Daniel Maza: "Me siento líder"

Daniel Maza: "Me siento líder"

Se convirtió en músico por una de esas casualidades que organiza el azar. En bajista, por perder un concurso. En amigo y colega de Luis Salinas, y ahora en líder de su propio quinteto, donde es voz cordial y orden.


Daniel Maza abre su puerta de la calle Víctor Martínez, en el Parque Chacabuco. Se disculpa porque está atrasado con unas clases de bajo. Igual, me hace pasar y pide que me tome unos mates con su madre, que sentada en un sillón mira dibujitos con el hijo del bajista y la hija de su segundo matrimonio, "soy muy familiero", dirá después. Cuando termina la clase, me invita a pasar a la sala de ensayo, y como buen uruguayo prepara otro mate y se acomoda para empezar a responder.

Maza nació en 1959 en Cerro, Uruguay, y la memoria no falla a la hora de recordar su barrio natal. "Jugaba a la pelota, Cerro es futbolero, yo vivía en Cuba entre Austria y China, éramos muchos y se armó un equipo, ‘Los Desamparados’. Era imposible no jugar, si podías patear la pelota más o menos, ibas a la reserva, y si jugabas bien, ibas a primera. Después empecé a practicar en Cerro, en la quinta, tercera, como suplente y hasta en primera. Yo estudiaba en una escuela que era paga. Me hacía la rabona para ir a practicar, porque si no practicabas no te ponían. Un día, mi viejo me dijo, ‘mirá, qué vas a hacer, si no vas a estudiar decime’, y al final empecé a estudiar. Tengo un diploma de electricidad del automóvil, pero se me para el auto, miro adentro y no entiendo nada", cuenta Maza.

El contacto con la música es desde siempre. "En mi casa es todo muy musical, las reuniones eran una excusa para tocar la guitarra", recuerda. Cuando tenía nueve años, tras "tocar" siempre con la escoba, su padre le preguntó qué quería de regalo para la Navidad, si una guitarra o un acordeón, ya que también simulaba tocar con una panera, pero eligió guitarra. Se puso a estudiar de inmediato.

Daniel Omar Correa Suárez fue el nombre que eligieron sus padres después de su nacimiento, pero "como en el barrio todos los pibes estábamos siempre juntos jugando y la madre de uno siempre llamaba para que vayamos a comprar el pan, que se compraba en la panadería -dice con cierta nostalgia- y quedaba como a tres cuadras, íbamos todos juntos y me decían ‘che, Daniel, vamos’, y yo decía que no, nunca iba. ‘Pá vos siempre estas cansado, sos un mazacote negro que esta siempre ahí sentado’, me recriminaban, y me empezaron a decir ‘mazacote negro’, pero como era muy largo me quedó El Maza", rememora sin rubor el bajista.

De joven trabajó en un hospital militar, que "era un régimen militar, no me lo fumaba mucho, hasta que un día Juan Gularte, un bajista de Los Wawanco se cayó en la bañadera y se rajó todo el pie", y como era época de carnavales, la banda tenía mucho trabajo, así que (Gularte) le ofreció a Maza que lo reemplazara, cosa que finalmente no sucedió, pero de todas formas se vino a la Argentina, donde trabajó de soldador en un lugar donde se hacían silenciadores de coches, Caño 14.

"Ahí encontré un tipo maravilloso, Manolo, el dueño del taller, que un día llegó, me llevó a ver una casa y me la alquiló. Yo le preguntaba cómo iba a devolverle el dinero y él respondió que no, que me lo regalaba", cuenta con la mirada en busca del tiempo perdido, quizá recordando la tarde exacta en la que sucedió. Antes de eso vivó en un hotel en Cangallo y Montevideo, que para pagarlo tenía que limpiar la escalera y el baño.

Después se hizo amigo "de unos negros que tocaban candombe", con los que frecuentaba un pub porteño, hasta que un día cerró, y decidieron ir a otro boliche, "El Papagayo", donde en la puerta alguien le preguntó si era guitarrista, ya que el que tocaba normalmente a veces faltaba y no tenían reemplazo. Aceptó, entró y notó que el guitarrista era Luis Salinas, "que tocaba muy poco? muy poco menos de lo que toca ahora", dice, aún admirado. "Yo a este no le puedo hacer ni el cambio de monedas", asumió al instante, pero retrucó con que le gustaba tocar el bajo, instrumento que de chico tocaba en un grupo que compartía con amigos, aunque por defecto: "los tres tocábamos la guitarra, hicimos un concurso y el que perdía tenía que tocar el bajo. Perdí yo".

Esa misma noche le dejaron el trabajo como bajista en "El Papagayo", por lo que volvió de inmediato a Uruguay. "Le dije a mi vieja y me compró un bajo en 24 cuotas. Volví y pedí plata prestada para comprarme un equipo que hacía un amigo", y ahí se encontró de golpe tocando al lado de Salinas, a la par que trabajaba de soldador. "De 8 a 5 en el taller, de ahí me iba a Villa Bosch a bañarme y a ‘El Papagayo’ a tocar, de 12 a 4. Después, mientras los otros músicos hablaban yo dormía en una silla hasta las 6, me despertaban y me iba a trabajar de nuevo", comenta Maza.

Pasó por la cumbia, acompañando a Darío, "hacíamos como dieciocho shows por fin de semana, íbamos en una Van a 160 kilómetros por hora pasando semáforos en rojo. Mi esposa me decía que cuando dormía seguía frenando con el pie", dice, mientras hace la mímica con el cuerpo.

"Ahí empecé a comer con aceite, tenía tarjeta de crédito, nos íbamos todos los días al Italpark y comíamos cosas, para nosotros era todo nuevo. Hasta cambiamos la tele y pusimos cable", cuenta. Y no esconde nada, incluso se sincera: "Llegué a quedarme en las paradas de los colectivos esperando que los tipos prendieran un cigarro y viniera el colectivo rápido, lo tiraran largo y entonces yo lo agarrara".

EL COMIENZO COMO SOLISTA

Luego de acompañar a Luis Salinas, Valeria Lynch y Fontova, empezó a componer sus propios temas, hasta que llamó a Osvaldo Fatorusso y le propuso grabar un disco, y sin más espera inmortalizaron el material, "Música destilada", que vendió más de 6 mil copias.

Después de la primera experiencia vino un golpe al mentón. Un problema con la discográfica hizo que la segunda placa, "Vamo’ Arriba", ni siquiera fuera presentada. "Tenía como cincuenta errores de ortografía, pedí que me los arreglaran y no me los arreglaron, se quedaron con toda la guita, incluso yo había puesto plata para la edición", cuenta, resignado. "Unos hijos de puta", remata con enojo justificado, antes de comentar que para el último disco, "Al contado", tuvo que pagar a dicha discográfica por los derechos de tres temas que estaban en el disco "maldito" y que quiso incluir en el nuevo material, del que incluso tuvo que ceder los derechos. Pero no se queda en el pasado y comenta que está en plena grabación el próximo disco, en el que incluye un cover de Julieta Venegas.

SU PELEA CON SALINAS

Lo conoció por casualidad en El Papagayo, pero cuenta que al día de hoy "hace como seis años que no hablamos. Yo lo quiero y sé que él me quiere, aunque pueda decir otra cosa. Cuando vos no sos amigo de alguien no te importa estar enojado, pero nosotros somos amigos". Asegura que se pelearon "por cosas de la música, celos". "Luis era un tipo muy de estar con él, y cuando yo empecé a estar en otra cosa, si bien fue uno de los que me alentó, cuando yo no pude estar, empezaron los roces, hasta que un día terminamos enojados", comenta Maza, quien pega un sorbo al mate para pasar el trago.

Hay muchas cosas que aprendió de Salinas y por las cuales está agradecido, dice, "tanto cosas que hay que hacer, como otras que no", suelta al pasar, y recuerda que en la época de "El Papagayo" quiso dejar el trabajo, pero el guitarrista le insistía en que no se fuera. "Vos tenés swing, lo demás se puede aprender, me decía".

"Supongo que nos cruzaremos en algún momento, estamos más viejos y caprichosos. A esta altura si nos sentáramos tendríamos que hablar y se ve que no es una cosa muy buscada. Si se arreglan las cosas, las tenemos que arreglar nosotros, pero hay que hablar mucho", asegura Maza, mientras se acomoda en el sillón y revolea la vista, como quien piensa en otra cosa.

EL ESTILO MAZA

"A mí lo que más me gusta tocar es lo que toco. Me gusta y me hace feliz tocar un candombe, una cumbia también la disfruto. Hay gente que me dice, ‘cómo tocas en festivales de jazz si por ahí tocas una cumbia’, y yo contesto que por qué no. Además, tocar una cumbia es como mover la foto, el piso, quedan todos desconcertados", asegura el músico uruguayo entre mate y mate, antes de rematar contando que lo que más disfruta es "tocar haciendo bases, está bueno cortar con solos, pero la base es la función del bajo y hay que tratar de disfrutarlo. A veces tocar poco no es fácil", comenta.

Afirma sentirse líder de su quinteto y explica que "tenés que estar al frente, la responsabilidad es tuya, si una noche sale todo mal o el batero se pone borracho y toca todo mal, no van a decir ‘fuimos a ver a Maza y el batero tocó mal’, van a decir ‘fuimos a ver a Maza y sonó como el culo’, entonces ser el líder es eso, ser el responsable de todo, ante la gente y también con los músicos. Yo me preocupo de que el hotel esté bien, que viajen bien, que cobren, porque sin ellos no hay nada", declara humilde.

(PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL SEMANARIO NOTICIAS URBANAS Nº 158, DEL 16/10/08)

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