El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, presidió este jueves la misa crismal, en la que hizo una autocrítica de la "desgastante" misión sacerdotal, e instó al clero porteño a salir a la periferia de la ciudad para "estar más cerca de las fragilidades del pueblo".
"La unción nos hace conscientes de las fragilidades de nuestro pueblo, nos impele a salir de nosotros mismos y nos envía a todas las periferias existenciales para sanar, para liberar y anunciar la Buena Nueva", insistió el purpurado ante cientos de sacerdotes y los obispos auxiliares que colmaron la catedral metropolitana.
El primado renovó allí las promesas sacerdotales, bendijo los santos óleos que se utilizarán en los sacramentos y refirió a los conceptos unción, sello e identidad sacerdotal, que advirtió "no se negocia".
Bergoglio llamó también a los sacerdotes a pedir la gracia de que "la unción y el sello del Espíritu nos salven de la idolatría de concebir el ministerio como gestión, de la ilusión de todo gnosticismo espiritualoide y de la autoreferencialidad vanidosa que, de célibes, nos vuelve "solteros y estériles".
"La pedimos con mucho fervor para que la unción y el sello del Espíritu nos transformen en don para el santo pueblo fiel de Dios, don que se hace ardorosa y desgastante misión apostólica", reiteró.
Tras advertir que "nuestra identidad sacerdotal, ungida y sellada, que no se toca ni se negocia, no es para mantener un integrismo enlatado y en conserva sino todo lo contrario", sostuvo que tampoco es "identidad autorreferencial sino identidad de amor que nos empuja hacia la periferia, conciencia de lo que somos por gracia, identidad que todo lo refiere a Cristo. Identidad enviada, identidad en misión", enfatizó.
Por la tarde, Bergoglio se trasladó a la parroquia Virgen de Luján, del barrio porteño de Parque Patricios, donde realizó el lavatorio de los pies a doce adolescentes provenientes de la villa 21-24 y del Barrio Zabaleta que "están superando el flagelo de la droga", previo a inaugurar allí el Centro de Día San Alberto Hurtado.
El cardenal viene repitiendo esta práctica desde que asumió el gobierno pastoral de esta jurisdicción eclesiástica en 1999. Desde entonces, visitó sucesivamente a los afectados por el Sida en el Hospital Muñiz, a los presos de la cárcel de Villa Devoto, a la gente alojada en el Hogar San José, a los pequeños con padecimientos crónicos del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, a los enfermos internados en el Hospital Tornú, a embarazadas y parturientas en la Maternidad Sardá, y a enfermos del Hospital Rawson.