El PRO vive momentos de rencillas siempre, cuando está en paz con los adversarios y cuando está en conflicto también. Eso de alguna manera se expresa en las actitudes que toman los dirigentes, casi todos funcionarios de los distintos poderes. Quizás sea una herencia de la pata radical cada vez menos visible en su estructura, hoy representada por el solitario Hernán Lombardi, y la cada vez más poderosa formación del actual presidente de Boca Juniors, Daniel ?el Tano? Angelici. Es como si hicieran de la interna una forma de vida, a pesar de que siempre se desarrolla por debajo de su líder, que oficia de voz divina y, obviamente, todo sucede con su consentimiento.
Desde que obtuvieron el aplastante triunfo en julio de este año, a los macristas en la Ciudad les pasa algo parecido que a los kirchneristas a nivel nacional: carecen de una oposición sólida y con proyecto firme que en cada movida no hacen más que beneficiar ?a veces acordando y otras por torpeza? al oficialismo local. Quizás la excepción que confirma la regla la constituya la reciente designación en la Presidencia del Consejo de la Magistratura de Juan Manuel Olmos, merced a una hábil maniobra que logró dividir al macrismo para dejar en manos de un peronista el órgano rector de la Justicia porteña.
Se presentaron ?y algunos recién empiezan? varios combates intestinos, algunos más cerrados que otros a los ojos de la dirigencia del distrito, que develan el apresuramiento de algunos por alcanzar destinos de rutas que aún no se pusieron a la venta. Otros, más sabios, tienen claro cómo funciona el sistema y evitan conflictos aunque no resignan ni entregan posiciones.
En el Pro pareciera que la ya segura partida de Mauricio Macri hacia un escenario nacional puso en discusión de qué modo se articulará ese despegue y cuáles serán las consecuencias de ese movimiento para el distrito, empezando, como es lógico, por la lista de herederos que ensayan todo tipo de piruetas para convencer a ?la militancia? de que ellos o ellas no están de ningún modo en esa carrera.
El primer anotado en esa lista es, como todas las veces anteriores, el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta. Peso pesado de la gestión y de algunos de sus resortes claves, por caso el grueso de las partidas presupuestarias, el ?Pelado? va una y otra vez tirándole los kilos encima al selecto grupo de competidores que afectan su calva cabeza de paranoia. Siempre que hubo una posibilidad de ser, él quiso ser. Alguna vez las encuestas, otras la decisión de Macri y obviamente su escaso carisma, hicieron de Larreta un jugador muy identificado con el macrismo que a pesar de su crecimiento no le alcanza, sigue muy lejos de su jefe.
Alguien que proviene de su redil es la vicejefa María Eugenia Vidal, actual vocera oficial de los temas más sensibles de la administración Macri por cuenta y orden del mismo Mauricio. Es la consecuencia lógica de la opción que realizó el empresario por ella al pedirle que lo acompañe. A su imagen de frescura, la siempre segura Vidal le agrega un condimento bien peronista: ejecuta todo el poder del que dispone, ya sea por méritos propios o por delegación del jefe, pero su lealtad no se combina con miedos al que dirán. Avanza y cumple, algo no muy común en la fuerza política que la vio nacer.
Otro que viene en pleno ascenso, también joven, es Marcos Peña, otro de los elegidos de Macri en aquel trío que formaban antes de la elección sus jefes de campaña y su acompañante. El acierto del bajo perfil en la contienda electoral y la no confrontación, sumados a la iniciativa del nuevo multimedio en esta flamante etapa, son sus cartas credenciales en relación con lo que viene. La confianza que le da Macri al tenerlo cerca todo el tiempo lo posiciona en un lugar de privilegio. Pero su estilo ?inverso al de Horacio? es mantenerse por fuera de las rencillas.
Las grandes ligas terminan hoy con tres peronistas, de esos a los que Macri gusta poner en segunda fila. Son los que le garantizan la gobernabilidad por su marca en el orillo, pero no son puros Pro, o sea, parte de esa novedad ficticia que promueve el ecuatoriano Jaime Durán Barba, otro intocable. Uno es el ministro de Espacio Público Diego Santilli, eterno candidato por estilo y seducción, más allá de los avatares de una gestión difícil. Otro es el nuevo jefe legislativo Cristian Ritondo, que empujando a su manera logró traspasar todos los vetos que le impuso el submarino amarillo. Por último, Álvaro González, el mejor ejemplo del gusto del jefe, segundo en el Ministerio de Gobierno pero ahí cerquita, no sea cosa que…
Macri y Nicolás Caputo, siameses en todos lados menos en la boleta electoral, gobiernan y fueron los artífices de lo antes descripto. Algo que habrá que seguir de cerca, porque los modelos de construcción conviven pero cuando más huelen el poder pierden a veces los buenos modales que introdujo esta fuerza en la política.