Todos gallegos: cuando Fernández mata González

Todos gallegos: cuando Fernández mata González

Opinión.


El proceso interno (con sus diferencias) por el que atraviesa el Frente de Todos es inherente a los motivos de su creación. Es fundacional y atiende justamente a las coincidencias, dadas las necesidades que pretende cubrir, pero ha recrudecido negativamente en los medios los últimos días, más precisamente, tras el acto de Cristina Fernández de Kirchner en La Matanza.

El impacto del resultado electoral en las PASO, fue de tal magnitud que tanto el gobierno como la mayoría de los analistas políticos, que fueron mal guiados por encuestas erradas, tardaron en encontrar las supuestas fisuras que la fórmula ganadora encarnaba. Todos iban sobre Cristina y olvidaban ver lo que se generaba al margen de ella, con su beneplácito.

Desde estas líneas y apenas conocido el resultado, manejamos la hipótesis de que el Frente de Todos era una coalición que superaba el concepto de “unidad del peronismo”, que si bien no es contradictorio, uno se puede subsumir en el otro y generan distintas expectativas en el imaginario colectivo y por ende también influir en los resultados electorales.

Sólo si tomamos -como tantas veces se hizo en el último medio siglo- al peronismo como la identidad política mayoritaria y casi excluyente de la sociedad argentina, podemos explicar al Frente de Todos como una expresión nueva, pero a la vez clásica, del peronismo. Pero ésto es un fenómeno centrista, federal y con tintes “progres” cargado del pragmatismo con que se generó tras la autocrítica de una buena parte del peronismo, ante un panorama demasiado sombrío en lo social y que adoptó como propia casi la mitad del país en agosto pasado.

 

Pero la política va mutando, no sólo en el resto del mundo, sino también por esta parte del planeta. Los realineamientos están -como el ingreso de los outsiders- a la orden del día. Quizás haya que repasar la última década para explicar las profundas diferencias existentes durante ese lapso entre Alberto Fernández, Cristina ídem y Sergio Massa, por citar sólo a los tres grandes artífices de esta coalición política. No hay jugadores mejores que otros ahí. Hay objetivos comunes y resignación de lugares cómodos, pero inútiles. Además, nadie duda de que el Frente de Todos no se agotará en esto, sino que esa actitud permitirá estirar su composición hasta donde ellos lo estimen necesario.

Si bien Fernández y Massa no tienen una síntesis absoluta para las diferentes temáticas, claramente la diferencia es mayor si uno compara ambas miradas con algunas provenientes del Instituto Patria. Y es por ahí que en estos días algunos referentes no centrales del otrora gobierno kirchnerista -por ejemplo Horacio González, que fue el protagonista de la primera definición contradictoria-, han sido levantados por los críticos de los Fernández como estandartes de las diferencias insalvables que la coalición lleva a futuro.

Las diferencias entre la militancia ideológica que generó parte del relato y la épica del gobierno de Cristina y la dirigencia actual del kirchnerismo, representada por ella y por los jefes de La Cámpora, es la verdadera “fractura” (si la hubiera) a estudiar por los inquietos analistas, ya que Cristina, Máximo y Wado de Pedro fueron y son parte activa de la formación y crecimiento de esta coalición del Frente de Todos.

Por otra parte, mientras arreciaban las críticas, bien o mal fundadas, por las divergencias dentro de ese espacio, Fernández, Massa y De Pedro, junto a 12 gobernadores y al resto de los principales candidatos del Frente de Todos, respaldaban en forma unánime a la candidata Anabel Fernández Sagasti, que desde su origen en la Cámpora intentará quitarle el cetro provincial a Rodolfo Suárez, delfín de Alfredo Cornejo, en Mendoza.

Esta tercera Fernández (Sagasti) es una de las senadoras preferidas por Cristina, lo que marca que la cohesión en el Frente de Todos hoy es demoledora frente a las diferencias -que existen, como en todo frente-, que aparecen en segundo o tercer plano, más allá del impacto mediático que se le dé.

Los fanáticos de ambos lados de la grieta debieran morigerar su disgusto por estos días, más aún si además somos comunicadores y entendemos nuestro aporte para romperla de una vez. Es común a todos la responsabilidad de construir una salida a la difícil situación que -por ahora- no amerita culpables hasta que se escriba la historia. Debe haber un plan de soluciones viables, una idea de la unidad conducida por los mejores y un acompañamiento responsable que nos ayuden a salir de la tremenda crisis integral por la que atraviesa la República Argentina.

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