Semana del Parto Respetado: un derecho en construcción

Semana del Parto Respetado: un derecho en construcción

Por Catalina Iannelli / Especial para Noticias Urbanas

Se reconoce del 13 al 19 de mayo. Aunque esta norma está garantizada por una ley, aún no se cumple en muchas maternidades del país.


Esta Semana del Parto Respetado se instauró con el objetivo de visibilizar la importancia de una atención humanizada, libre de violencia obstétrica y centrada en las decisiones de las personas gestantes. Esta fecha encuentra sustento en la Ley 25.929, sancionada en 2004 – reglamentada recién en 2015- , que establece el derecho para la persona gestante a ser informada sobre las intervenciones médicas, a recibir un trato respetuoso y acorde a las pautas culturales. También a estar acompañada durante el trabajo de parto, el parto y el postparto, y a acceder a información clara sobre lactancia materna y cuidados del recién nacido.

Además, obliga a obras sociales y prepagas a garantizar todas las prestaciones vinculadas con el embarazo, incorporándolas al Programa Médico Obligatorio, como un derecho tanto de quien gesta como de quien nace. Más que una celebración, esta semana busca interpelar al sistema de salud, a los equipos médicos, al entorno familiar y a una cultura entera que, todavía hoy, sigue transformándose.

Nacida en Francia en 2004, impulsada por la Asociación Francesa por el Parto Respetado (AFAR), esta iniciativa se replicó en varios países. El mensaje de este día es darle importancia a centrar a la persona gestante, al bebé y a su entorno afectivo. Que nada ni nadie imponga sus ritmos, sino el propio cuerpo de la persona, con la toma de sus decisiones a sus tiempos.

En Argentina, su cumplimiento todavía encuentra barreras. Hay mujeres que siguen pariendo solas, sin saber que tienen derecho a estar acompañadas. Además, pueden elegir en qué posición parir, que pueden decir que no a ciertos procedimientos, que tienen derecho a entender cada intervención médica antes de dar su consentimiento. Que pueden pedir, y deben recibir, información sobre anticoncepción, lactancia, puerperio y salud mental. Y que, salvo casos de urgencia, nadie debería decidir por ellas.

Virginia Luz Galván, psicóloga y psicoterapeuta perinatal con enfoque en derechos humanos, explicó a Noticias Urbanas la importancia de este día y por qué eligió esta orientación para su carrera: “En mi caso no fue a través de la maternidad, como muchas psicólogas perinatales. Empecé trabajando en un hospital infantil público y observé prácticas que no contemplaban los derechos básicos de las personas”.

También la norma protege al recién nacido: puede tener contacto inmediato con la madre, debe recibir la leche materna sin interferencias, no debe ser utilizado para prácticas médicas sin consentimiento y debe ser tratado con dignidad. En resumen, debería serle permitido nacer con respeto y cuidado.

La Organización Mundial de la Salud insiste en que las condiciones obstétricas y neonatales esenciales son clave para evitar complicaciones evitables. Por eso, parir en una institución que brinde seguridad es fundamental, pero también lo es que esa institución no desconozca los derechos de quien da a luz.

Qué es la violencia obstétrica

Los profesionales obstétricos cumplen un rol esencial en este proceso, tanto del lado técnico y profesional como del emocional. La OMS reconoce a esta profesión como salvadora de vidas: su trabajo disminuye intervenciones de rutina, reduce la medicalización y aumenta el bienestar físico y emocional, en especial todo lo que se juega en ese momento que es la experiencia de traer una vida al mundo.

En este marco, la violencia obstétrica es una forma de violencia de género que se ejerce sobre personas gestantes durante el embarazo, parto y posparto, en instituciones de salud públicas o privadas. Incluye prácticas deshumanizadas, medicalización excesiva, intervenciones sin consentimiento, negación de información o un trato humillante. No es solo física, también puede manifestarse en la indiferencia, la infantilización, el ninguneo, la falta de empatía, entre otros.

Este tipo de violencia también está contemplada en la Ley N.º 26.485, de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. “Que exista una ley no garantiza que se cumpla. El nacimiento es un problema complejo que involucra cuestiones legales, cuidado, salud y género”, explicó la psicóloga.

Galván relató a continuación que acompañan a las mujeres desde un lugar de humanidad, porque las prácticas médicas a veces “deshumanizan a la persona, que tiene una historia, un cuerpo y múltiples atravesamientos”. “Se infantiliza a la persona y se conceptualiza el cuerpo como una máquina sin historia ni emoción”, refutó.

Específicamente, la OMS clasifica esta violencia en cinco tipos para facilitar su identificación y abordaje: intervenciones y medicalización innecesarias y de rutina (tanto sobre la madre como sobre el/la bebé); maltrato, humillaciones y agresión verbal o física; falta de insumos y condiciones inadecuadas en las instalaciones; prácticas médicas realizadas por residentes o estudiantes sin el consentimiento informado de la madre, y discriminación por razones culturales, económicas, religiosas o étnicas. La profesional mencionó que a veces, en medicina, se trabaja por “hábito”, desde un paradigma de “evitar riesgos” en lugar de “promover cuidados”.

La violencia obstétrica en cifras y datos

En Argentina, según la Encuesta Nacional sobre la Violencia contra las Mujeres del INDEC realizada en 2019, el 43% de las mujeres que fueron atendidas durante su embarazo o parto manifestó haber atravesado situaciones vinculadas a la violencia obstétrica. Además, el Observatorio de Violencia Obstétrica relevó que el 77% de las personas encuestadas no recibió información sobre lo que se le iba a hacer durante el parto, mientras que el 57% dijo haber sido víctima de prácticas invasivas sin consentimiento. “Cuando hay violencia obstétrica, casi siempre hay padecimiento y sufrimiento. Se inaugura la maternidad con el pie izquierdo”, argumentó.

Sin embargo, estas cifras no siempre responden a motivos médicos. Muchas veces están vinculadas a lógicas institucionales, falta de formación profesional en parto respetado, comodidades del sistema o incluso conveniencia horaria de los equipos médicos.

Según un estudio realizado por la investigadora Patricia Castrillo (2020), la violencia obstétrica puede entenderse como un fenómeno que se da en la intersección entre la violencia institucional y la violencia de género. Castrillo señala que esta violencia se produce en un sistema de salud estructurado a partir de jerarquías, relaciones de poder asimétricas y una lógica que posiciona a la persona gestante como un sujeto pasivo, muchas veces excluido de las decisiones sobre su propio cuerpo.

La autora cita al especialista en Ginecología y Obstetricia Luis Villanueva Egan (2010) para describir un “continuo de violencia obstétrica” que abarca desde formas más sutiles y naturalizadas —como los regaños, las burlas, la infantilización, la negación de información o de acompañamiento— hasta otras más graves, como procedimientos realizados sin consentimiento, intervenciones innecesarias o la utilización del cuerpo de la persona gestante con fines didácticos sin su autorización. Estas decisiones se pueden visualizar en cesáreas innecesarias, episiotomías por rutina o “por prevención”, tactos reiterados sin justificación ni aviso, sueros colocados sin consulta, prohibición de comer, beber o moverse durante el trabajo de parto, y la obligación de parir en posición acostada, priorizando la comodidad del equipo médico por sobre la fisiología del parto.

Además, advierte que existe una paradoja alarmante: si bien Argentina cuenta con legislación avanzada en materia de derechos sexuales y reproductivos —como la Ley 25.929 de Parto Respetado que mencionamos anteriormente—, la falta de difusión y acceso a la información hace que muchas personas gestantes desconozcan sus derechos y, por ende, no puedan ejercerlos ni denunciarlos cuando son vulnerados.

Quien acompaña y cuida debe proteger los derechos básicos a la autonomía y a la información. “Hoy, el gran desafío es el rol del Estado: no alcanza con promulgar una ley, sino que es imprescindible crear mecanismos efectivos para que esa ley se cumpla realmente”, denunció Galván. Por eso, el llamado a un Estado presente es urgente. Se debe insistir para que las leyes publicadas sean también cumplidas. Para que las personas que se encuentran en ese momento de vulnerabilidad sean acompañadas legalmente, en un marco normativo que las respalde. El futuro del parto respetado depende de un cambio profundo en la forma en que se piense el nacimiento: más humano, más informado, más libre. Y, sobre todo, más consciente y acompañado.

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