Banco Central: un informe profundiza en las causas de la crisis actual

Banco Central: un informe profundiza en las causas de la crisis actual

En un documento elaborado por los técnicos del Banco Central se detalló el producto de las políticas recesivas diseñadas por el Gobierno anterior.


El documento generó a su vez una lábil respuesta del Pro, que se enfocó en cuestionar al Gobierno actual y en reclamar porque en el informe del Banco Central no se aludió al déficit fiscal en ningún momento. El redactor del documento Pro –quizás haya sido escrito por Hernán Lacunza-, titulado “Deuda, Fuga y una Moneda Sana”,  trajo a colación que sólo en 12 de los últimos 155 años no existió tal rojo en las cuentas del Estado, pero no aclara que cinco de esos períodos fiscales acaecieron durante los gobiernos peronistas que se sucedieron entre 2003 y 2007 y en 1993, también en un gobierno del mismo signo.

Los redactores del Banco Central cargaron las tintas sobre una crisis debida en especial al sobreendeudamiento, por lo que dejaron en el aire que fue una crisis provocada, tal como otras anteriores, por cuenta de los sectores financieros.

El documento explica que los rasgos comunes de todas las crisis mencionadas están precedidas por reformas económicas que facilitaron el ingreso de capitales especuladores y por períodos de fuerte endeudamiento externo, que primero traen un alivio transitorio sobre la restricción externa, pero luego, cuando se produce la reversión del flujo de capitales sobreviene el deterioro, que deja el país en peores condiciones que las iniciales.

Estas políticas, según los técnicos del Banco Central, se estilizan en tres grupos:
1) Desregulación y apertura de la cuenta capital y financiera del balance de pagos.
2) La adopción de regímenes cambiarios y monetarios enfocados en la reducción de la inflación, que tienden a incrementar el atractivo del rendimiento financiero de los activos locales.
3) Políticas activas de endeudamiento externo para el Estado y los privados, que abastecen de divisas a la economía, para que el modelo pueda funcionar.

En la primera fase, explican, se produce el ingreso de capitales y una cierta expansión económica. En la segunda, comienza a llegar la retracción económica y se profundiza la vulnerabilidad externa. En la tercera fase, que es la fase terminal, llega la crisis en el balance de pagos.

Para los economistas del Central, estos ciclos, que fueron usuales en la economía argentina en el proceso de industrialización sustitutiva (en referencia a los ciclos del preperonismo y del peronismo), se profundizaron con la irrupción de la globalización financiera, a mediados de la década del ’70 (lo que explica la violenta irrupción de la dictadura, según este cronista).

Volviendo a las tres fases aludidas en párrafos anteriores, en el Central evaluaron que los rendimientos en la primera fase auspician el ingreso de capitales para abastecer la necesidad de divisas de la economía, por lo que aprecian el cambio (elevan el precio del dólar) y promueven el auge de los negocios financieros y las actividades no transables, como los aranceles. 

De esta manera, la necesidad de financiamiento externo crece (provocando un paroxismo en la búsqueda de dólares), no sólo por las mayores importaciones de bienes y servicios (ya que se destruye la actividad industrial, que exige los capitales que necesita la actividad financiera), sino porque se genera un gran crecimiento en la carga de intereses, utilidades y dividendos y la formación de activos externos (compra de dólares y otras monedas extranjeras). Esto trae aparejado una mayor vulnerabilidad externa y el crecimiento del riesgo país, por lo que las colocaciones de bonos son aceptadas a plazos cada vez menores. Si bien los técnicos del Central no lo dicen, esto en castellano se llama saquear al país.

Finalmente, se interrumpe el financiamiento externo y se acelera la fuga de los capitales que habían entrado al país, atraídos por las tasas paradisíacas. Como colofón, para que se desatara la tormenta perfecta, el Banco Central perdió gran parte de sus reservas internacionales (u$s) y se desencadenó entonces la crisis en el balance de pagos.

Inevitablemente, el ciclo se cerró con una fuerte crisis económica (una más) y, para agravar la situación, habiendo adquirido una deuda externa insostenible.

Este mismo patrón de funcionamiento –abundaron los especialistas del Banco Central- caracterizó a una serie de episodios de crisis que se sucedieron entre los ’80 y los últimos años del siglo pasado en casi todos los países de América Latina. Como una especie de secuela tardía, esto es lo que ocurrió en Argentina entre 2015 y 2019.

 

Algunos números 

La contracara de la fenomenal deuda fue una abultada fuga de capitales, cuyos beneficiarios constituyeron un reducido grupo de empresas y personas, que aprovecharon las ventajas transitorias que les brindó un modelo que ofrecía importantes rendimientos financieros.

En el período comprendido entre diciembre de 2015 y octubre de 2019, la fuga de capitales superó los 86.000 millones de dólares. Dentro de este panorama, apenas el uno por ciento de las empresas explica las tres cuartas partes de la formación de activos externos (recuerde, lector, compra de dólares) realizada por personas jurídicas. Paralelamente, tan sólo el uno por ciento de las personas humanas produjeron el 22 por ciento de la fuga de capitales llevada a cabo por  individuos.

De esos 86 mil millones de dólares, el 73,8 por ciento de ellos fueron adquiridos por 853 empresas. Esto demuestra una inquietante circunstancia, que es que existe una alta concentración de mucho dinero en pocas manos en Argentina. Los principales accionistas de algunas de estas empresas –se podría nombrar a Marcelo Mindlin, Héctor Magnetto, Paolo Rocca, Luis Pagani y Migue Acevedo, entre ellos- poseen miles de bonos de la deuda externa y no es menor, por lo tanto, la presión que ejercen sobre los negociadores de la deuda que transcurre por estos días.

Además, como si fuera preciso incrementar su capacidad de daño, casi todos ellos se constituyeron en beneficiarios de los planes de ayuda del Gobierno para subsidiar el pago de salarios de sus planteles de trabajadores. Un dinero que no necesitaban, pero que gestionaron lo mismo, casi como una demostración de su poder de fuego.

Según pudo averiguar el editor de Cohete a la Luna, el principal fugador de dinero fue Marcelo Mindlin, que puso al aire 1.600 millones de dólares por medio de adquisiciones de sus empresas Pampa Energía, Petrobras y Edenor. Nicolás Caputo, otro amigo cercano de un presidente que se dedicó más a los negocios que a gestionar la cosa pública, evadió 250 millones de dólares a través de IATEC (antes Mirgor, la empresa que creó junto con Macri, que tenía su planta radicada en Río Grande). Magnetto y sus socios se llevaron 650 millones de dólares a través de Telecom. 

Lo mismo hicieron el presidente de Fiat Cristiano Ratazzi, que por medio de IVECO exportó 500 millones de moneda norteamericana y el titular de Techint, Paolo Rocca, a través de Tecpetrol, Siderar y Transportadora de Gas del Norte. Arcor y Aceitera General Deheza giraron al exterior 250 millones de dólares cada una. Por su parte, los españoles de Telefónica giraron 1.00 millones.

Los redactores del Banco Central cargaron las tintas sobre una crisis debida en especial al sobreendeudamiento, por lo que dejaron en el aire que fue una crisis provocada, tal como otras anteriores, por cuenta de los sectores financieros.

 

El PROyectil: la PROpuesta del PRO

El partido del Gobierno anterior calificó, según su costumbre, como “militante” al informe del Banco Central. Además llamó a cuidar “las instituciones”.

Luego, afirman los redactores de documento que “ningún gobierno se endeuda porque sí”, para luego pasar a cuestionar que los técnicos del Banco Central no aludieron al déficit, quizás obviando que en cuatro años ellos mismos no pudieron aprobar esa materia. Inclusive, luego de mencionar todas las veces en que la Argentina cayó en el déficit, plantearon que “en 2015-2019, con un gran esfuerzo de todos los argentinos, llegamos casi al equilibrio (-0,5 por ciento)”.

A continuación, afirmaron que “dos de cada tres dólares de deuda 2015-2019 fueron a pagar deudas anteriores”. Se emitió deuda por US$ 275.000 millones, de los cuales US$ 195.000 millones cancelaron deudas heredadas. El resto se usó para pagar el déficit, incluyendo jubilaciones y salarios”. A confesión de partes, relevo de pruebas. ¿Es posible que se use el endeudamiento externo para gastos corrientes? Sin palabras.

Luego, el discurso de siempre. “La razón por la cual los argentinos eligen no ahorrar en pesos es que nuestra economía no tiene una moneda sana. Desde hace décadas. Es una consecuencia de haber castigado durante años a quien ahorraba en pesos con inflación, tasas negativas, cepos y confiscaciones”.

Tras manifestar que “más de 5,5 millones de argentinos participaron de la ‘fuga’” y asegurar que lo mismo pasó “con Cristina”, los redactores del documento reclaman “una moneda sana. Con cuentas fiscales equilibradas podremos tener una moneda sana y no habrá más ‘fuga’, porque el ahorrista confiará en el peso. Es un proceso largo, que excede a un mandato presidencial y necesita un consenso político: no más déficits insostenibles”, rematan, ignorando nuevamente que Mauricio Macri agravó todo lo que describen como las taras económicas argentinas hasta límites indecibles.

 

¿Hay futuro?

El gran desafío del Gobierno del Frente de Todos pasa por romper con el ciclo “gobiernos nacionales-gobiernos liberales”. Unos, tratando de construir un mercado interno y un nivel de vida de los argentinos que sea la base del desarrollo futuro. El otro, apostando a asociarse al mundo como furgón de cola, sin proyecto propio, ni economía productiva. Sólo siguiendo las recetas de las entidades financieras, sin considerar como positiva a la economía real.

Ésa es la gran paradoja argentina. La pelea entre los fugadores seriales de los beneficios obtenidos en el país hacia paraísos siempre externos y lejanos vs. los que apuestan al desarrollo nacional.

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