Tras los anuncios, hubo cacerolazos en varios barrios de la Ciudad

Tras los anuncios, hubo cacerolazos en varios barrios de la Ciudad

Patricia Bullrich fue hasta la Quinta de Olivos.


El presidente Alberto Fernández anunció el miércoles por la noche un endurecimiento de las restricciones establecidas tan solo hace días, especialmente dirigidas ahora para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Su mensaje despertó un mar de cacerolazos en algunos barrios de la ciudad de Buenos Aires, los mismos donde habitualmente resuenan cacerolas para cualquier medida del Frente de Todos. Incluso en frente de la casa de la vicepresidenta Cristina Kirchner y la Quinta de Olivos.

Solo desde ventanas en Recoleta, Palermo y Belgrano, vecinos no tardaron en sacar cacerolas en rechazo a las medidas anunciadas por el Presidente esta noche. En Colegiales, algunos hasta optaron por lanzar insultos desde balcones. Sobre la avenida del Libertador, los conductores tocaron bocinas.

 

Apenas el Presidente dio a conocer las nuevas medidas, Bullrich utilizó su cuenta de Twitter para expresar que esas restricciones son “en contra de los que trabajan, de los padres que llevan sus hijos a la escuela y de los comercios que se funden”.

 

La exministra de Seguridad y titular del PRO se hizo presente frente a la residencia presiencial, para protestar contra las disposiciones que regirán en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) desde el viernes próximo hasta el 30 de abril.

Otro dirigente opositor que se expresó en contra de las medidas fue el diputado y titular de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro, quien consideró “inadmisible e irracional que vuelvan a cerrar las escuelas. Quedó demostrado que son el lugar más seguro que podemos ofrecerle a estudiantes, docentes y familias. En vez de privilegiar la presencialidad y el bien común ceden la política educativa a sectores corporativos”, opinó el legislador.

En la itersección de Juncal y Uruguay, en el edificio donde tiene un departamento la vicepresidenta Cristina Kirchner, sus vecinos también salieron a rechazar los anuncios. Por la calle, transeúntes dirigían insultos hacia arriba con puños en alza. A pocos metros, en un bar de la zona, comensales disfrutaban de lo que tal vez sea la última comida nocturna durante -al menos- las próximas dos semanas.

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