Simone de Beauvoir cumpliría 111 años: el legado que nos dejó

Simone de Beauvoir cumpliría 111 años: el legado que nos dejó

Es una de las filósofas que más contribuyó a la lucha por emancipar a las mujeres.


“No se nace mujer, se llega a serlo”

Con esa frase, la filósofa francesa Simone de Beauvoir que hoy cumpliría 111 años marcó un antes y un después en 1949, en un mundo azotado por la segunda guerra mundial, dejando a cientos de mujeres viudas que, repentinamente, debieron ponerse pantalones -algo revolucionario para la época, de la mano de Coco Chanel– y hacer las tareas que antes realizaban los hombres. “No se nace mujer” implica comprender que “mujer” es una construcción cultural atada a contextos sociopolíticos y económicos, y que no se puede hablar de “mujeres” puesto que no son un colectivo homogéneo, sino personas, tan diversas como cualquier otra.

Cuando agrega que “se llega a serlo”, la filósofa apunta a que esa persona que nace debe participar de una realidad que, efectivamente, la construirá como “mujer”. Al estar esa realidad construída para sostener el privilegio de los hombres y sus lazos -a lo que llamamos patriarcado-, se le plantea a la mujer un supuesto destino biológico según el cual debe parir y criar a la descendencia de los hombres, ser su compañera sexual y reducir su actividad a la privacidad del hogar.

Muchas instituciones buscaron fundamentar una de las convicciones principales sobre las que se basa el patriarcado: el destino de la sexualidad es la procreación. Desde Aristótoles (“la mujer es mujer en virtud de cierta falla de cualidades”) hasta Santo Tomás (“la mujer es un hombre fallido”), se crearon distintas instituciones que buscaron perpetuar el privilegio masculino. La ciencia, la medicina y el psicoanálisis, son algunas de ellas.

Cuando las mujeres empezaron a trabajar por un salario, se encontraron con un sistema productivo que no las representaba ni contenía en sus necesidades y derechos. Gracias al aporte de Beauvoir, por primera vez se le dio visibilidad al trabajo doméstico no remunerado, reproducción del sistema capitalista; y la división sexual del trabajo, que trae como consecuencia la brecha salarial mundial por la cual los varones ganan hasta tres veces más que una mujer por realizar la misma tarea, además de conseguir los cargos más altos de tomas de decisión (según la revista Forbes, en la actualidad de 500 CEO’s en el mundo, solo 50 son mujeres).

“No se podría obligar directamente a la mujer a dar a luz: todo cuanto se puede hacer es encerrarla en situaciones donde la maternidad sea para ella la única salida; la ley o las costumbres le imponen el matrimonio, se prohíben los procedimientos anticonceptivos y el aborto, se prohíbe el divorcio”

Según la periodista María Moreno, a Simone le reclamaban “ser más femenina” y la criticaban por su “agresividad sin atenuantes”. No está muy alejado de lo que se les reclama a las mujeres del movimiento feminista de la actualidad cuando pretenden mediante reacciones misóginas aleccionar a las mujeres con la exigencia de “las formas” de sus reclamos. Ninguna revolución se hizo sin violencia, porque quienes concentran el poder no compartirán sus privilegios pidiéndoles “permiso”. Aún así, el movimiento feminista es el único en el mundo que no incluye ninguna muerte en su haber. ¿Cuánto de esto podríamos decir de todas las organizaciones e instituciones sociales construidas por varones?

Como planteó Beauvoir, al varón no se le remarca su género porque es “lo universal”, es decir, ser hombre no es una singularidad, mientras que a la mujer se la define en relación a él y no por sí misma. Por eso Simone se quejaba cuando le decían que sus opiniones las esbozaba “por ser mujer”.

“Desde los primeros tiempos del patriarcado, los hombres han juzgado útil mantener a la mujer en un estado de dependencia; sus códigos se han establecido contra ella; y de ese modo la mujer se ha constituido concretamente como lo otro”

La lucha de las mujeres solo contribuyó a generar una sociedad más equitativa, tanto para mujeres, varones, personas trans, niños, niñas, razas, etnias, orientaciones sexuales, cuerpos . Es decir, todo lo que se consideró “anormal” o “desviado” por estar fuera de la heteronorma regida bajo el mandato del patriarcado.

Lo “femenino”, como explicó Beauvoir en su histórico libro El segundo sexo, se construyó cercano a la mística de la naturaleza, lo que hizo que las conquistas del hombre sean mérito propio, mientras que las de ella eran resultado de un otro varón.

“Es a la propiedad privada a la que está ligada la suerte de la mujer en el curso de los siglos: su historia se confunde en gran parte con la historia de la herencia”. 

En una sociedad donde toda la capacidad tenía su origen en la fuerza bruta, la mujer era en realidad completamente impotente. Sin embargo, eso no justifica la creación de entidades que refuercen mediante leyes su opresión, como la prohibición del aborto y la consideración de su útero como propiedad.

En la Edad Media, la mujer se halla bajo dependencia absoluta del padre o el marido. Está protegida por las leyes, pero solo en tanto que propiedad del hombre y madre de sus hijos -o su “herencia”-. Llamarla “prostituta”, sin pruebas de ello, es una injuria que se paga quince veces más caro que todo insulto dirigido a un hombre.

En los subsiguientes movimientos históricos, como la Revolución Industrial, la sociedad continuó dejando de lado los derechos de las mujeres. Muchas murieron reclamando sus derechos, otras fueron apresadas por pedir ser consideras personas. 

Beauvoir decía también que las mujeres “no tienen historia”, aunque muchas historiadoras la interpelan: la historia de ellas está, nada más que nadie fue a recogerla. En ese camino se encuentran en la actualidad muchísimas mujeres de todas las ciencias, pero, sin dudas, el aporte de Beauvoir fue fundamental.

“La devaluación de la feminidad ha sido una etapa necesaria para la evolución humana”

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