¿Se definirá entre Larreta y CFK la elección de 2023?

¿Se definirá entre Larreta y CFK la elección de 2023?

Nadie parece estar en condiciones de detener al porteño. Ella, en las PASO del peronismo, corre con ventaja.


Las cifras de la inflación de marzo –un catastrófico 6,3 por ciento- significaron otro duro mazazo para un gobierno que colecciona frustraciones, más que virtudes comprobables. Tan duro fue el golpe, que la necesidad de hablar de otra cosa menos decepcionante llevó al guionista de la debacle –Martín Guzmán- a advertir que “gestionaremos con gente alineada con el programa económico”, mientras que el primer actor del gabinete –Aníbal Fernández- exclamaba, más que declaraba, que “se gobierna con los que están dispuestos a acompañar, no vi nunca al peronismo no acompañando a un presidente peronista”.

Estos tiros de emboquillada, estas premisas de filosofía barata y zapatos de goma, que se suponen que impactaban en la vicepresidenta, en realidad fueron acordados con ella, una mujer que no se arredra fácilmente y que tiene una piel ya curtida en las lides de la política y a la que una indirecta –o dos- la dejan indiferente. Criticarla a Ella es mejor que hablar de esa inflación que ya no es un guarismo de la economía, sino que es una pesadilla.

El síndrome de anemia política en el que cayó el Gobierno obliga a quienes están buscando construir algo en la política a pensar en diversas estrategias para que 2023 no sea el prólogo a la fatalidad. La única decisión posible, coligen en algunos círculos ligados al Frente de Todos y al Instituto Patria, es adelantar las elecciones.

El plan es convocar a Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias en marzo, a elecciones generales en mayo, para que finalmente el nuevo presidente asuma en julio. Este juego sutil de la política desnuda la imposibilidad de generar cambios económicos posibles, que permitan mejorar la situación de los trabajadores. El gobierno, piensan, se asemeja a un barrilete de plomo, que ya no subirá al cielo, sino que más bien se hundirá en el barro del fracaso.

La Liga Pro…fesional

Por su parte, en Juntos por el Cambio la estrella de Horacio Rodríguez Larreta se eleva cada vez más y parece que no habrá obstáculos para su despegue. El año que viene, los problemas judiciales de Mauricio Macri, si bien no sumirán en la desesperación al expresidente, sí dificultarán sus aspiraciones para continuar liderando la coalición que él construyó a su imagen y semejanza. Ya no será el mismo Pro el año próximo, sin él rigiendo su destino.

Pero, en el territorio de la derecha hay otros jugadores. Javier Milei es la principal figura en este lado de la brecha. Él sabe ponerle picante a la antipolítica como ningún otro. Sabe despreciar con un estilo algo grosero, quizás, pero efectivo. También es capaz de adjudicarle al populismo los males que suenan tan halagüeños en los oídos de los periodistas que funcionan como sus jefes de campaña con cierta soltura.

Ciertos estrategas peronistas le abonarán el camino al libertario, con la esperanza de que le quite entre diez y quince puntos a Larreta.

Los peronistas propiciarán el resurgimiento de Martín Lousteau, que enfrentará a Fernán Quirós en CABA. En este distrito, los peronistas no piensan en victorias, pero esmerilar al Pro en su casa es una tentación irresistible.

Un largo y sinuoso camino

Los estrategas peronistas alegan que, si en agosto de 2021 se perdieron cuatro millones de votos, a esta altura se encuentran ante la perspectiva de que la resta haya alcanzado los ocho millones de sufragios. De éstos, unos dos millones se podrían recuperar, pero el resto ya no pegará la vuelta al redil.

El duro y sinuoso sendero a recorrer en lo inmediato es el peor: abril, mayo y junio serán duros, habrá piquetes en las calles y el gobierno probará una medicina que sólo probó el peronismo en la era de la traición, que medió entre 1989 y 1999. Ahora, a la inflación de marzo, que alcanzó el 6,3 por ciento, le seguirían en abril, mayo y junio guarismos cercanos al cinco por ciento, para descender en julio en un punto, aproximadamente.

El fin del invierno y el comienzo del otoño, en resumen, serán el punto de inflexión. Después, en agosto, si hubieran los acuerdos internos suficientes como para intentar el salvataje del Frente de Todos -que hoy es un cadáver-, sería anunciado el adelantamiento de las elecciones de 2023 y la situación podría comenzar a descomprimirse. Los meses de septiembre y octubre estarían ganados por la “rosca” política y luego comenzaría el mundial de Qatar. En diciembre llegarán las Fiestas y en el verano, las elecciones serán el tema que obturará al resto de los problemas. Al menos, en teoría.

En los suburbios del kirchnerismo consideran que Alberto está ejecutando una turbia venganza contra su sector, que incluiría el suicidio del presidente y, con él el naufragio de la nave, que se iría a pique con Ella y con todos sus soldados. El anticuado código del mar entraría de nuevo en vigencia sólo por un momento, para volver –una vez derrotada su enemiga por su mano- al pasado nuevamente.

Entretanto, el Fondo Monetario Internacional acecha para imponer su receta, algo que será difícil de lograr. En estos meses se ahorrarán todos los dólares posibles para, paradójicamente, recomponer unas reservas que los burócratas internacionalistas esperan saquear. Cuando lleguen, Guzmán espera discutir con ellos, pero guardando en el tesoro del Banco Central los pocos dólares que acumulará. Lo que salga de allí va a ser heterodoxia pura, ya que Argentina no tiene la capacidad monetaria para cumplir con las recetas ortodoxas, basadas en el saqueo y el vaciamiento.

El Peronismo sobrevive, casi sin aire

No existe gobierno peronista posible con un 60 por ciento de pobres y una inflación mayor al 50 por ciento anual. Menos aún si los propios asalariados que tienen un trabajo estable son tan pobres que no llegan a fin de mes.

Menos posible es aún su supervivencia si el autor, guionista y director de la película es además el presidente del Partido Justicialista. En estos días, Guillermo Moreno pediría la renuncia de las autoridades partidarias, comenzando por Alberto Fernández, que jamás se molestó en trabajar según las pautas del partido, ni por seguir sus principios doctrinarios.

En estos días, los gobernadores se están consultando unos a otros para presentarle su agenda al presidente. Temen que la eventual derrota del peronismo los arrastre también a ellos. De todos modos, no esperan demasiado de la Casa Rosada, que hasta ahora les dio apenas lo básico para llevar a sus provincias. Si esto continuara siendo así, van a abandonar la nave, aunque sin estridencias y comenzarán a buscar sus oportunidades para seguir existiendo.

El peronismo es, desde hace tiempo, una confederación de partidos provinciales, que se unen y se divorcian periódicamente. En 2019, en pleno proceso de dispersión, el proyecto del Frente de Todos –que salió de la cabeza y de la voluntad política de Cristina- los convocó casi milagrosamente, cuando se disponían a seguir caminando por el desierto de la adversidad.

Evaluarán si vuelven a seguir ese camino cuando Ella los convoque, aunque nada se puede dar por sentado en este largo y sinuoso camino.

Un frente es un universo

Desde sus inicios, el Frente de Todos fue una unión pasajera de heterogeneidades. La convivencia política en su interior siempre fue difícil. Peronistas, progresistas, radicales, movimientos sociales, villeros y clases medias conformaron un heteróclito colectivo, que se congregó más para librarse de Mauricio Macri que para construir un futuro posible.

Esta unidad de sectores tan distintos entre sí era ya desde el inicio una convocatoria a una crisis permanente. Es casi una perogrullada decirlo, pero administrar esa crisis es casi la única probabilidad de ganar en 2023. Hasta ahora no fue posible.

Es necesario recordar en este punto, que en 2015, para el Frente para la Victoria –el embrión del Frente de Todos- fue imposible superar una crisis similar a la actual.

En los días actuales no existe liderazgo indiscutido. Si además Alberto Fernández, intentara sumar a su jefatura del Poder Ejecutivo, el liderazgo político del espacio, rompiendo el acuerdo que dio origen al Frente de Todos, la crisis era inevitable.

El acuerdo era que Alberto debía conformar el gabinete, respetando la proporcionalidad de sus integrantes. Cuando intentó convertirse en el armador político partidario, chocó de frente con la estructura que se había mostrado exitosa para ganar las elecciones de 2019.

Por estas razones, la crisis no es sólo económica, sino también política. Eso sí, si los empresarios hasta 2015 se llevaban el 46 por ciento de la torta nacional y siete años después les toca el 58 por ciento, no hay discusión posible. Así, el destino del Frente de Todos está sellado.

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