La revolución productiva

La revolución productiva

Si prospera el proyecto de Ley “Buenos Aires, Ciudad productiva”, las fábricas ya instaladas en Buenos Aires podrán reequiparse y ampliar su estructura que hoy les impide el Código de Planeamiento Urbano. Los urbanistas levantaron el dedo preocupados por el perjuicio medioambiental y arquitéctonico que puede sobrevenir. Acá, el debate


La Ciudad de Buenos Aires está cerca de vivir una revolución industrial. Algo así como una revolución productiva. A partir de una pequeña modificación en el Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad, la idea es que se puedan instalar -sin restricciones de ubicación por barrios- industrias manufactureras, talleres y servicios complementarios, siempre y cuando, claro, se cumpla con la evaluación de impacto ambiental. Pero quienes se oponen a este proyecto hablan de una “destrucción de la totalidad de la legislación urbanística”. ¿Bienvenidas las industrias?

INDUSTRIALES VS. URBANISTAS

“Buenos Aires Ciudad Productiva” es el nombre del proyecto de ley que en diciembre de 2005 fue aprobado en “primera lectura” por la Legislatura para modificar el Código de Planeamiento Urbano. Un Código que por estos días inhabilita la instalación de industrias o fábricas en las zonas llamadas Urbanización Parque (UP), como la Costanera; Urbanización Futura (UF), como las tierras de Retiro; barrios residenciales como Villa Devoto y el Área de Protección Histórica, como San Telmo o Montserrat. Si se concreta, la modificación le permitiría a la Ciudad participar “en la recuperación de una cultura de la producción y del trabajo”. Como se trata de una modificación del Código, el proyecto debe pasar por tres etapas. Así como ya fue aprobado en “primera lectura” y superó la “audiencia pública”, el proyecto debe ser tratado nuevamente por la Legislatura, en lo que se llama “segunda lectura”. La idea, según explican los principales impulsores, es que la Ciudad se adapte a las nuevas condiciones sociales, políticas, económicas y tecnológicas.

Por un lado, entonces, están los industriales que quieren instalar fábricas en más barrios. O, también, remodelar y/o ampliar algunas de las fábricas que ya están instaladas en esos mismos barrios. Para eso los empresarios pidieron al Gobierno porteño y a la Legislatura la anulación de algunas restricciones del Código de Planeamiento Urbano. Hasta ahora, y si bien todavía falta la aprobación final en la segunda lectura, en las instancias previas se le dio el OK a la instalación de fábricas en toda la Ciudad, siempre que no se hagan actividades “prohibidas, peligrosas o contaminantes”, como las que pueden provocar, por ejemplo, algunas curtiembres o procesadoras de combustibles. En este sentido, Humberto Giordano, vicepresidente primero de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA), plantea la paradoja acerca de la “necesidad de esta reforma” al decir que “no es común que empresas y sindicatos se junten para tirar todos hacia el mismo lado. Y en esto empujamos juntos y nos damos el abrazo”. Claro, en esa suma de fuerzas y de abrazos, al proyecto también lo apoyan, entre otros, el Sindicato del Calzado, la Unión Obrera Metalúrgica y el Sindicato del Vestido. También se suman al proyecto la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).

Lógico. O previsible. Si de un lado se multiplican las complicidades, también están los que se oponen con firmeza a esta modificación en el Código. Los urbanistas -la otra parte de esta disputa que de alguna manera remite a lo que sucede en Gualeguaychú con las papeleras- pretenden fijar algunas barreras. La oposición más fuerte es la del Consejo Profesional de Arquitectos y Urbanistas, cuyo principal vocero es el arquitecto Enrique García Espil. El argumento que desata la polémica -¿se vienen las marchas de ambientalistas en el Rosedal?- es que se instalarían fábricas en las zonas protegidas por el Código. Y más grave todavía: según García Espil, el Código actual se estaría “destruyendo” con la modificación. En la vereda de enfrente, Giordano, el empresario que confía en el abrazo con los sindicatos, se defiende: “El planteo de los urbanistas es una sátira. Una panadería o una heladería, técnicamente, también son una fábrica. Y si estas industrias traen una máquina para mejorar su servicio, es absurdo que no los habiliten por estar en una zona residencial. Son decisiones que rayan lo ilógico”.
Lo que intenta dejar en claro Giordano en nombre de los “productivistas” es que la modificación del Código de Planeamiento Urbano no impide que se sigan cumpliendo otros reglamentos, como el de Prevención de la Contaminación Ambiental y las leyes de Contaminación Atmosférica y de Contaminación Sonora. Así, y otra vez los tecnicismos, “cada empresa deberá presentar el Certificado de Aptitud Ambiental que corresponda”.

Comprometidos con la idea de que las fábricas no deben provocar ruidos de ametralladora, entre otros riesgos emparentados con la producción, los industriales dicen que se proponen luchar contra la “Ciudad dormitorio” o “Ciudad jardín” que es Buenos Aires. Así lo explica Giordano: “El concepto de ciudad no es solamente el de barrios residenciales, también lo forman el comercio y las industrias, alrededor de las cuales, además, se desarrolla toda la vida social”. Y subraya otro beneficio de la transformación del Código: “Este plan permite el blanqueo de mano de obra. Además, se regularizaría la situación de unas 10 mil fábricas e industrias. Por eso es que más del 90 por ciento de los involucrados está a favor de la reforma. Y el Ejecutivo nos apoya”.

El ministro de Producción, Enrique Rodríguez, y el de Medio Ambiente, Marcelo Vensentini, son algunos de los que levantan los pulgares. Así, se dice, el Gobierno porteño aprueba la modificación del Código como una forma de apoyar el crecimiento industrial. Y en esa sintonía, y para estimular este proceso de industrialización, el Banco Ciudad otorgará 40 millones de pesos.

UN POCO DE HISTORIA

El Código de Planeamiento Urbano actual es de 1977, cuando el entonces intendente de la Ciudad, Osvaldo Cacciatore, ordenó eliminar de una vez y para siempre todas las industrias de chimeneas de Buenos Aires. Y lo hizo como una forma de responder a la política del momento: nada de desarrollo del sector productivo. El Código tuvo su primer antecedente en una ordenanza de 1910 y su referencia más fuerte en 1943, cuando se “zonificaron los terrenos”. Pese a las reformas que se le hicieron (una en 1990 y otra en 2000) nunca se cambiaron las restricciones para la instalación de industrias.

La modificación incluiría, entre otras actividades, el desarrollo de “Centros de Selección”, más conocido como proyecto de “Basura Cero”. A partir de la ley 1.854, aprobada en noviembre, “se considera centro de selección a aquellas instalaciones que sean habilitadas por la autoridad competente en las cuales dichos residuos, provenientes de la recolección diferenciada, son recepcionados, acumulados, manipulados, clasificados, seleccionados, almacenados temporariamente, para luego ser utilizados en el mercado secundario como insumo para nuevos procesos productivos”. La incorporación de estos centros permite la recolección diferenciada de residuos sólidos, disminuye el impacto ambiental (los rellenos sanitarios reciben un 30 por ciento menos de basura si se lleva a cabo el reciclaje), genera empleos en ese sector y, de paso, la Ciudad está más limpia.

En Buenos Aires hay 13.362 fábricas, entre las que se destacan las textiles (2.164), las imprentas (2.055), las de alimentos (1.747) y las pequeñas metalúrgicas (1.171). El 70 por ciento de estas industrias está ubicado en la zona Sur (Pompeya, Soldati y Barracas, entre otros). Además, la Capital es el segundo distrito industrial del país después de la Provincia de Buenos Aires, superando a Córdoba y Santa Fe, tanto en números de establecimientos, como personal ocupado y valor de producción. El 95 por ciento de sus fábricas son PyMES, de las cuales el 75 por ciento se encuentra restringidas en su uso por el Código. La política neoliberal de los ‘90, con sus privatizaciones e importaciones, prácticamente destruyó la actividad industrial. Entre 1993 y 2001 se produjo algo así como la desindustrialización de la Ciudad: el 40 por ciento de las fábricas instaladas en la Capital debió cerrar. La reactivación económica a partir de 2002 permitió un crecimiento del 15 por ciento en las industrias. De ahí, el reclamo en la modificación del Código: “No estamos hablando de industrias de chimeneas. Hoy la alta tecnología permite disminuir la contaminación sonora y del ambiente, como en Dusseldorf, donde ya hay curtiembres en la ciudad”, resume Giordano.

ÁLVARO GONZÁLEZ: "ES IMPRESCINDIBLE EL CONSENSO"

NOTICIAS URBANAS: -¿En qué estado se encuentra el proyecto de “Ciudad Productiva”?
DIP. ÁLVARO GONZÁLEZ (Juntos por Buenos Aires): -Ahora está en segunda lectura en la Comisión.

NU: -¿Hay algún balance después de la audiencia?
AG: -Fue una audiencia larga, de 18 horas, con alrededor de 100 expositores. Básicamente hay dos posiciones: los que llamo “productivistas”, que son los que llevan el proyecto, y los “urbanistas”. No hay que tomar estas posturas como la teoría de los dos demonios. Hay que llegar a un punto de consenso para que ni se construya industrias en las plazas, cosa que no va a pasar, ni dejemos a la Ciudad sin industria.

NU: -Productivistas versus urbanistas.
AG: -Es bueno que se genere este debate tan interesante. Pero no hay que darle la espalda a la Ciudad: que haya industrias fuera del Código, va más allá de todo. Es más que un blanqueo, es cumplir con la norma. Digo, hay que crear un cuadro de uso para resolver el futuro de la Ciudad. Y para problemas del pasado, directamente, arreglarlos.

NU: -Entonces, se va a modificar el Código de Planeamiento Urbano.
AG: -Dejemos claro que a partir de la modificación del Código no se construye en plazas ni en zonas residenciales ni en las zonas llamadas UP (urbanización parque). Hay que admitir que la Ciudad tiene un problema grave: es la segunda región más productiva del país, después de la Provincia de Buenos Aires, y el 70 por ciento de sus industrias está fuera de norma. Y eso se tiene que resolver.

NU: -¿De qué forma se pueden resguardar los intereses de la parte “urbanista”?
AG: -Con algunas restricciones a las industrias. Y con algún acuerdo en los barrios para regular las actividades. Como para equilibrar las dos partes. Y siempre teniendo en cuenta que no se desnaturalice el espíritu de la ley. Si los “urbanistas” necesitan una garantía más, para estar tranquilos de que no va a haber problemas de impacto ambiental, entonces construyamos ese consenso para estar tranquilos. No caigamos en situaciones extremas. Ya hay leyes, restricciones para las industrias, que no van a dejar de cumplirse: ley del aire, sonora. Todas fuera del Código.

NU: -¿Es posible llegar a un acuerdo entre las partes?
AG: -Soy optimista. Ya hablé con las dos partes y creo que vamos a llegar a un acuerdo. Se puede construir un consenso, claro. No hay lobby de ninguna de las partes. Hay que aclarar que con este proyecto se estaría regularizando la situación de muchas industrias en la Ciudad que están fuera de regla.

NU: -¿Cómo sigue el proyecto?
AG: -Calculo que en 90 días sale de la Comisión si es que después de las reuniones llegamos a un consenso. La idea es pasar de una posición dogmática a una intermedia.

VELASCO: “Hoy ésta es una ciudad dormitorio”

NOTICIAS URBANAS: -¿Cuál es el cambio fundamental a partir de la modificación del Código de Planeamiento?
DIP. JUAN MANUEL VELASCO (ARI): -Lo que hace este proyecto, este plan estratégico, es regularizar la situación de algunas industrias que ya estaban instaladas en la Ciudad desde antes de que se modificara el Código y que a partir de ese momento pasaron a estar fuera de regla. Es decir que este proyecto es válido solamente para las industrias que ya estaban funcionando. Y esto bajo el principio de que no se puede perjudicar a una industria por algo que se sancionó con posterioridad. No puede ser retroactivo.

NU:-¿Qué es lo que el Código actualmente no permite?
JMV: -El Código no permite modificaciones tecnológicas ni edilicias: a partir de la reforma propuesta, sí se van a poder hacer estas modificaciones. Además es algo necesario, hoy en día, los avances tecnológicos permiten mejorar el funcionamiento de las industrias y que haya menos ruido, menos contaminación.

NU: -¿Alcanza con una modificación del Código?
JMV: -En realidad, es marcar una excepción en el Código, en lo que se llama el uso no conforme, esto es, por ejemplo, que una industria que está en un PH puede hacer modificaciones tecnológicas, pero no edilicias. A partir de la reforma, se mantienen los usos, pero se pueden hacer modificaciones. El proyecto ya está aprobado en primera lectura.

NU: -¿Qué actividades nuevas empezarían a funcionar en la Ciudad?
JMV: -Se harían centros de selección de material para cartoneros que se incluirían en el cuadro de uso del Código. También se incluiría el reciclado, que por estos días no se hace, mientras que en otras capitales del mundo sí.

NU: -El impacto ambiental es una de las preocupaciones que traban este proyecto. ¿Por qué?
JMV: -Las industrias que hoy funcionan tienen que hacer su estudio y su balance de impacto ambiental. Lo que yo digo es que esos estudios deben hacerlos instituciones con reconocimiento académico, que pongan en riesgo su prestigio, y no una empresa contratada por la industria en cuestión.

NU: -¿Se va a poder construir en zonas históricas o residenciales o con parques?
JMV: -No, eso no puede pasar. En ese sentido, hay una lectura equivocada del proyecto. Sólo se cambia el uso no conforme. Las industrias que se hayan instalado después del Código y no cumplan con las normas, ésas sí son ilegales.

NU: -¿Qué pasa en otras capitales del mundo?
JMV: -En otras ciudades hay un modelo equilibrado de industria y comercio. Desde la Dictadura, Buenos Aires se transformó en una ciudad residencial, una ciudad dormitorio, con servicios sólo financieros, cuyos modelos económicos fueron cambiando con los distintos gobiernos. Esta modificación equilibraría un poco el perfil de Buenos Aires, que tiene que permitir por su importancia como ciudad y como capital del país tener servicios de calidad, pero también industrias. Además, también significaría mano de obra. Hay que conseguir ese equilibrio en el uso de la Ciudad.

BUENOS AIRES VS. RESTO DEL MUNDO

Brasil es el país más industrializado de América Latina. En San Pablo, tal vez el modelo que pretenden seguir los industrialistas argentinos, el producto bruto interno es de 300 mil millones de dólares por año, lo que la convierte en uno de los mayores motores financieros y comerciales del continente, por encima de Ciudad de México (200 mil millones de dólares) y otros centros financieros como Buenos Aires, Río de Janeiro, Monterrey y Santiago de Chile. San Pablo produce un tercio del PBI agroindustrial de Brasil. También es responsable del 70 por ciento de la industria automotriz nacional, siendo uno de los 20 países más productores de vehículos. Una sólida base tecnológica respalda su industria y le permite generar productos con un alto valor agregado, sobre todo en los sectores de la tecnología de la información e informática, aeroespacial y automotor.

En México, debido a los graves problemas de contaminación ambiental del Distrito Federal entre los años ‘60 y ‘80, la mayoría de las fábricas fueron reubicadas en ciudades de las afueras como Querétaro y Toluca. Sin embargo, todavía se destacan algunas zonas industriales dentro de la ciudad, como Vallejo, Tlalnepantla y Naucalpan, así como la Central de Abastos en la parte más oriental de la capital. Como si fuera el Conurbano bonaerense. El Tratado de Libre Comercio permitió la instalación de zonas industriales en el límite de la frontera con los Estados Unidos: en Monterrey y Tijuana se asentaron empresas y talleres de abastecimiento y manufacturas, que crearon miles de puestos de trabajo.
Al mismo tiempo, y acá una buena noticia para los urbanistas, América Latina es la región del planeta que emite menor cantidad de gases de “efecto invernadero” o recalentamiento global: sólo el 4 por ciento. Y, sin embargo, es la zona más vulnerable a los efectos de esta contaminación. A partir del Protocolo de Kyoto, los países latinoamericanos pueden recibir “proyectos ecológicos” de los países más poderosos.

Una curiosidad europea. En Europa Occidental, las ciudades más importantes resultan ser caras para implantar la actividad industrial. Londres es la metrópolis que más alto costo demanda para el establecimiento de fábricas, seguido por Dublín, Moscú, París, Madrid y Barcelona. Y en Estados Unidos, una de las ciudades más caras es San Francisco. Algunos de los gastos que se toman en cuenta son los de rentas, impuestos, alquileres o compra de inmuebles y mano de obra. En Europa Oriental, la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia son los países del Este que se afirman como “más accesibles” a la hora de instalar industrias.

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