En los ámbitos empresariales empieza a cundir un aire de optimismo ante lo que se interpreta como el inicio de una nueva etapa para la economía nacional. Luego de meses de incertidumbre, los ejecutivos consideran que se está superando lo que definían como el “riesgo kuka”, es decir, la posibilidad de que se repitiera un escenario de intervención estatal masiva en empresas privadas. Este alivio se combina con una expectativa creciente de que los anuncios de reformas prometidos por el gobierno puedan transformarse en acciones concretas.
La “euforia empresaria” no es indiscriminada: al mismo tiempo, se advierte una marcada “ansiedad” entre los sectores del mundo de los negocios por el grado de diálogo político que efectivamente se promueva. Para muchos directivos, hay un reconocimiento de que el problema no está solo en los discursos ni en los diagnósticos, sino en que esos diagnósticos den paso a reformas reales: tributarias, laborales, previsionales e incluso cambios en el funcionamiento del Estado. La cuestión del diálogo surge como un factor clave: sin consenso no habrá reformas con respaldo ni quórum.
Entre los temas que los empresarios destacan con mayor urgencia está la reforma tributaria, vista como una herramienta esencial para incrementar la competitividad del país. Aliviar las cargas fiscales y ofrecer incentivos a la inversión aparecen como dos ejes centrales. Sin embargo, advierten que el entusiasmo dependerá de que el gobierno mantenga la coherencia entre lo que anuncia y lo que finalmente ejecuta. En ese sentido, la capacidad del oficialismo para construir mayorías legislativas y articular con el sector privado aparece como el gran desafío por delante.
EL RIESGO KUKA.
Cuando pierden los Kukas //
Cuando ganan los Kukas //Solo mes y pico de diferencia.
Mismo gobierno. Mismo plan.
Solo un cambio rotundo de EXPECTATIVAS que es lo que guía a los mercados.
¿Lo Entendiste de una vez? pic.twitter.com/XYNeiNlrA1
— Franco Tealdi (@tealdif) October 27, 2025
Otro factor señalando la transición es la percepción de que se está dejando atrás el ciclo de alta conflictividad y de medidas “diplomáticas” hacia el sector privado. Las empresas interpretan que, con un nuevo rumbo, el foco podría desplazarse hacia el crecimiento, la generación de empleo y la mejora del clima de negocios. Aun así, subrayan que la “felicidad moderada” que se vive en el presente exige resultados: recientes gestos políticos pueden haber abierto puertas, pero la prueba será si las reformas se traducen en menor carga impositiva, más crédito y empleo.
En este contexto, algunas cámaras empresarias han comenzado a ajustar sus expectativas: no basta con que se declare la intención de una agenda reformista, sino que se establezcan plazos, responsables y correspondencia entre mensajes y acciones. La falta de claridad sobre el cronograma de reformas o sobre los niveles de diálogo que se mantendrán con los sectores productivos generan reservas entre quienes invierten o proyectan inversiones en el país. Lo que se demanda ahora es menos retórica y más concreción.
Finalmente, el escenario para el año que viene se perfila como una especie de bifurcación: si las reformas se concretan, los empresarios esperan que se produzca un salto en la confianza de cara a la inversión, la innovación y la internacionalización. Si, por el contrario, quedan en promesas, la euforia podría tornarse en desencanto. Por eso, según la lectura dominante en el sector privado, la tranquilidad sobre el “riesgo kuka” debe consolidarse justamente con la puesta en marcha de reformas y con un diálogo político-empresarial sostenido que efectúe el tránsito del optimismo al crecimiento real.
