"No sé cuál es la política, la campaña o la cuestión, pero no pueden cerrar los depósitos de la manera en que lo hicieron. La gente que recoge materiales reciclables los lleva allí para comercializarlos, porque eso es lo que ofrece hoy el mercado y no tienen otra posibilidad. Somos personas, hay que aprender a dialogar y a llegar a un acuerdo". Virginia Pimentel pertenece a la Mesa Coordinadora de Cooperativas de Recolectores y está asombrada y molesta por la medida que tomó el Gobierno porteño.
El jueves, los inspectores de la Dirección General de Verificaciones y Habilitaciones clausuraron y luego habilitaron provisionalmente dos depósitos muy cercanos uno de otro, separados por la estación de La Paternal, uno de ellos situado en Osorio y Warnes y el otro en Trelles 2727.
Los funcionarios del Gobierno justificaron la medida en la ausencia de medidas de seguridad contra incendio de los depósitos, pero también en las quejas de los vecinos -motorizadas por las asambleas vecinales- por la forma de trabajo que implementan los cirujas, que descargan sus bolsas en la vereda, "afeando y ensuciando la zona", según manifestó alguno de ellos.
En la noche del jueves hubo algunas refriegas entre policías y cartoneros, en las inmediaciones de los depósitos clausurados. Los "cirujas" se habían acercado a la zona con la intención de comercializar su mercadería -que recogen en el conurbano- como hacen habitualmente.
Para condimentar la situación, hubo un cruce de opiniones entre el secretario de Turismo de la Nación y precandidato a jefe de Gobierno, Daniel Scioli y el secretario de Medio Ambiente y Planeamiento Urbano porteño, Eduardo Epszteyn, en la que terció el también precandidato a jefe de Gobierno, Rafael Bielsa, que defendió a Scioli, a quien Epszteyn le contestó que "éste no es un problema estético".
Scioli abrió el fuego desde los micrófonos de radio Continental, cuestionando la gestión de Aníbal Ibarra, en especial por "la mugre" que afea la ciudad y el Abasto, su barrio, donde se quejó de que "llegan camiones y hacen desastres".
Al referirse a los cartoneros, Scioli dijo que "hay que ordenarlos y controlar los accesos a la Capital. Los camiones que vienen a recolectar todas las bolsas de basura son claramente identificables", planteó.
Scioli manifestó también que en una reunión con Ibarra realizada hace pocos días, ya le había expresado su preocupación por la actividad de los cartoneros, que no encuentra cauces ni soluciones por parte del Gobierno de la Ciudad.
Epszteyn, por su parte, opinó que Scioli "está en campaña" y que "estamos en gestión y en estos dos meses nos hemos interiorizado del tema y estamos diseñando medidas que serán anunciadas", a la vez que aseguró que no se va a apurar por lo que diga Scioli.
Bielsa, en cambio, centró su análisis del problema en el aspecto económico y social, por lo que manifestó que "Buenos Aires está enterrando riqueza. Esto quiere decir que el mecanismo de recolección de residuos está avalado por un viejo pliego que entierra lo reciclable y lo no reciclable, y por lo tanto entierra riqueza. Esto se puede medir. El año pasado, nada más que de Brasil, Argentina importó 185 millones de dólares en papel y vidrio reciclado".
Luego, el líder de GESTA se refirió a la necesidad de recontruir la cultura del trabajo "y de evitar que los chicos digan que el que trabaja es un imbécil". Finalmente, Bielsa recordó que el 60 por ciento de los 25 mil cartoneros que ingresan diariamente a la capital, provenientes del conurbano, perdieron su trabajo en el curso del último año.
UNA SOLUCIÓN QUE DEMORA EN LLEGAR
Más allá de las consideraciones técnicas por medio de las que se quiere explicar el problema, hasta el momento no hubo soluciones a una situación que, al no tener cauce, se volvió incontrolable en el curso de este año.
El año pasado se veían cartoneros en algunas zonas de la ciudad, que, convocados por el gobierno, comenzaron a organizarse en cooperativas. No eran demasiados, más bien eran pocos y eran además permeables al llamamiento del gobierno. Posteriormente, tras la explosión que acabó con de la Rúa y con la convertibilidad, se volvieron imprescindibles para la industria una larga serie de materias primas reciclables que antes se importaban con el dólar barato.
La creciente demanda industrial, unida a la pérdida del trabajo que sufrieron miles de argentinos convirtió en cartoneros a muchos de ellos, ya que es conocido lo poco que se les paga por su mercadería a los recolectores de materiales reciclables.
Esta avalancha inesperada de antiguos obreros convertidos en "cirujas" descolocó al Gobierno porteño, que ya tenía en marcha una solución que de pronto se volvió inviable. La ausencia de un replanteo de esta política que estaba llevando adelante el antecesor de Epszteyn, Eduardo Riciutti, que no incluye en su formulación esta nueva realidad, es la madre de todos los problemas.
Si no se convoca a los dueños de los depósitos -a los que algunos califican como "mafiosos"- y a los nuevos cartoneros, sin dejar de lado a los recolectores informales de siempre, y no se encuentra con todos ellos un sistema de trabajo que contemple los intereses de todos, no hay solución a la vista.
De todos modos, si en esta fórmula no se incluye también el nuevo esquema contenido en la próxima licitación para la recolección de los residuos, la solución será sólo parcial y no definitiva.
Las autoridades, que a menudo se encierran en sus oficinas, como si éstas fueran bunkers que se pretenden inexpugnables, deberán en esta ocasión poner a prueba toda su capacidad política, porque sino empezará a tomar cuerpo el discurso de los que centran el problema en lo contingente. Entonces, hasta podría llegar a ocurrir que haya quien plantee que no se deje ingresar más a la ciudad a los cartoneros, o incluso que se los reprima de alguna manera.
La falta de soluciones agrava siempre los problemas y éste es el caso. La concertación entre las partes es el único camino de salida, y hasta ahora esa opción no ha sido planteada con la suficiente voluntad.



