La apatía generalizada que se viene verificando en los distintos procesos electorales que se desarrollaron a lo largo de este año, tendrá su coronación estelar en octubre, cuando la mitad de los habilitados vaya a votar. No hay mucho más para explicar, parece. Tras el cierre de listas del último domingo igual se pueden sacar algunas conclusiones.
Allí, dónde se definirán cuestiones tan importantes en esta etapa, como lo es la conformación del Senado de la Nación y los diputados nacionales, hay una coincidencia entre casi todos los analistas en que las ofertas son pobres y lejanas, que los nombres (algunos horribles) pesan más que los proyectos de nación y de la vida de los argentinos, que los lugares se pelean pensando en sus internas y no en la gente y que, finalmente, el resultado es que no entusiasman ni enamoran a nadie, sacando el grupito más cercano que tendrán que militar y remar esta elección en tiempos difíciles.
La crítica vale para todos, (y siempre hay excepciones, por supuesto), pero no es patrimonio de ninguna de estas dos fuerzas en especial. Veamos un desglose.
Javier Milei es el único líder nacional en estos momentos. Tiene un presente y eso lo diferencia de otros u otras, como Cristina Fernández que ya transita su inexorable declive además de la prisión domiciliaria. Y tras ellos, la oscuridad. Se nota demasiado.
Milei es un líder sin un equipo de gobierno probado, sin territorio propio en ningún rincón del país, sin una estructura en la cual respaldarse ante cualquier contratiempo (como el Caso Libra, entre otros), sin una fuerza parlamentaria que lo respalde ante una oposición mayoritaria que recién después un largo año le hace sentir el rigor numérico. Es más, es líder justamente por todo eso. Se tuvo que bancar casi solo, en compañía de su hermana. Santiago Caputo diseñó el tránsito hasta acá. Y nada más.
Su núcleo duro de votantes está en algo menos del 30 por ciento, son quiénes acuerdan con el modelo de país que propone. Pero esa cifra se agranda con otro casi 20 por ciento que lo elige por una razón concluyente pero que suena a transitoria: no la pasa bien, pero a los demás no los quiere ni ver. Entre todos son 15 millones de argentinos, la mitad lo disfruta a full viajando y comprando con el dólar “barato” y la otra mitad lo sufre esperanzado vaya uno a saber en qué.
La pregunta del millón es hasta cuándo van a aguantar los que lo siguen apoyando a partir de la esperanza (así será en octubre) cuando la situación socio económica se complique aún más, probablemente tras las elecciones, en el primer semestre del año entrante. Hay un dead line para su gestión que los especialistas sitúan en ese lapso. Un rally parecido al de Mauricio Macri en 2018, cuando empezó su estrepitosa caída.
La oferta electoral para esta gente que lo va a votar es espantosa. Todos son amigos/as de alguien, famosas por la tele, algunos/as solo de dudosa reputación, etc. Sin programa, obediencia debida, cada uno a su manera. De todos modos, a sus votantes no les importa nada, lo harán igual, mientras continúen en su buena vida. O como dijimos antes, sufriendo, pero escapando de un nuevo gobierno peronista.
Milei no le debe nada a nadie y cree que todo es casi gratis, por eso se maneja así. Debería estar más atento, se le va acabando el crédito (más allá del resultado, no se renueva) y algunos ya empezaron la fila. Hay una sola bala en Washington con el Secretario Scott Bessent pero ya la está usando. Cuidado, todo vuelve.
Los sectores, salvo el financiero, parte del agro y las energéticas todas, hoy no están en pie de guerra porque no aparecen alternativas válidas, no hay opción política nacional que los defienda. Pero están tirando –por necesidad-gente por la ventana y perdiendo plata, con las industrias como sector más perjudicado por la apertura de las importaciones y la importante baja del consumo. Veremos cómo los afecta la devaluación inminente que se viene tras la elección. Siempre volvemos al maldito 2026.
El peronismo y aliados, hoy Fuerza Patria, parece no haberse repuesto nunca de la derrota del 2023. Se le nota demasiado. Salvo algunas excepciones –como las legislativas porteñas de mayo en la que se intentó con cierto éxito un cambio de rumbo-, para octubre llega envuelto en los mismos problemas por los que se tuvo de ir del gobierno. Con la mira puesta en la unidad como único valor hacia su interior, ya que esa unidad no vale nada por fuera del espacio, se lo nota falto de brújula, sin propuestas concretas que incluyan e interesen a la gente y siguen loteando los espacios a cubrir según la teoría del poroteo histórico de sus jefes, ese que dice algo así, “si salen dos míos, tengo que reponer dos, es la ley”. Y así hasta el infinito para cubrir todos los lugares expectantes, con las compensaciones incluidas, ya que no entran porque las sábanas suelen ser cada vez más cortas para darles cobijo y abrigo a todos.
Las cabezas de las boletas de diputados en CABA y Provincia tienen dos datos comunes. Primero que llegaron por la perinola interna para que cerrara todo de alguna manera, y segundo que ambos tienen bajo nivel de conocimiento. Error grave, faltan dos meses.
La unidad es un valor cuando el objetivo es acercarse a más gente y no para seguir distanciándose, aferrados a viejas prácticas caídas ya en desuso. Es bastante parecido a una burocracia partidista que tiene una fuerza centrípeta desbordante, que la sigue alejando de la realidad. Y de una realidad desesperante en vastos sectores de la sociedad argentina, en una clase media que vive día a día, que en el mejor de los casos trabaja cada vez más para ganar cada vez menos. En la calle comen -con suerte- empanadas y pizzas de las cadenas baratas, medialunas en oferta y mucho chipá. Punto. Ni hablemos de los jubilados, una vergüenza que les va a llegar a todos. La gente sin conciencia también crece y se jubila. El sector pobre más vulnerable parece estar condenado a la asistencia, algo que no empezó con este gobierno. Sólo que se cristalizó ahora, dejando el modelo social ascendente únicamente a ciertos privilegiados que por cualquier razón personal triunfan o zafan con sus emprendimientos. Cada vez más gente reparte cualquier cosa desde las aplicaciones para sobrevivir en bicicleta o motito. Y, así y todo, nadie se ocupa de ellos, les llevan de todo a sus casas, pero nadie los mira a los ojos más allá del pago. El que tiene un autito más o menos en buen estado, lleva gente de las app y es un privilegiado de este sector informal. Estamos mal.
El problema cultural de la pobreza y la falta de horizontes es peligroso mirando nuestro futuro como pueblo y como Nación. Que nadie se ocupe de que puedan salir de allí es preocupante, ya que son muchos millones y niños. Lo más que se avanza es con la AUH y un plan cualquiera. No hay nada inclusivo en la política de hoy, todo es defensivo hacia tanta agresión social. No hay ningún proyecto que proponga cambiar de raíz todo lo que se hizo mal durante tanto tiempo. Faltan consensos para tener un país más fuerte en 20 años. Con el agravante encima de este gobierno cruel con sus compatriotas y entreguista en plano internacional.
Es una mierda escribir esto. Pónganse media pila. Por favor. Fin.