Lavagna y Lousteau: una opción para no polarizar

Lavagna y Lousteau: una opción para no polarizar

El exministro de Kirchner iría a la Nación y Lousteau jugaría en CABA. Duhalde y Nosiglia impulsan la opción.

Lavagna y Lousteau, la utopía de Duhalde, los progres y Nosiglia.

En estos días que corren, cuando las elecciones asoman en el horizonte cercano, pero las candidaturas son sólo especulaciones, es cuando comienzan a delinearse las opciones que competirán, finalmente, el 27 de octubre próximo.

Como ocurre casi siempre, el oficialismo convive con sus variables más o menos alineadas, al fin y al cabo el poder abriga más que la intemperie, por lo que las aguas tempestuosas son un obstáculo más habitual para los opositores que para los que ya están instalados en el palacio.

En la oposición argentina hay una serie de operaciones en marcha, que obtendrán disímiles resultados. La más importante -o, al menos, la más ambiciosa- es la que apunta a involucrar al peronismo, al radicalismo disidente y al progresismo en una sola opción, que estaría encabezada por Roberto Lavagna y que en la Capital encarnaría en la figura de Martín Lousteau.

La construcción de una propuesta tan amplia exige de operadores de fuste. Por de pronto, están trabajando para alinear a los planetas Eduardo Duhalde por el peronismo, Miguel Lifschitz por el sector progresista y Enrique “Coti” Nosiglia por parte del radicalismo. Cualquiera de los tres podría ser considerado como la primera espada de su parcialidad política.

Pero, ni bien se plantea la opción, surgen los primeros reparos. El primero: Lavagna anunció ya que no desea verse involucrado ni en las PASO ni en ninguna interna partidaria, mientras que sus competidores sí están dispuestos a hacerlo. El economista pretende además ser una figura ecuménica y esas aspiraciones difícilmente serán aceptadas en el áspero mundo peronista, en el que todos defienden sus territorios con uñas y dientes.

Es necesario recordar que en 2007, Lavagna fue candidato a presidente por la coalición Concertación para una Nación Avanzada (UNA), circunstancia en la que obtuvo más de tres millones de votos -el 16,89 por ciento-, que le significaron el tercer puesto, detrás de Cristina Fernández de Kirchner y de Lilita Carrió.

De todos modos, los progresistas dudan. El miércoles último se reunieron en la Ciudad de Buenos Aires, encabezados por Lifschitz y por Margarita Stolbizer, para anunciar que “el progresismo trabaja para constituir una expresión electoral y una alternativa que permitan a la Argentina superar las falsas antinomias y los fracasos de los gobiernos de Cristina Kirchner y de Macri“, una antinomia que superarán apelando a la política o al psicoanálisis.

En la reunión se esperaba la presencia de Lavagna, que finalmente no se concretó. De todos modos, Lifschitz, que unos días antes había pedido un “gesto de grandeza” a Juan Manuel Urtubey y a Sergio Massa para que declinen sus candidaturas, peregrina entre opciones que no suman volumen electoral. Suele reunirse con Stolbizer, que tiene más prestigio que votos, con el presidente de San Lorenzo y con Matías Lammens y Facundo Manes, que son figuras reputadas, pero que carecen absolutamente de estructura partidaria.

Antes existieron contactos entre este sector y Martín Lousteau, que paralelamente era impulsado por el radicalismo de Cambiemos para disputar en las PASO la candidatura presidencial, con la intención de capitalizar el descenso en la intención de voto que sufre Mauricio Macri, ante la crisis económica que desataron sus medidas de los últimos años.

Luego, Lifschitz se alejó de esta opción, dejando la posta para que la retomara directamente Eduardo Duhalde, que es un jugador de ligas mayores. Nosiglia, que fue el mentor de Lousteau, siempre conservó vías de comunicación con el expresidente provisional, y por ese camino, la opción Lousteau sigue existiendo, a pesar del ríspido diálogo que sostuvo con Mauricio Macri en su viaje al exótico Oriente, cuando éste le requirió que bajara sus aspiraciones de protagonismo. El presidente se empeña en su esfuerzo, entre otros dilemas, porque la operación que protagonizan Duhalde y Nosiglia podría colocar de nuevo al redactor de la Resolución 125 cara a cara con Horacio Rodríguez Larreta, en esta ocasión con un volumen electoral suficiente como para asestarle al Pro un golpe de knock out en su tierra natal.

En esa instancia de construcción se encuentra esta propuesta política, que para que sea viable deberá superar algunos obstáculos más allá de la incorporación de adherentes, entre las que se cuentan la oposición de Lavagna a participar en las PASO y las objeciones que le oponen a la postulación del exministro de Duhalde y Kirchner algunos sectores peronistas, entre ellos el kirchnerismo.

Duhalde, inclusive, estuvo reuniéndose en los útimos días con socialistas y radicales para ampliar la base de sustentación del frente que le ponga fin al gobierno de Cambiemos, preocupado porque no alcance el volumen necesario para tal fin.

Fuentes ligadas al peronismo anunciaban que en los días que corren Eduardo Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner se reunirán. Incluso existe una cita en la casa de Hugo Moyano, que oficiaría como el testigo privilegiado del pacto que abriría un camino que conecte las brechas entre muchos sectores que a priori vienen anunciando que jamás se juntarían. Lavagna lo dijo de Cristina, Lifschitz también. En el pasado, Moyano y Duhalde lo aseguraban también, aunque ellos modificaron sus posiciones.

La única duda que aún resta es la siguiente: ¿aceptará la expresidenta desistir de su candidatura y partir al ostracismo, siendo ella la candidata opositora que más mide por muy lejos, doblando incluso en la intención de voto al propio Lavagna?

¿O la reunión servirá sólo para limar asperezas de vieja data, seguir alineando a viejos amigos de unos y otros para que confluyan en la misma línea y, finalmente, dejar para más adelante el cierre definitivo, incluso la candidatura de Lavagna?

De todos modos, de lo que se decida allí dependerá la línea gruesa de lo que se construya hasta octubre, el resultado de octubre y, por lo tanto, el futuro.

Las grandes definiciones políticas de la Argentina ya no dependen exclusivamente de la Casa Rosada, es más, cada vez para más por fuera de ella.

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