En el seno del peronismo bonaerense existe una sola coincidencia: no puede haber fugas. Todos son necesarios, desde el primero hasta el último. Si uno solo se retirara, el resto sufriría el mismo destino que el desertor y la derrota sería la única consecuencia posible. Tampoco la victoria está garantizada, sólo la competitividad lo está, si todo transcurre por el buen camino.
De esta manera, las negociaciones entre los representantes de La Cámpora, el Frente Renovador y el Movimiento Derecho al Futuro serán (son) muy duras, pero sin intenciones de fractura. La sangre no llegaría al río. La desconfianza constante que recomendaba el Che Guevara motivó la designación de una comisión de seis notables para negociar los cierres distritales: Gabriel Katopodis y “Carli” Bianco por el kicillofismo; Facundo Tignanelli y Emmanuel González Santalla por el kirchnerismo Y Sebastián Galmarini y Rubén Eslaimán por el massismo.
De todos modos, fuera de la necesidad de agruparse, hay pocas armonías. La orquesta desafina, aunque no se desarme. El cierre de listas deberá superar, además, las tensiones internas que agitan a los municipios.
El pacto incluye a los intendentes, que deberán ordenar a sus tropas municipales, una batalla que algunos no están ganando, como el caso de Morón, donde el díscolo jefe distrital Lucas Ghi no logró acordar con Martín Sabbatella, su caudillo en Nuevo Encuentro, uno de los partidos menores que integran Fuerza Patria.
El esquema de reducción de daños
El cierre de listas será, en principio -a veces hay postergaciones-, el sábado 19 de julio a la medianoche. Este jueves 17, las listas municipales ya deberían haber sido presentadas, pero no en todos los partidos se lograron los acuerdos. La idea es que cada lista provincial y cada lista municipal deberá incluir a todos los sectores.
Existe en este punto otra instancia de negociación, que reside en La Plata, que es la que protagonizará el sexteto mencionado más arriba. Los distritos que no consigan los acuerdos deberán peregrinar hasta la capital bonaerense y aceptar la decisión del sexteto mayor.
Además, se consensuó que todos los candidatos deberán recibir el visto bueno de los tres sectores mayoritarios de Fuerza Patria, que está compuesta por 14 partidos políticos.
Todas estas desconfianzas son lógicas, habida cuenta de que la lapicera es colectiva. No existe un líder unificador, por lo que el mecanismo es el de la cooperativa. Todos para uno, uno para todos. O todos para nadie, si hubiera destinos bifurcados. Así están las cosas.
Unidos por el espanto, los peronistas -que no ganan ni para sustos- guardan una preocupación adicional, que está relacionada con la baja participación electoral. En las elecciones ya realizadas en Salta, Jujuy, San Luis, Santa Fe, Chaco, Misiones, CABA y Formosa sólo votó -con más o con menos- la mitad del padrón. En La Plata piensan que los que no votarán serán una pérdida para todos, pero que sus propios votantes, enojados con su dirigencia -es decir, con ellos mismos- son mayoría y están castigándolos con su ausencia. Por eso, apostarán a desarrollar todos los mecanismos que favorezcan una mayor participación.
Lo que queda por cerrar
La puja entre los tres sectores principales de Fuerza Patria se dirimió cediendo, en principio, a Kicillof las cabezas de las listas en la Primera, Tercera y Octava secciones electorales. Éstas son las más importantes, que incluyen a la zona sur y norte del AMBA y a la ciudad de La Plata. Las tres secciones juntas significan 10.872.877 votantes habilitados, sobre el total de 14.376.592 inscriptos en el padrón provincial.
En la Tercera Sección Electoral, que perdió el primer lugar en volumen de votantes (ahora presenta un padrón de 5.101.177 habilitados, contra 5.131.861 de la Primera), la casi segura candidata a encabezar la lista era, hasta este jueves, la vicegobernadora Verónica Magario.
En la Primera Sección, existían algunas dudas. En principio el número puesto era Gabriel Katopodis, pero luego surgió la idea de reservar al exintendente de San Martín para la elección nacional del 26 de octubre. En su lugar podría encabezar la lista otro kicillofista, Alberto Descalzo. Ante la duda, ni lerdos ni perezosos, los massistas propusieron al intendente de San Fernando, Juan Andreotti, mientras que Máximo Kirchner deslizó el nombre de Leonardo Nardini, su par de Malvinas Argentinas. El hijo de Cristina también quiere en esa nómina a la senadora María Teresa García.
Otro nombre que danza entre bambalinas es el de Juan Grabois. Enojados por sus críticas, los kicillofistas no lo quieren en la cabeza de ninguna lista, aunque aceptarían que fuera detrás de las principales figuras, en alguna parte.
El realista Sergio Massa definió, frente a algún periodista, que finalmente, de los 29 diputados que se elegirán, once van a quedar para el MDF e igual cifra irán a parar a las manos del kirchnerismo. Finalmente, los siete que restan, serían para el Frente Renovador, que él encabeza.
El enemigo íntimo
Más allá de las extremas tensiones internas del cierre y de la fría matemática electoral, quedó espacio para ciertas aristas de fuertes asperezas externas en el seno de Fuerza Patria. El malhumor principal lo provoca la deserción constante de Juan Schiaretti, que suele ser acusado de terminar jugando siempre con el enemigo.
“Siempre juega o para Macri o para Milei, nunca para el peronismo, al que dice pertenecer. Termina manejando la ambulancia de los caídos y llevándose entre tres y siete puntos, depende de la coyuntura. Alguna vez, ésa fue la diferencia por la que perdimos o que acercó a nuestra oposición. Nos hace perder tiempo, votos e imagen. ¿Nunca va a jugar para adentro?”
Un capítulo aparte, le dedican a Florencio Randazzo. “Otro que nunca se equivoca, siempre contra el peronismo. En 2017, Vidal le bancó la campaña. Este año, se la banca Milei. Coherente, el hombre”, deslizan, con malicia.
¿Alcanza?
Axel Kicillof va a ser quien marque el tono de la campaña. Los 44 intendentes que le responden fueron los que exigieron que las listas municipales debían ser conformadas por sus manos, quitándole esa potestad a las autoridades partidarias. Además, anteriormente habían apoyado el desdoblamiento de la elección, con el objetivo de “municipalizar” la campaña.
La encuestas -algunas, de dudosa veracidad- muestran un empate entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza, pintada de violeta y amarillo. Nadie augura, por ahora, un ganador seguro. Lo único seguro es que la opción, sea cual sea, impactará fuertemente en el futuro inmediato del país. Lo cierto es que el peronismo no actualizó ni mejoró su propuesta, por lo que es dable suponer que el resultado de 2023 no se modificará mayormente. Sólo el salvaje ajuste que realizó Javier Milei le podría otorgar mayor volumen electoral a ese peronismo, que hizo poco para incrementarlo. Quizás la sanción popular contra el Movimiento Nacional Justicialista todavía no prescribió y el Purgatorio seguirá siendo la realidad actual de la Argentina.
El peligro existe, porque Fuerza Patria es hoy un archipiélago de conflictos, motivados por la falta de un proyecto común y, por lo tanto, de una conducción unificada. Si no hay proyecto, no habrá unidad, ni doctrina, ni futuro político. Sólo un conflicto larvado, que estallará ante la menor chispa que incendie la pradera.
Esa convicción existe al interior de la coalición. Por primera vez el peronismo transita un camino en el que las cosas se definen horizontalmente, en el que los coroneles deben ponerse de acuerdo, porque general hubo uno solo y ya no está. Los coroneles, por su parte, deberán cuidar sus quintitas, porque podrían ser “degradados” a mariscales…de la derrota.
El futuro es un perverso croupier, que seguirá repartiendo las fichas de la perdición hasta que la voz del Pueblo sea escuchada. No falta demasiado.