Reclaman, emiten advertencias y expresan sus quejas sobre el incumplimiento de promesas por parte de la Nación, pero en los momentos decisivos, actúan conforme a las exigencias de la Casa Rosada. Los gobernadores que buscan diálogo argumentan que aportan más de lo que obtienen de la administración nacional, pero su actitud permanece inalterada. ¿Qué los frena?
La semana pasada fueron tres los mandatarios cuyos legisladores colaboraron para hacer caer la sesión especial de Diputados que iba a tratar proyectos incómodos para la Casa Rosada, como el aumento de las jubilaciones y del bono de quienes cobran la mínima y una alternativa de moratoria previsional. En esa oportunidad, la “ayuda” vino del catamarqueño Raúl Jalil, el cordobés Martín Llaryora y el santiagueño Gerardo Zamora (que aunque es más cercano a los peronistas, tiene buen vínculo con el gobierno nacional).
En ocasiones, la influencia de las ausencias o presencias de legisladores se ha manifestado a través del tucumano Osvaldo Jaldo (considerado como el más libertario de los gobernantes), el salteño Gustavo Sáenz y el misionero Hugo Passalacqua (y, de manera más indirecta, de Carlos Rovira). En general, los radicales y los integrantes de Pro son considerados aliados permanentes, a excepción de algunos más rebeldes como Ignacio Torres (Chubut) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe).
Este grupo, que antes formaba parte de Juntos por el Cambio, afirma que la Casa Rosada parece ser más cercana e incluso generosa con peronistas como Jalil y Jaldo que con ellos.
La muestra más explícita de agradecimiento que hizo Javier Milei fue en octubre, cuando invitó a cenar a Olivos a Jalil, Jaldo, Sáenz y Passalacqua por su colaboración para sostener el veto presidencial a la ley de financiamiento universitario.
Hay temas que la Casa Rosada no quiere discutir, como el reparto de los ATN. El propio Presidente reaccionó muy mal en medio del escándalo por la caída del proyecto de ficha limpia ante las cifras oficiales que daban cuenta de que Misiones había sido la jurisdicción que más fondos recibió por esa vía en el 2024.
Las negociaciones con el gobierno nacional son dominantemente individuales; sin liderazgos nacionales claros, cada uno trata de acordar lo que puede. Obviamente, ese escenario también favorece al oficialismo nacional.
Intereses electorales
Según el director de Synopsis, Lucas Romero, la situación política actual es comparable a la época en que los gobernadores temían la llegada de Cristina Kirchner en sus territorios junto a La Cámpora. “Esa amenaza mantenía disciplinados a los peronistas y ahora es algo parecido -afirma-.
Al Presidente le cuesta lograr mayorías subnacionales, aunque aún tiene capacidad de ‘presionar’. Aquellos que están en la negociación buscan evitar molestar a una parte considerable de su electorado, que está influido por La Libertad Avanza (LLA). No se atreven a entrar en confrontaciones, excepto aquellos que están claros en que no comparten intereses”.
Sergio Berensztein y Carlos Fara coinciden con ese análisis. “Saben que una porción de su electorado vota a Milei por lo que no pueden oponerse sistemáticamente porque es regalar votos a estructuras libertarias endebles en las provincias pero que son una amenaza. Además, si creemos en las encuestas, la gente dice que prefiere la cooperación”, enuncia Berensztein.
Para Fara, los mandatarios dialoguistas saben que LLA tiene “potencial” en sus territorios, entonces son “cuidadosos porque están ante un fenómeno atípico”. Fara adjudica al “desgaste” de las conducciones nacionales de los tres partidos más importantes, la dificultad para recrear una liga de gobernadores.
“La UCR tiene cinco, pero está sin un líder; Pro tiene un conductor golpeado y los del peronismo están jugando de líberos -remarca-. Además, hay varios que son nuevos como (Claudio) Poggi, Torres, (Marcelo) Orrego, (Claudio) Vidal, (Rogelio) Frigerio, y no tiene sentido pelearse si quieren pensar en 2027”.
Fara cataloga la situación como un “federalismo extremo sin referentes nacionales” y advierte que con un presupuesto prácticamente inexistente para obra pública, “lo poco que hay lo negocian de manera individual”.
Hay tres aspectos que enfatiza Romero: el Presidente quiere el mapa “pintado de violeta”; la identidad partidaria “no se negocia” y tampoco su liderazgo. “¿Entonces, qué van a hacer los gobernadores? ¿Les van a entregar sus legisladores? Si lo hacen, pierden capacidad de negociar. Milei no quiere acuerdos, sino apoyos; no quiere construir mayoría coalicional, sino condicional y eso es muy complejo para los que están en el medio”, razona.