Yo y mi Singer surge de una anécdota. Me invitan al programa de Susana Giménez, cuando era semanal el karaoke, y gané un home theatre. Ya tenía uno y me dieron la orden para canjearlo. Fui a Fravega para ver por qué cosa lo cambiaba. Vi una máquina de coser y dije: ?Sí, ¡es eso lo que quiero!? Además siempre quise tener una. Tenían dos modelos, el básico y el más avanzado, y me fui a hacer un curso en Singer para aprender bien cómo se utiliza la máquina. Las alumnas eran la señora que tiene el último modelo, que tiene hasta caja de cambio; la salame como yo que quiere aprender cómo se hace un dobladillo; la que estudia diseño de indumentaria, y la que no tiene nada que hacer en la vida. En la segunda clase ya te daban una consigna para que entiendas las funciones. La de al lado mío, que tenía una máquina que parecía una Ferrari, de repente, empezó a sacar cocodrilos bordados de todos los colores. Le pregunté: ?¿Cómo se hace eso?? Y ella me respondió: ?Tu máquina no tiene esa función?. ¡El veneno que me agarró! Me empecé a reír pensando que no puedo estar envidiando a una vieja porque esté sacando cocodrilos bordados de su máquina. Llegué a casa desnucada y escribí el primer monólogo donde relataba el hecho en sí, como una especie de diario íntimo. Recortás un cacho de realidad y lo extrapolás a otra situación y ya tenés ?un hecho teatral?. Ésa fue la idea madre y así nació la obra.
Escribo mis monólogos pero no en el sentido de obra de teatro porque no soy dramaturga. Nos juntamos con Carlos Kaspar y le encantó la idea de la Singer. Después se sumó Erika Halvorsen, una excelente dramaturga y guionista. A los de la fábrica Singer los corrí y me miraban con cara de ?¿qué quiere esta loca??. Lo único que quería es que me dejaran usar el nombre.
El primer sábado que tuve con la Singer me quedé hasta las seis de la mañana. Estaba fascinada y me dije: ?¡Esto es mejor que salir con un tipo!?. ¡Hasta tuve un orgasmo con la Singer! Ahí entra la Singer como objeto de amor pero también hicimos paralelismos y metáforas. Teníamos la idea de los remiendos sobre el eje de las heridas, los desamores con sus cicatrices y el parche que les ponés. Ojo, no queríamos que sonara ceremonioso o con una bajada de línea. Me embola el teatro con olor pedagógico. Cada uno aprende lo que tiene ganas y se lleva lo que quiere; si no, está todo bien. No me gusta el panfleto, que hablemos del amor y te digan qué y cómo sentir.
Impasse 1: Nos encontramos con Mirta en el Havanna de Corrientes y Suipacha. El calor de afuera más el aire acondicionado del local es un mix peligroso. Mirta empieza a contar todos los pormenores de su espectáculo y reflexiona sobre el humor.
Hoy no creo que haya programas de humor. Creo que hay varios tipos de programas pero ¿quién puede decir qué es humor y qué no? Yo tengo mi propia mirada sobre el humor que me gusta. Hay cosas de Showmatch, pasitos de comedia de Tinelli, que me gustan, pero la burla, para mí, no es humor. La pelea no me resulta graciosa. Son situaciones aparentemente reales que son ficticias porque si no se cagarían todos a trompadas. Me encanta Capusotto pero extraño los programas de humor. También hay que ver si es rentable un programa de humor o con qué se divierte la mayoría de la gente porque a veces no lo hace con el humor sino con otras cosas. Si el 70 por ciento de la población se ríe con Showmatch, ¿está mal? Que a uno le guste, es una cosa. El tema está en la responsabilidad de quien decide entretener de cual o tal manera. Podés tener un buen producto que lo levanta el 50 por ciento de la programación como si fuera una repetición. También hay programas que son recicladoras de programas viejos o que tienen, por ejemplo, las 15 perlitas de fulano de tal. Yo salgo porque hay algo supuestamente gracioso que es una caída mía de hace 15 años. Te puede dar gracia una vez pero repetir esa caída hasta transformarla en un hecho gracioso… Además, me da por las pelotas que no me paguen las repeticiones de esa caída y que están haciendo un programa con un hecho doloroso para mí.
Creo que hay límites para el humor en lo que sería para un medio. Hay que tener una responsabilidad. No podés hacer ni decir cualquier cosa bajo el rótulo del humor, porque lo digo ?en joda?. El humor no te da impunidad. El que hace humor tiene que tener conciencia de que lo que le hace gracia a uno, a otro le puede molestar. Hay temas con los que no se me ocurre hacer humor, como con los desaparecidos o discapacidades. Más allá de una cuestión ética, tampoco creo que cause gracia. Si hay un personaje malvado, todo bien, pero no puedo hacer humor con un pedófilo. Tampoco me gustan los chistes de ?etnias?, sobre gallegos, tanos, judíos o lo que sea. Me da la impresión de que siempre estás jodiendo a alguien. El humor no da impunidad. A veces hay que pedir perdón por un chiste desubicado.
Impasse 2: Los ojos de Mirta hablan: brillan y tienen esa profundidad que muestra la esencia de las personas. Wons tiene ideas claras sobre los temas que toca.
De la tele no es que me fui sino que no me volvieron a llamar. Si te necesitan, te llaman. Tal vez tampoco me ocupé en ir y golpear puertas. No me interesa la pantallita por el simple hecho de estar. Creo que la ficción es un enorme desafío para un actor y no creo que se haga ?de taquito?. Me encantaría hacer una ficción en una tira todos los días. Lo que todo el mundo odia, a mí me encanta porque te exige un enorme entrenamiento. Es diferente al teatro donde no se te pide efectividad sino proceso. La tele no está pensada para que ensayes. A lo sumo, una pasada de letra y a grabar. Eso te exige mucha eficiencia como actor.
Me sorprende la crítica a la militancia de los actores. ¿Por qué es criticable que un actor quiera expresar su opinión política? ¿No es un ciudadano más? Me parece preocupante eso de la televisión pública versus Clarín, de riña de gallos. ¡Paren! Acá hay una cuestión de fondo que excede a los actores. Un actor, al igual que un médico, un periodista, un abogado, tiene todo el derecho del mundo a expresar su opinión política. ¿Cuál es el problema de que Florencia Peña diga que apoya este modelo? ¿Por qué tendría que tener sí o sí un sobre debajo de la mesa? Dentro de poco, te van a preguntar ?¿de qué lado estás?? Esto no es una pelea de séptimo grado: corto mano, corto fierro. Hay cosas con las que comulgo con el gobierno de Kirchner y de Cristina Fernández y otras con las que no. Hay que ser más generoso con la mirada. En estas cosas me doy cuenta de que nos la damos de democráticos y en realidad no lo somos tanto.