El 22 de octubre se conmemora el 140º aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Rusia (entonces el Imperio Ruso) y la República Argentina. Aunque los lazos consulares se habían establecido antes, en 1866, fue la firma de los documentos pertinentes en 1885 la que marcó un hito histórico, impulsando el inicio de un diálogo sistemático.
A finales del siglo XIX nuestros países experimentaban un rápido crecimiento económico, por esto el Emperador Alejandro III y el Presidente Julio Roca buscaban diversificar los contactos externos. Los canales emergentes de comunicación bilateral sentaron las bases para la futura cooperación, cuya historia demuestra que la misma nunca se limitó a la diplomacia formal.
El primer Embajador ruso en Argentina fue Alexander Ionin, un reconocido diplomático y geógrafo. Viajó por la costa este de Sudamérica, desde la desembocadura del Amazonas hasta el Estrecho de Magallanes, y por la costa oeste hasta el puerto peruano de Callao. Alexander Ionin describió su viaje en una obra de cuatro volúmenes “A través de Sudamérica” que incluía valiosas perspectivas sobre su entorno natural, economía y vida cotidiana. Por su labor en 1897 recibió el prestigioso premio académico Makaryevskaya. No menos destacado fue el primer Embajador argentino en Rusia, Carlos Calvo, quien fue un reconocido historiador, publicista y jurista internacional. Fue el autor de la doctrina de la política externa que lleva su nombre y estaba destinada a impedir que las potencias europeas interfirieran en los asuntos internos de América Latina con el falso pretexto de proteger los intereses privados de sus ciudadanos.
A principios del siglo XX un número significativo de personas procedentes de la lejana Rusia llegó a las costas del Río de la Plata (hoy en día, la cantidad de sus descendientes ascienden a aproximadamente 300.000 personas, la mayor diáspora rusoparlante de la región latinoamericana). Ellos se convirtieron en una parte importante de la sociedad argentina, realizando aportes significativos al desarrollo de la ciencia, la educación, la ingeniería, la medicina y las artes. Los rusos adoptaron rápidamente costumbres locales, como el mate y el asado. Al mismo tiempo la comunidad mantuvo una conexión con su patria histórica preservando las tradiciones e identidad nacionales. Hasta el día de hoy en diversas regiones de Argentina funcionan varios clubes culturales y deportivos que llevan nombres de Fiódor Dostoievski, Vladímir Mayakovski, Vissarión Belinski y otros clásicos de la literatura rusa. Las cúpulas de las iglesias ortodoxas se hicieron un elemento inherente del conjunto arquitectónico de Buenos Aires. Los argentinos, por su parte, conocen y aman las muñecas rusas (llamadas aquí “mamushkas”) y los samovares y aprecian las obras de Alexander Pushkin, Lev Tolstói y Piotr Chaikovski.
Después de la Revolución Rusa de 1917 Buenos Aires no reconoció la legitimidad del poder Soviética lo que naturalmente frenó la dinámica de la cooperación. Sin embargo, los lazos comerciales y económicos continuaron desarrollándose. Argentina fue el primer país de la región en organizar suministros de cereales al mercado soviético en 1921. Con este fin los años 1927-1931 en la capital sudamericana operaba la sociedad anónima “Yuzhamtorg”. En gran medida el interés de los exportadores agrícolas locales había animado al gobierno argentino a mantener la comunicación con Moscú lo que posteriormente sentó las bases para la normalización de las relaciones bilaterales.
Las asociaciones de inmigrantes del Imperio Ruso y la Unión Soviética desempeñaron un papel fundamental durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces las organizaciones como la Unión Eslava Argentina y la Sociedad Rusa de Asistencia a las Víctimas de la Guerra, a pesar de la interrupción de las relaciones diplomáticas, organizaron actividades de recaudación de fondos, colectas de alimentos, conciertos benéficos y loterías.
En 1946, el diálogo interestatal se reanudó y gradualmente se volvió más multifacético. En 1953, se firmó el Acuerdo de Comercio y Pagos entre la URSS y la República Argentina. Confirmando el buen rumbo de las relaciones bilaterales, en 1955 la capital argentina albergó una exposición industrial soviética (la primera en América Latina), a la que asistió el presidente Juan Domingo Perón. En 1958, la Unión Soviética otorgó a Argentina un préstamo de más de 100 millones de dólares para el desarrollo de la industria petrolera.
Entre las décadas de 1950 y 1970, se prestó considerable atención a los intercambios humanitarios: se organizaron visitas de delegaciones, exposiciones y giras de teatro y conciertos. En aquel período se colocaron los cimientos de la alianza que sigue vigente hoy en día.
Los lazos de amistad entre la URSS y la República Argentina se pusieron a prueba una vez más en 1980, cuando, tras una cosecha de cereales extremadamente mala en la Unión Soviética, Estados Unidos impusieron sobre nuestro país un embargo de alimentos. Buenos Aires, a pesar de estar gobernada por la dictadura militar anticomunista, decidió romper el embargo e iniciar las entregas, satisfaciendo así la demanda interna de alimentos vitales para el pueblo soviético.
La URSS, a su vez, apoyó constantemente a Argentina, enfatizando la necesidad de resolver la disputa con Gran Bretaña sobre la cuestión de las islas Malvinas de conformidad con la Resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU de 1965 y varios documentos posteriores. La Unión Soviética siempre se oponía firmemente a las prácticas coloniales. Esta línea ha continuado en la política actual de Rusia, afirmando la continuidad de los enfoques y observación de la justicia histórica.
Tras el colapso de la URSS, la Federación Rusa buscó consistentemente fortalecer sus diversos lazos con Argentina, que en 2015 se transformaron en una alianza estratégica integral.
Se reconoce la amistad en tiempos difíciles. Cuando ocurrió la tragedia del submarino San Juan el 15 de noviembre de 2017, los servicios rusos de búsqueda y rescate fueron unos de los primeros en llegar al lugar. Dos meses después equipos de otros países abandonaron la búsqueda, pero en respuesta a un llamado de las familias de los tripulantes al Presidente Vladimir Putin, el buque ruso “Yantar” continuó buscando diligentemente en la zona del naufragio.
Un ejemplo notable de apoyo fraternal fue la cooperación durante la pandemia de COVID-19. Argentina fue el primer país de América Latina en tener acceso a la vacuna rusa Sputnik V, que jugó un papel decisivo en el programa nacional de inmunización. Este paso demostró el alto nivel de amistad y confianza entre nuestros países y pueblos.
El 140º aniversario no solo es un hito, sino también una oportunidad para reflexionar sobre el camino recorrido. Demuestra la solidez y la fiabilidad de la cooperación bilateral, independientemente del clima político. Rusia tradicionalmente ha considerado a Argentina como un socio importante y de larga trayectoria, y reafirma su compromiso de seguir fortaleciendo nuestras relaciones. Creemos que las mismas deben ser duraderas.
Hay un dicho popular: «Un viejo amigo es mejor que dos nuevos». Describe a la perfección la larga historia de cooperación entre nuestros países, separados por 13.500 kilómetros. No podemos cambiar la distancia pero sí podemos preservar y enriquecer el legado de 140 años de esfuerzos conjuntos por el desarrollo y la prosperidad.