Larreta y Vidal decidieron hacer la suya

Larreta y Vidal decidieron hacer la suya

Buscan que el control de sus distritos no se les diluya con la crisis económica nacional.


Por estos días, un vértigo invade a algunos de los principales referentes de Cambiemos: es la sensación, inédita hasta el momento, de que las cosas pueden salirse de cauce. La sospecha de que el experimento que se abrió en diciembre de 2015 puede no llegar a buen puerto. En las últimas semanas, a partir de que se comenzó a ejecutar el acuerdo con el FMI y Luis Caputo tomó las riendas del Banco Central, en el oficialismo esperaban que terminara, por fin, la incertidumbre y el barco empezara a enderezar su camino hacia buen puerto, es decir, hacia 2019.

Sin embargo, la obcecada persistencia de las convulsiones financieras obliga a buscar respuestas en otro lado. Si el problema no está en el mundo exterior, ni en la oposición, ni en los sindicatos, ni en los medios, a lo mejor hay que comenzar a buscarlo en la misma Casa Rosada. Bravo, Sherlock.

En ese marco, se comenzó a tejer por cuenta propia la sociedad entre la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. Los dos vieron, en estos meses, cómo la crisis económica nacional golpeaba sus propias aspiraciones y la estabilidad política en sus distritos. Con una autonomía que nunca antes se había visto puertas adentro del Pro, decidieron hacer política por mano propia. Los objetivos: garantizar la gobernabilidad en sus distritos, evitar el naufragio prematuro del proyecto macrista y salvar a Mauricio Macri de sus propios errores, es decir, de Marcos Peña.

El diagnóstico queda en evidencia ante los desacoples que exhibió el gabinete en estos días. Si existe un acuerdo general en el oficialismo acerca de lo necesario de recortar el déficit fiscal con tijeras de podar, las coincidencias terminan allí. Claro, nadie quiere ver sus propias atribuciones amputadas por la cirugía mayor sin anestesia que el Presidente le encomendó al ministro de Economía, Nicolás Dujovne.

Entonces, como nunca antes desde que el Pro comenzó a gobernar la Ciudad en 2007, un ministro dice públicamente una cosa y otro lo desmiente a las pocas horas, también públicamente. Macri, nuevamente silencioso, no da señales que clarifiquen el rumbo. Como cierta Selección de fútbol en cierto torneo que todavía se disputa, no está claro cuál es la estrategia, ni quién la diseña, ni quién la ejecuta.

“Básicamente, hay dos caminos por delante –analiza un importante armador político del oficialismo–. O avanzás por la vía que marca el FMI, implementás el ajuste sin acordar con nadie, gobernás sin presupuesto el año que viene y esperás que todo dé resultado a tiempo para exhibir los galardones en la campaña, o te dedicás a hacer política, te salís de la hoja de ruta trazada por el Fondo, volcás plata en la calle y, con suerte, levantás unos puntos en la opinión pública. Eso tranquiliza a los mercados y descomprime el panorama hasta después de las elecciones, como en 2017.” El problema es que Macri no encuentra respuesta a esa encrucijada y toma decisiones contradictorias. Las señales que llegan, intermitentes, no dejan tranquilos a los mercados ni a la gente de a pie.

Acá entra a jugar el tándem Vidal-Rodríguez Larreta. Con ambiciones que preexisten y exceden el proyecto personal de su jefe político, los dos decidieron tomar las riendas para evitar una catástrofe que perjudique sus carreras. Hace pocas semanas, un intendente peronista fue testigo de la preocupación de la gobernadora, que en una entrevista privada le confirmó haber perdido veinte puntos de imagen positiva en pocos meses. El jefe de Gobierno maneja mediciones similares. Los dos saben que su suerte está atada a la de Macri, por eso juegan todas sus fichas a mantener el control de sus distritos y no planean un salto a la escena nacional en 2019: “Si a Macri le va bien, el candidato es él. Si a Macri le va mal, perdemos todos”, piensan en voz alta.

En las últimas semanas, la gobernadora y el alcalde se transformaron en el eje de todos los sectores de Cambiemos que esperan un cambio en la estrategia que hasta ahora deciden el trío conformado por Marcos Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, cada vez más resistidos puertas adentro, a pesar del apoyo incondicional del Presidente. Desde el jefe económico, Dujovne, hasta el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, pasando por el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, todos acuden al nuevo matrimonio político a la hora de buscar las respuestas que no encuentran en la Casa Rosada. Lo mismo sucede con los referentes del peronismo permeable, que se vieron destratados por el Ejecutivo nacional y encuentran en Vidal y Rodríguez Larreta la línea de comunicación fluida que perdieron con Macri.

Los encuentros se suceden, no a espaldas del mandatario, pero tampoco por órdenes suyas. Quizá Macri percibe que en esa rebeldía puede hallar una tabla de flotación inesperada. O, al menos, un pacto de no agresión mutua que le allane el camino de la gobernabilidad hasta marzo del año que viene, y después que gane el mejor. Algo así es lo que está negociando Vidal en su pago chico con los intendentes peronistas: al contrario del imaginario popular avivado por comunicadores mainstream, a nadie le conviene que se prenda fuego la Provincia, ni el país, antes de las elecciones. Todos, hasta los más opositores, tienen una cuota de poder para cuidar, y los estallidos licúan ese poder y abren el camino de outsiders y cisnes negros. Macri, un outsider él mismo en sus orígenes, que cimentó su llegada al poder en la crisis de 2001 y en la tragedia de Cromañón, debería saberlo mejor que nadie.

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