Una pelea a viva voz, pero silenciosa

Una pelea a viva voz, pero silenciosa

Todas las aristas y paradojas del conflicto entre la Presidenta y el titular de la CGT. Los actores que se suman. Los que promueven soluciones. Los que llevan agua para su molino. También, su costado porteño y sus implicancias en la política local.


Es difícil definir un conflicto si sus protagonistas niegan su existencia. Más difícil es aún cuando estos no se cruzan cara a cara, sino que limitan sus escaramuzas a una suerte de batalla verbal a través de los medios, en las que se entrecruzan las candidaturas, los pases de factura y las protestas. La situación se vuelve aún más caótica si a esta situación se suma algún comedido que asegura que posee un mágico bálsamo que curará las heridas de los caídos en esta curiosa batalla.

Los contendientes de este singular combate ?una presidenta a la que votó el 54 por ciento del electorado y un dirigente sindical que alcanzó un protagonismo y una influencia que no exhibió ninguno de sus colegas desde las épocas de José Ignacio Rucci o, quizás, más adelante en el tiempo, de Saúl Ubaldini? ponen en problemas a cualquier balanza, por resistente que esta sea.

La situación se agrava si los espectadores privilegiados de esta suerte de guerra de guerrillas temen por el futuro. Los empresarios ?la tercera pata de una Argentina que se propone alcanzar un fuerte desarrollo industrial? observan sin intervenir, pero recelan de los resultados del enfrentamiento, sabiendo que sean cuales fueran, los afectará de alguna manera.

Esto podría traducirse en una cierta reticencia a la hora de invertir, ya que no existe en el mundo un ser más asustadizo que un operador económico, que maneja el elemento más volátil del mundo político: el dinero.

El expresidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, fue uno de los pocos empresarios que opinó sobre el conflicto. ?Me parecería una tristeza el quiebre de la CGT, pero hoy, de hecho, está quebrada porque hay otra, la CGT Azul y Blanca, que tiene muchísimos gremios?, acotó, ya en tono de chicana.

Cambio de roles

La explicación de esta inesperada contingencia es sencilla, aunque esta simpleza encubra una complejidad que excede el marco político.

¿Cómo es posible que no exista ?sintonía fina? en la relación entre el gobierno que más ha favorecido a los trabajadores organizados desde el advenimiento de Juan Domingo Perón y sus representantes, algo que reconoció hasta el propio Pablo Moyano hace pocos días?

¿Cómo es posible que haya un conflicto de difícil resolución si se firman de 1.700 a 2.000 convenios laborales ?paritarias? cada año, que permiten a los salarios mantenerse más o menos cerca de la inflación?

¿Cómo es posible que haya cortocircuitos de gravedad entre un gobierno y los trabajadores organizados, si desde 2003 hasta estos primeros meses de 2012 se crearon más de cuatro millones de empleos y los sindicatos de la actividad industrial casi duplicaron su volumen de afiliados?

Algo es indudable. Desde la inesperada muerte de Néstor Kirchner, la relación entre el Gobierno nacional y el movimiento obrero se modificó. El expresidente, que bordaba meticulosamente su estrategia política con el anticuado pero sencillo sistema de la comunicación permanente y personal con los líderes sociales de todo el país, tenía en Hugo Moyano a uno de sus interlocutores privilegiados.

La desaparición del jefe indiscutido del peronismo modificó dramáticamente el panorama. Desde entonces, el jefe de los camioneros ?que tiene un proyecto político propio, lo que le exige una construcción de poder constante?, dejó de ser el vocero excluyente del movimiento obrero organizado ante el poder político.

El panorama del jefe sindical quedó entonces acotado a ser un líder de su tropa, pero sin la capacidad de traducir hacia la superestructura política los acuerdos que sus representados consiguen con su accionar cotidiano.

De todos modos, el liderazgo del camionero en la Confederación General del Trabajo parece, al menos por el momento, estar fuera de duda, aunque, como ocurre siempre en los momentos de crisis, aparecieron varios postulantes para sucederlo. Por ahora ninguno superó la categoría de la hipótesis.

Un duro negociador

Una anécdota pinta de cuerpo entero al sindicalista y a su forma de encarar su actividad. Los que fueron testigos de los hechos guardan aún las imágenes en el recuerdo. En diciembre de 2009, la empresa de energía Gas Natural Ban había dejado que venciera su contrato con una compañía postal española, tal como termina de ocurrir con Camuzzi.
Esto significaba, por adición, que unos 80 afiliados al gremio de Camioneros quedaban en la calle, la peor situación que un sindicalista puede imaginar. Inmediatamente, Moyano llamó al ministro de Planificación Federal, Julio de Vido, para que solucionara el problema.

Este, a su vez, debió llamar a la empresa y a otros sindicalistas para que intervinieran en la negociación. Finalmente, tras una serie de tensas reuniones, se le otorgó la concesión a otra empresa de correos, en la que los trabajadores fueron recontratados en las mismas condiciones que antes.

Es impredecible anticipar la dirección que tomará el conflicto, pero una cosa es segura: si bien los sindicalistas seguirán reclamando por sus derechos, la sangre difícilmente llegará al río.

Tanto en el Gobierno como en la CGT son conscientes de que en un conflicto que se radicaliza habrá más para perder que para ganar. Y eso no le conviene a nadie.

Juegos de patriotas

Si bien nada hace pensar que ya existe un reemplazante para Hugo Moyano en la conducción de la CGT, varios de sus posibles adversarios estuvieron hablando en los últimos días.
El secretario general del gremio de Luz y Fuerza y líder de los ?gordos?, Oscar Lescano, fue como siempre uno de los más críticos con Moyano. ?Se tiene que ir ya, cumplió una etapa de su vida y políticamente fracasó, por lo que debería terminar su gestión?, chuceó al camionero.

Lescano no se privó de promover a los posibles reemplazantes de su viejo enemigo, que operarían como el bálsamo aludido. ?El nuevo titular de la CGT tiene que ser un industrialista que podría ser el secretario general de la UOM, Antonio Caló, o el secretario general de Smata, Ricardo Pignanelli?, acotó.

Finalmente, Lescano se mostró partidario de que ?la nueva CGT tiene que ser más conciliadora?.

Casi inmediatamente el nuevo líder de Smata, que asumirá su cargo el 16 de marzo, se bajó de la postulación, en especial para no quedar pegado con su promotor ni con ningún otro, más teniendo en cuenta que Moyano estuvo presente en el lanzamiento de su candidatura, realizada en el Luna Park en diciembre último.

Allí Pignanelli manifestó que no era moyanista ni kirch-
nerista, aunque su arribo a la conducción significará un acercamiento con el Gobierno, que favoreció fuertemente a la industria de autopartes, mientras el actual secretario general electo de Smata era el secretario gremial.

?Antes de decir nombres hay que pensar en qué rol le damos a la CGT?, expresó el mecánico, en tanto que consideró que en las paritarias ?cada dirigente debe ser prudente y saber hasta dónde reclamar?. Posteriormente, Pignanelli aceptó que su gremio maneja una cifra cercana al 18 por ciento como posibilidad para el próximo acuerdo salarial con las patronales del sector.

El titular de los mecánicos aseveró además que ?hay que definir el papel de la CGT frente a los problemas que puedan tener los trabajadores, antes de decir nombres para la secretaría general?, a la vez que cuestionó al actual secretario general de la CGT, que en recientes declaraciones calificó como ?chirolitas? a algunos funcionarios del Gobierno que lo cruzaron en los medios de comunicación.
Pignanelli advirtió que ?cuando algún dirigente hace declaraciones no se puede ofender a nadie, porque si se utiliza ese término con algunos, esos tienen el derecho a tratarnos de chirolitas a quienes acompañamos como gremio una gestión de ocho años al frente de la central obrera?.

En el acto que encabezó este martes en la Casa Rosada la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en el que reafirmó el centenario reclamo argentino sobre las islas Malvinas, se hizo presente la plana mayor del sindicalismo ?incluido Hugo Moyano, que arribó a las 18.10 y fue ubicado en la primera fila? para expresar su solidaridad con una causa nacional como es la lucha por la soberanía sobre ese territorio irredento.

A la salida del acto desarrollado en el Salón de los Patriotas, se escribió otro capítulo sobre la interna gremial, que se suma a los ya narrados. El secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, Antonio Caló, abrió un camino posible a la sucesión de Moyano, al afirmar, ante una pregunta de los cronistas acreditados, que ?cuando llegue el momento lo voy a decidir y ver qué dicen mis compañeros, y si es que le toca a la UOM presidir la CGT?. A continuación, bajó el tono cuando reconoció que el próximo secretario general de la central obrera ?puede ser Moyano, puede ser Caló, puede ser Lingieri? .

Finalmente, Caló afirmó que va a bregar ?por la unidad del movimiento obrero como hizo mi compañero Lorenzo Miguel?, aludiendo al papel tradicional que cumplieron todos los secretarios generales del gremio metalúrgico a lo largo de la historia, entre los que se podría mencionar además a Augusto Timoteo Vandor y a José Ignacio Rucci.

La bifurcada

Los complicados caminos que tomaron los dirigentes gremiales que militan en política tienen su correlato en la Legislatura porteña. Tres de los legisladores de la Ciudad tienen anclaje en el mundo sindical.

Son ellos Alejandro Amor, secretario gremial del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de la Ciudad de Buenos Aires (Sutecba) y secretario general de las 62 Organizaciones Peronistas del distrito, creadas un poco antes de las elecciones porteñas, con el impulso expreso de Moyano; Claudio Palmeyro, hasta su elección tesorero del Sindicato de Peones de Taxis, que lidera Omar Viviani, uno de los laderos más fieles de Moyano, y Mateo Romeo, que si bien no es sindicalista, reporta al secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta Horizontal (Suterh), Víctor Santa María.

Amor y Romeo decidieron quedarse en el bloque del Frente para la Victoria, en tanto que Palmeyro se apartó de ellos y conformó un bloque unipersonal, al que denominó Sindical Peronista.

Los jefes a los que responden los legisladores sindicales porteños, Amadeo Genta (Sutecba), Omar Viviani (Taxistas) y Víctor Santa María (Suterh) están asociados en la conformación de las ?62? porteñas, pero en el conflicto, Palmeyro decidió seguir alineado con Moyano, en tanto que Amor y Romeo quedaron del lado de la Presidenta de la Nación, cercanos al Partido Justicialista porteño.

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