 125 días de conflicto. Si bien es cierto que para todo los conflictos internos dispuso de superpoderes y también él fue la génesis de buena parte de las decisiones pesadas y erradas del gobierno, también es cierto que era prácticamente la única cabeza que respondía desde la política y no desde el agravio o el destrato que caracterizó a este gobierno y en que más de una ocasión tuvo que asumir como propio. No es menos cierto que las desavenencias entre el Néstor y Cristina tenían en Alberto a un infalible mediador que terminó fundiendo biela. Cuando asumió la Presidenta y todo pintaba para un mejoramiento de los usos y costumbres del gobierno, Fernández se dio ciertos lujos y encaramó a Romina Picolotti, Mercedes Marcó del Pont, Nilda Garré, Graciela Ocaña, Marta Oyhanarte, Martín Lousteau entre otros y otras, además de sostener a Héctor Capaccioli (enemigo de Ocaña) y tantos otros lugares que ahora valen dos pesos con cincuenta. Ni hablemos de segundas y terceras líneas que hoy rezaban a San Cayetano. Lousteau se fue luego de no querer incinerarse con el 60% de retenciones que solicitaba el poder real o al menos eso dicen en su entorno. Al matrimonio presidencial no le gusta que le marquen los tiempos y Alberto esta vez los embocó. Por una vez los disgustados son los otros y la felicidad anida encima y debajo de su bigote pícaro.Ya no tendrá que salir a defender lo indefendible todas las mañanas y repasará una y otra vez cómo se pudo equivocar tanto y tanto tiempo peleándose con todos. No son pocos los que piensan en su entorno que luego de un merecido descanso, se dedicará a suturar las heridas que se supo ganar en cuatro años y medio. Habrá que ver quién acepta las disculpas y quién no, ya que el Tío Alberto no era el pibe de los mandados sino más bien quien decidía junto al trío del poder el conjunto de las políticas. Pero se hartó. Hasta la suma del poder harta. Y otros se hartaron de él.
En Capital, nunca pudo armar algo sustentable y con alguna esperanza de triunfo desde el punto de vista electoral. Su desapego por dedicarse a construir en la Ciudad -en la que soñó alguna vez ser jefe de Gobierno- en donde la última demostración que movilizó en Palermo a la gente en forma espontánea demostró que los K no eran el camino ideal. Su afecto por los Ibarra (en rigor mucho más con Vilma) siempre lo tuvo como un aliado de los hermanos. Sufrió cada vez que Aníbal lo fustigó por los medios en la última etapa, ya que a esa altura también había sido fuertemente criticado por Víctor Santa María, quien lo encumbró en el Justicialismo porteño a partir del manejo de su aparato político porteño. Un desafío para el distrito que ya sin el conductor en el poder, tendrá que redescubrir una forma de reordenamiento, que esta vez no pasará por cargos y contratos, sino que se verá qué caminos toma cada uno.
En la Legislatura, el jefe de bloque K, Diego Kravetz lo acompañará hasta donde Alberto le pida, así se los hizo saber a este medio hace pocos días cuando ya arreciaban las versiones de renuncia. "Quiero que Alberto sepa que puede contar conmigo siempre" disparó ante NU. Los demás albertistas analizarán cuán delicada es la situación en la que quedan sobre todo por la cantidad de legisladores que perderán el año entrante. Mientras, Juan Manuel Olmos, el hombre fuerte del bloque, habrá adelantado unos cuantos casilleros cuando se empiece a notar la ausencia de Alberto y será imprescindible para cualquier nuevo orden. Pero asimismo no será ajeno a una incógnita que atraviesa todo el Frente para la Victoria después de tanta jefatura albertista: ¿y ahora, qué hacemos? La discusión empezó esta tarde y por ahora los silencios mandan.