Andrea Prodan: “La Argentina me permitió respirar”

Andrea Prodan: “La Argentina me permitió respirar”

Por Enrique Colombano

Desde Córdoba, donde se radicó hace años tras emigrar de su Italia natal, repasa su carrera actoral y adelanta los proyectos musicales de Romapagana, su banda. Los recuerdos de Luca y su familia.


“Este país es una locura. Un experimento planetario. Un péndulo. El argentino parece desdeñar el equilibrio, la moderación. Todo es ‘somos los mejores del mundo’ o ‘somos una mierda’. Quizás porque soy escorpiano, este vivir al borde me excita, me atrae… Después de muchos años en Inglaterra y en Italia, prefiero este lugar anarcofacho, pero vivo.” Así describe Andrea Prodan su atracción por la Argentina, país en el que decidió radicarse a principios del milenio, dejando atrás su Italia natal y una exitosa carrera actoral en Europa.

A principios de los 80, su hermano Luca había hecho el mismo camino, jugándose la última carta que tenía para huir de su adicción a la heroína. Mal no le fue: sobrevivió seis años, fundó Sumo y, de un cachetazo, le cambió la cara al rock de nuestro país. La muerte lo encontró el 22 de diciembre de 1987. Con el tiempo, nació el mito. Pero si bien la mención de Luca suele volverse inevitable, Andrea es mucho más que el portador de un apellido ilustre. Es el último exponente de una familia fuera de serie, en la que la creatividad y la ruptura de los moldes establecidos se combinaron, varias veces, con la tragedia. Y, fundamentalmente, es un talentoso artista que tiene mucho para contar.

–Como actor, compartiste producciones con figuras como Ava Gardner, James Mason y Susan Sarandon. Y también fuiste dirigido por maestros de la talla de Federico Fellini, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, y Peter Greenaway. ¿Qué recordás de aquellas experiencias con estos íconos del cine?

–Todavía tengo algo que se asemeja a pesadillas relacionadas al set cinematográfico y me pregunto por qué. Yo siempre fui un gran espectador de cine, un cinéfilo. Desde niño me fascinó este medio. Me confundía entre realidad y ficción. Mi familia intentaba rescatarme de mis fobias, asegurándome que era todo una mentira. Y así es. Pasé de ser actor de teatro en mi juventud, en Inglaterra, a hacer de Britannicus, el futuro emperador de Roma e hijo de Claudio (asesinado por su hermanastro, Nerón) en una miniserie llamada Anno Domini. Mi primera escena fue con Ava Gardner y Fernando Rey. La pasé bien, me pagaron bien y pensé: “¡Loco, este es un trabajo bárbaro!” (risas). De paso me vino a visitar Luca, que ya vivía en la Argentina, ¡y le dieron un papelito como carcelero de San Pedro! Todo muy bizarro. Al año siguiente la suerte me visitó, ofreciéndome trabajo con Liliana Cavani, una directora muy prestigiosa. Yo era coprotagonista. Después vinieron los hermanos Taviani y Peter Greenaway. El sueño de cualquier actor. Mis recuerdos son maravillosos, grotescos, tristes y absurdos. Lo que me queda son muchas anécdotas de grandezas y miserias del set de cine y de los famosos con los cuales he trabajado. Y estas semipesadillas.

–Con semejante currículum, ¿por qué decidiste levantar el pie del acelerador en tu carrera actoral europea y venir a radicarte a la Argentina?

–Cuando Luca murió, algo hizo clic en mi interior. Me apagué. No actuaba más con placer. Y aunque hice casi 40 películas en todo el mundo y en distintos idiomas, nunca pude saborear mis logros. Es algo muy personal y difícil de explicar. No nací para competir, y ser protagonista es ser competitivo. Creo que la Argentina apareció (o reapareció) en mi vida en un momento de extrema angustia. Cuarenta personajes vividos en la pantalla, cientos de habitaciones de hoteles en pocos años, la decadencia de Italia en los años de Berlusconi y el naufragio de mi familia en Italia me estaban matando. Entonces abordé un proyecto muy original y sanador para mí: grabar un disco hecho enteramente por mi voz, en varias pistas, y haciendo todos los instrumentos solo. Empecé en Bologna, Italia. Pero allí solamente les interesaba hablar de plata. Un bajón. Así que llamé a Timmy McKern, el amigo argento-escocés de Luca (NdR: El mismo que invitó a Luca a vivir a la Argentina, a principios de los 80, y lo acogió en su casa en la provincia de Córdoba), tras varios años de no estar en contacto con él. Corría el año 1995. Luca había fallecido en el 87. Imaginate. Timmy me dijo: ‘Venite a grabarlo aquí. Recién compré el estudio en las sierras que siempre quise tener con Luca. ¡Esto es un milagro!’. Y así fue. Grabé Viva Voce, así se llama el disco, en Traslasierra, en 40 días. ¡Y terminó siendo uno de los preferidos de Peter Gabriel! Pero el secreto de por qué me quedé en la Argentina está en una mujer. Aquí conocí a la madre de mi hijo Homero. Fui padre y, así, mi relación con este país empezó en serio. Y gracias a Dios. Porque Europa es una jaula. O, mejor dicho, un cementerio. La Argentina, en toda su locura, me permitió respirar. Y tuve otros dos niños. Es un lugar que quiero mucho.

Andra Prodan, en vivo, con Romapagana.–¿Estás componiendo material para un nuevo disco de Romapagana?

–Estamos componiendo, aunque mi ausencia física de Capital, y la de los otros tres miembros, no facilita las cosas. Pero cuando nos vemos, vamos al grano y la pasamos bomba. Nuestros shows son superentregados e intensos. Este año verá nacer nuestro segundo LP. ¡Estamos erotizados!

–¿Para cuándo el próximo show con tu banda?

–Nuestros próximos shows van a ser en Mendoza y en La Pampa. He prometido no pisar la Ciudad de Buenos Aires hasta que tengamos un nuevo disco y muchos temas frescos para ofrecer a nuestros amigos seguidores. Romapagana es un monstruo único y se hace esperar. No por creído. Por raro, nomás.

Actualmente, Andrea –quien, como Luca, estudió en Inglaterra– revela historias de su familia y comparte fotos en su cuenta de Facebook. También publica en su canal de YouTube, Casa Prodan, grabaciones inéditas de su hermano. Todo es seguido a diario por miles de fanáticos de Sumo, ávidos de conocer más y más acerca del mundo que le dio origen a la leyenda.

“Mi familia –afirma Andrea– fue un volcán de creatividad y vida. Luca es el mito local, pero, para mí, igualmente, sigue siendo mi hermano. Y el hermano de mis otras dos hermanas mayores, Michela y Claudia (NdR: A Claudia, fallecida en 1977 de sobredosis, Luca le dedicó dos canciones tan intensas como hermosas: “Heroin” y “Warm Mist”). Todos ellos tienen un lugar muy poderoso en mi historia, al igual que mis padres, obvio.”

Andrea y Luca Prodan en las Cataratas del Iguazú, 1982.–¿Cómo era la relación con tus hermanos?

–Michela, la mayor, tuvo una vida tan exótica e intensa que fue nuestra ídola con Luca. Ella conocía íntimamente a Jack Nicholson, Shirley MacLaine y medio Hollywood en los años 60 y 70, ya que fue la secretaria personal de Jane Fonda. Sus historias con este mundo, con los Rolling Stones y con otros personajes por el estilo, eran nuestro pan cotidiano en la juventud y adolescencia. Mis hermanas nacieron en China. Luca y yo, por haber nacido en Roma, nos sentíamos unos aburridos. Lo que a mí me ataba de manera total con Luca era la música. Éramos realmente fanáticos. Nuestra vida iba con el metrónomo de las bandas que más nos gustaban. Luca, al ser mayor, me pasaba la flor del gran rock de los 70. Después, en el 77, yo ya tenía mis 16 añitos y me gustaba mucho el punk rock. Los dos estábamos viviendo en Inglaterra y lo “contaminé”. Juntos vimos mil shows: The Clash, Magazine,Talking Heads, etcétera, etcétera. Su improvisada partida para Buenos Aires fue como un balde de agua fría. Pero me daba cuenta de que no le quedaba otra. Luca tenía que salvarse. Sobrevivir a la heroína y a sí mismo. Milagrosamente, la Argentina le regaló seis años más de vida. Y aquí creó Sumo. Un milagro.

–¿Cómo surgió la idea de abrir la puerta al público y compartir esas vivencias de la esfera íntima?

–Fue algo espontáneo. Guardar fotos y relatos no tenía sentido. La historia de Luca y de toda mi familia me pareció digna de análisis y de divulgación, ya que era muy rica de mitos cotidianos, de cosas que todos han vivido, aunque quizás de manera menos novelesca o menos dramática que los Prodan. Soy el único de mi familia original que todavía vive. Respeto la memoria de mis muertos, pero siento que soy un ser libre, he elegido mi libertad día tras día, y esto quiere decir que si puedo hacer algo con mi pasado es desatar los nudos para que todo sea un lección, una experiencia sanadora, maravillosa y dolorosa pero dulce a la vez. La vida ha sido muy generosa conmigo. Quiero devolverle algo.

–También organizaste, a fines de 2014 y principios del año pasado, una muestra sobre Luca en la Biblioteca Nacional. ¿Qué te pareció la respuesta de la gente?

–La muestra en el Museo del Libro y de la Lengua, de la Biblioteca Nacional, no fue organizada por mí. Nació de una propuesta que acepté. Yo alcancé material de mi familia y de Luca. Su bajo Hofner, que fue usado para componer muchos temas y tocado tanto por él como por Diego Arnedo; sus discos; sus fotos; ¡sus recetas culinarias! También pasajes de avión, imágenes de cuando estuvo en la cárcel y muchas cosas más, para que la muestra fuera un verdadero viaje al interior del increíble mundo de Luca Prodan. Fue una satisfacción enorme ver cómo el equipo de la Biblioteca recogió el desafío y salió algo único. De paso, batió todos los récords de visitas, con un público muy variado. Yo abrí la muestra con un minishow sobre nuestros recuerdos musicales compartidos. Esa fue una noche mágica.

Andrea y Luca Prodan en el Café Einstein, 1982.–¿Nunca pensaste en recopilar todos tus escritos y hacer un libro?

–Lo del libro está en el aire. Una famosa editorial me pidió publicar lo que he escrito en Facebook. Relatos y anécdotas. Yo los había pensado solamente para Facebook. Me gustaba la idea de que fueran un flash fugaz para los cinco mil “amigos” que me siguen. Y nada más. Todavía no sé si aceptar o dejar las cosas así.

–La última, ¿cómo es tu relación actual con los antiguos miembros de Sumo?

–Muy buena. ¡Inexistente! (risas). Ya han pasado los años de nuestras frecuentaciones más asiduas. Yo ya tengo tres hijos, vivo en las sierras y tengo mi banda. Pero son como tíos. Algo de familia nos une. Y a veces, el destino nos junta.

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