Un peronismo en crisis enfrenta un peligroso 2023

Un peronismo en crisis enfrenta un peligroso 2023

¿Se puede ganar haciendo lo mismo que en 2021?


La crisis recurrente del peronismo amenaza con coartar sus posibilidades de desarrollo político. Tantas veces ocurrió que después de llegar al poder sobrevino la disgregación, que se podría decir que es más difícil mantenerse en el poder que alcanzarlo. Puro Perogrullo.

Casi cada diez años, el peronismo entra en zona de turbulencias, ante su dificultad para absorber a los sectores políticos que son el resultado de los mismos cambios que el propio peronismo generó con su accionar.

Una historia de encuentros y desencuentros

Hasta 1955, el Justicialismo fue un partido que, representando a una alianza de clases, enfrentaba las coyunturas con sus propios recursos políticos y electorales. Este modelo se agotó el 16 de septiembre de 1955, cuando una alianza cívico-militar-empresaria eclesiástica lo desalojó del poder por medio de un Golpe de Estado que desató una inédita espiral de violencia. Como ejemplo quedaron las imágenes de una Plaza de Mayo y otras zonas de la ciudad bombardeadas.

Antes de esto, el peronismo se había desangrado en luchas internas y su poder de convocatoria era grande, pero fue impotente para detener a sus enemigos, que no ahorraron en crueldad para desalojar del poder al creador en Argentina del “Estado de Bienestar”.

Luego de los 18 años de proscripción que debió soportar –un dato que suele ser obviado por los “científicos” sociales-, entre 1972 y 1973 el General Juan Domingo Perón convirtió al Partido Justicialista en la cabeza de un frente, que al principio se llamó Frente Cívico de Liberación Nacional (FRECILINA) y terminó convirtiéndose en el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), sigla con la que enfrentó la etapa del “Luche y Vuelve” y bajo la cual alcanzó el triunfo en las elecciones del 11 de marzo de 1973, con una fórmula compuesta por el peronista Héctor José Cámpora y el conservador popular Vicente Solano Lima.

Pero, ni bien arribó a la Casa Rosada la nueva fórmula presidencial, comenzaron los problemas. Personas de adentro y de afuera del Movimiento comenzaron cuestionar al nuevo presidente, a sus asesores y a los jóvenes que habían asumido funciones en diversas áreas de gobierno y comenzaron a repetir –ya existían los medios hegemónicos- el latiguillo que estuvo de moda en esos tiempos: “infiltrados”.

Se suponía que éstos eran los “peronistas nuevos”, muchos de los cuales venían de militar en la Juventud Peronista y que profesaban un peronismo poco ortodoxo, al menos en la concepción de los “peronistas de siempre”. El ’73 no era igual al ’45, indudablemente, pero era dable suponer que un partido que había estado 18 años en el destierro, que había soportado una prohibición que impedía que se nombrara siquiera a su líder exiliado, a su bandera, a su escudo o a su marcha emblemática, aceptaría la existencia y las prácticas políticas de sus nuevos militantes, aunque éstos hubieran tenido poca vida partidaria anterior.

Nada de eso ocurrió. La guerra interna, en la que intervinieron todos los sectores sin excepción, de una manera u otra, llevó a la división, a la atomización y a la entronización de la brutalidad con la que el Partido Militar resolvió el conflicto. Habría que apuntar que los métodos que utilizaron los seguidores de Jorge Rafael Videla no fueron muy diferentes de los que se planteaban algunos “peronistas viejos”.

De esta manera, no sólo se convocó a la represión, al crimen masivo de militantes y a las desapariciones de sus cuerpos, sino que, junto con esto, se abrió el camino para que el modelo de substitución de importaciones que había desarrollado el General Perón fuera arrasado de una manera brutal. Política y economía son siempre las caras de una misma moneda. Más Perogrullo.

Luego, pasada la dictadura, el peronismo mostró sus heridas en carne viva, aún no recuperado de la sangría represiva y se convirtió en 1983 en una especie de Corte de los Milagros. Desaparecidos muchos de sus cuadros, se convirtieron en conducción de emergencia los que quedaban vivos, que hicieron lo que pudieron, que a menudo fue bastante poco.

En 1987, el peronismo triunfó en 17 provincias. Era la primera elección que ganaba desde 1973. Entonces, ya se prefiguraba la llegada de Carlos Menem al poder, lo que ocurrió en 1989. El riojano se convirtió así en el heredero real de la Renovación Peronista, cuyo efímero primer jefe había sido Antonio Cafiero.

Menem era un político de raza, más allá de las evaluaciones posteriores que se puedan hacer sobre su cuestionable modo de ejercer el poder. Viene a cuenta destacar esta virtud, porque mantuvo la cohesión del peronismo, mientras ejercía una manera de gobernar que desmentía a la doctrina del justicialismo.

De todos modos, hasta el propio Menem comenzó a sufrir desgajamientos de algunos sectores que al principio de su primer gobierno lo apoyaron. Por de pronto, el Movimiento de los Trabajadores Argentinos, que encabezaba Hugo Moyano, lo enfrentó desde el primer momento, a pesar del apoyo que consiguió Menem de la CGT-San Martín, cuando la hinchada de Chacarita vandalizó el Congreso del movimiento obrero y sacó de la asamblea a los opositores, para que el ignoto Guerino Adreoni –hombre del “Gitano” Armando Cavalieri se convirtiera en un espúreo secretario general.

Tampoco lo acompañaron hasta el final los gobernadores. Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega –que ingresó a la política impulsado por el riojano- fueron la fórmula justicialista que pagó con su derrota las políticas neoliberales y la paridad peso-dólar de Menem, que llevaron a la Argentina hasta el borde del abismo.

Después llegó el desastre de la Alianza, que combinó una curiosa fórmula, un radical conservador como Fernando de la Rúa y un peronista “progresista” corporizado en Carlos “Chacho” Álvarez. Semejante coyunda sólo podía enhebrar una serie de desatinos y efectivamente, estos dos elefantes de bazar no dejaron despropósito sin cometer y consumieron abruptamente su capital político en dos años.

Luego de los fuegos del 19 de 20 de diciembre de 2001, el peronismo regresó al poder, primero de la mano de Eduardo Duhalde, efímero presidente provisional y después de Néstor Kirchner, que asumió el gobierno el 25 de mayo de 2003.

Kirchner fue el último líder que tuvo hasta ahora el Partido Justicialista. Amado y odiado –mucho más lo primero-, el santacruceño elaboró un sistema político que mantuvo al peronismo por doce años en el poder.

Pero, aquí llega lo inevitable. El ejercicio del poder desgasta. De nuevo Perogrullo. Así, en el colectivo que ejerció el poder y cambió muchas cosas en la Argentina, en 2015 quedaban muy pocos pasajeros. De a poco, las internas, los destratos, los egos, los desacuerdos y ciertas manos aviesas que operan en las sombras consiguieron su objetivo de desmantelar el Frente para la Victoria, que culminó en 2015 con un volumen electoral importante, pero insuficiente.

En la política no basta con tener razón. La realidad es algo que se construye día a día y no un ente creado por una mano invisible, ni aunque sea la del mercado. Por eso mismo, existen tantas interpretaciones de la realidad que, ¿quién puede asegurar que una de ellas es la correcta?

En este terreno entran a operar los medios de comunicación, que interpretan, crean verdades muchas veces dudosas- y generan un sentido común a la medida –no casualmente- de los accionistas de las grande empresas del mercado, que son las únicas que pueden pagar por ello.

Conviviendo con las serpientes

Los que le suministraron el nombre al Frente de Todos, estaban pensando en otra cosa. Todos es una entelequia y un Frente de Todos, un oxímoron.

La unidad de tan amplia y ambiciosa coalición no es imposible, pero significa convivir con una serpiente de cascabel entre las sábanas. Sin amor, que no haya nada, dice un apotegma que utilizan algunos. Pero, ¿cómo se le da amor a una “rattlesnake” de dientes letales?

Acariciar a la serpiente puede ser un ejercicio mortal, pero necesario, en este caso. Algunos encantadores lo hacen. En la India, hay familias que crían a las cobras como mascotas y éstas muy rara vez muerden a sus vecinos. Ese difícil ejercicio debieron aprender los coaligados en el FdT.

De todos modos, hoy en la sede del PJ nacional, en la calle Matheu 130, no hay casi nadie haciendo acto de presencia en el transcurrir diario. Hay abandono, cuando debería bullir de actividad. ¿Para qué pedir la presidencia, si no se la ejerce?

Por contrapartida, el PJ bonaerense genera acuerdos y busca convertir a la adversidad en superación. La conducción partidaria y el gobierno operan en conjunto. El 2023 está aún muy lejos y el resultado de la elección es incierto, pero si no hay políticas de reparación sobre la adversidad económica, no hay futuro. Para que haya 2023, tiene que haber un diseño, aunque sea rudimentario, de futuro. Plantear un salto al vacío es entregarse.

El dilema es que las discusiones actuales se producen sobre la cubierta del Titanic. Unos plantean que el rumbo no es el correcto, otros responden que no hay otro rumbo posible. En 2021 se perdió de manera contundente con este mismo rumbo. ¿Será posible ganar de esta manera, si se perdió antes con la misma fórmula?

Planeros pobres y planeros ricos

Aún así, la Argentina resiste. Todavía un chico puede ir al colegio primario, al secundario y a la universidad de manera gratuita. Esto es posible, en gran parte, porque entre el 50 y el 70 por ciento de los sueldos docentes privados los paga el Estado.

Además, el Estado financia la investigación técnica y científica por medio de instituciones como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Además, los jubilados, los afiliados al sistema solidario de las obras sociales y los hospitales públicos reciben medicamentos gratis o con descuentos y tratamientos, desde los más sencillos hasta los de más alta complejidad.

Si sobreviene una sequía, el Estado asiste a los ruralistas. Si hay una inundación, los subsidia y si se atrasan con los impuestos, siempre hay una moratoria a mano.

También se financia, en los bancos oficiales o en otras instituciones, la compra de maquinaria agrícola e industrial.

Aunque ahora eso va a ser más dificultoso, trenes y colectivos poseen financiación parcial del Estado desde hace muchos años.

El que quiere comprar electrodomésticos, recibe financiación estatal para pagarlos en doce cuotas. Lo mismo pasa con los empresarios Pyme que quieren cambian cheques o con quienes venden sus empresas, porque existen créditos para quienes las quieren comprar.

Hasta algún conspicuo vocero de los libertarios más ultraliberales cobró su sueldo por medio del Programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP) y hasta su padre, propietario de colectivos, recibió el subsidio al transporte que le tocaba.

Al fin y al cabo, el país debe subsistir y los avatares de la economía deben ser mitigados por el Estado.

¿Hablando de cascabel, quién le pondrá el cascabel al gato?

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