La adicción de Mauricio al espionaje ya genera daño en Cambiemos

La adicción de Mauricio al espionaje ya genera daño en Cambiemos

Opinión.


La oposición, por el momento carece de punch en los golpes que lanza contra un oficialismo que se muestra todavía bastante cómodo, a pesar de que volvieron algunos errores no forzados, como el caso Vicentín, donde resulta inexplicable como se puede quedar en una situación incómoda dentro de un escenario a priori favorable.

Las manifestaciones rurales del pasado sábado tuvieron un acatamiento desigual, pero respetable, para ser la salida del sarcófago de los sectores ultramacristas o antiperonistas viscerales, que hasta allí no habían podido instalar un tema con fuerza en los medios, ni en la calle (obvio, casi imposible) tras las elecciones de diciembre.

La oposición convive de manera invertebrada en un espacio enorme, en el que confluyen muy diferentes sectores, difíciles de alinear sin esa virtud de pragmatismo peronista. Pero la realidad es que, por primera vez desde que el corononavirus invadió nuestra vida y mezclada con la eterna polémica de la duración de la cuarentena, la política empezó a respirar con un ritmo aún lento, pero bien típicamente argentino.

 

Macri y el espionaje son amigos desde siempre, algo que igual no le impidió llegar a ser presidente de los argentinos. Pero todavía faltan el Correo, los peajes, los parques eólicos, las concesionarias eléctricas y sus tarifas y otras cincuenta causas más que aguardan su momento.

Y lo hizo con dos hechos de distinta entidad, pero que van delineando los escenarios para el 2021. El primero, generado desde los medios afines y con parte de la oposición a través de Vicentín, puede ser bien o mal resuelto por el Gobierno. De ello dependerá la importancia para que el caso impacte de lleno (y de qué modo) en la sociedad, con sus consecuencias políticas. No parecería algo definitorio, salvo que se sucedan nuevos o graves errores del oficialismo.

El segundo tema remite a las escuchas ilegales y el espionaje, tal como marcamos más de una vez, esa tara que tiene el macrismo, que lo convierte en adicto al mismo delito siempre y que pinta esta vez para sacar de la competencia a quien fuera Presidente de la Nación hasta hace menos de un año. Es más, ya le generó problemas graves, ya que en su slalom de escuchas no distinguió a amigos ni enemigos para ocupar el lugar de víctimas.

La frase de la semana en ese sentido, la pronunció el vicejefe de Gobierno de la Ciudad, Diego Santilli, quién dejó la puerta abierta a la investigación para saber hasta dónde llega la responsabilidad del ex presidente. El espiado no bancó a muerte “al jefe”. Hasta ahí, había recibido el duro embate del peronismo, pero los dirigentes de Cambiemos, a la hora de presentarse como querellantes, como en el caso de Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal, prefirieron dejar a Macri por fuera del asunto.

Pero habría que saber hasta dónde Santilli, quizás el dirigente clave en el armado nacional de Larreta, habló por sí solo o con el guiño cómplice del jefe de Gobierno. Ambos son conscientes de que una de las salidas estudiadas por Macri es volver a la política desde la Ciudad en 2021, el distrito inicial del submarino amarillo. Algo que es visto como un tiro en la rodilla para las aspiraciones nacionales de Horacio y de muchos de sus socios.

Macri y el espionaje son amigos desde siempre, algo que igual no le impidió llegar a ser presidente de los argentinos. Pero todavía faltan el Correo, los peajes, los parques eólicos, las concseionarias eléctricas y sus tarifas y otras cincuenta causas más que aguardan su momento.

Lo que pasa que, en pleno receso de pandemia y cuando recién reaparece tímidamente la política, Mauricio ya está infectado.

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