Provincia de Buenos Aires: el FdT espera abroquelado

Provincia de Buenos Aires: el FdT espera abroquelado

Por Horacio Ríos


Los griegos veneraban a dioses que vivían una vida demasiado parecida a la de ellos mismos, pobres mortales. Entre éstos se encontraba Eris, hija de Zeus y de Hera, que fue ungida como la Diosa de la Discordia. Entre sus hijos se contaron la Pena, el Olvido, el Hambre, el Dolor y el Juramento.

Eris fue quien lanzó la manzana que los dioses del Olimpo –que se habían negado a invitarla a la boda de Peleo y Tetis- debían entregar a la diosa más hermosa. La manzana tenía escrito en su piel: “Kalliste” (para la más bella). El elegido de Zeus para entregarla fue Paris, príncipe de Troya. El problema fue que había tres diosas que la querían para sí: la madre de Eris, Hera, Atenea y Afrodita, ¡¡nada menos!!

Las tres intentaron sobornar a Paris y hasta se desnudaron para él, para demostrale sus bellezas. Voluble, Paris se inclinó por Afrodita, que le había ofrecido el amor de la mujer más hermosa del mundo, que era Helena, la esposa del Rey de Esparta, Menelao. De paso por esa ciudad, Paris enamoró a Helena y se la llevó a Troya, hasta donde el rey de los cornudos llegó, no para recuperar el amor perdido, sino para que las astas que adornaban su frente fueran reivindicadas. Algo imposible, pero consolador para el bravo guerrero espartano.

¿Fue vista Eris en algunas unidades básicas?

Llegando al Siglo 21, en Argentina hay quienes apuestan por Eris, para ver si logran motivarla para que se acerque hasta alguna Unidad Básica y consiga que los peronistas se peleen y dejen de ser ese bloque heterogéneo y abroquelado en sus propias fortalezas y debilidades que ganó en 2019.

Si el Síndrome de Eris triunfara por sobre los adalides de la unidad, el Frente de Todos mordería el polvo de la derrota, algo que por ahora pareciera estar lejano, porque lo que une a los frentetodistas no es el amor, sino el espanto de los cuatro años de Mauricio Macri y la cólera por las humillaciones que les propinó el ingeniero boquense.

En cuanto a este último, tampoco Juntos por el Cambio las tiene todas consigo. Una interna arrasadora desalinea a sus filas de obedientes. Para peor, el líder se subió a un avión y algunos malvados dicen que en estos momentos navega por el Mediterráneo de Serrat.

El Frente de Todos, entretanto, se debate entre dos dilemas. Dilema uno: el tema de las vacunas está casi resuelto. O, al menos, su solución está muy avanzada. Dilema dos: si la vacuna no ocupa el centro del escenario, el protagonismo quedará en manos de la economía. Y, en este camino, la solución está en camino, pero podría ocurrir que no llegue antes de noviembre.

El tema de la vacunación se fue volviendo un sendero largo y tortuoso, pero la tarea de los/as encargadas/os de negociar y armar propuestas para comprar y producir vacunas en la Argentina vieron coronadas sus gestiones con éxitos que habían sido poco anticipados. Según las bocas de algunos sabelotodos de algunos medios de comunicación, la única alternativa a esas gestiones era el fracaso, pero ahora hay un laboratorio que viene produciendo desde enero/2021 la vacuna de AstraZeneca, otro que ya comenzó a producir la Sputnik-Vida y el año próximo habrá un tercero, que sintetizará la Sinopharm. Derrota para los lenguaraces de la estupidez.

En cuanto a la economía, todas las medidas que se están tomando prometen el relanzamiento del mercado interno en base a mejores salarios, mejores jubilaciones y la ampliación del mercado laboral. Éstas son medidas virtuosas, pero les falta un complemento: los precios deben estar basados en los costos y no en etéreas razones relacionadas con los aranceles internacionales de las materias primas y con las lunas de Júpiter.

Para peor, elevando los precios hasta cifras astronómicas, los empresarios –en especial, los de la actividad alimenticia- matan dos pájaros de un tiro: aumentan sus ganancias y manifiestan con su desobediencia su desprecio hacia un Gobierno al que querrían desalojar mañana mismo, si pudieran.

La campaña del Frente de Todos será liderada en la Tierra Prometida de la Provincia de Buenos Aires por el gobernador Axel Kicillof y por el propio presidente, devenido ahora en presidente del PJ nacional. También se sumarán las figuras más cercanas a CFK y, posiblemente, ella misma. Máximo Kirchner, entretanto, deberá aprobar su examen final, porque ahora tiene una lapicera gigante, que puede mover a su antojo. El límite es el éxito o el fracaso de su estrategia. Si mantiene a todos adentro del plato, evita las fugas de los indomables y el resultado es la victoria, nadie le pondrá palos en la rueda. Se sabe que cuando el peronismo gana, todos corren raudos en ayuda del vencedor, aunque éste no lo solicite.

Pareciera que todo está encaminado, pero en el país todo es necesidad, todo es poco aunque sea mucho. Será difícil que Juntos por el Cambio capitalice el inevitable descontento que resulta de la pandemia y de una economía que se encargó de destruir metódicamente durante cuatro años. Habrá que ver.

La ProProvincia

La alianza opositora no deja de coleccionar adversidades. Mauricio Macri quiere –o quería- que María Eugenia Vidal encabece las listas y su primo Jorge es su Plan B. Horacio Rodríguez Larreta quiere allí a Diego Santilli. Los radicales, que esperaron casi seis años para abrir una hendija, quieren a Facundo Manes al frente, pero la oposición salió desde sus propias filas. Gustavo Posse dijo que no se bajará y lanzó su propia campaña “Buenos Aires de Cambios-Posse Sí”.

Lilita Carrió también quiere poner a sus patitos en fila y, fiel a su estilo anárquico, afirmó que “no volvería a apoyar a Mauricio Macri para presidente” y luego se candidateó para ser la segunda de Santilli en la lista bonaerense, de la mano de Rodríguez Larreta.

Entretanto, no se sabe si cerca o lejos de Larreta, Emilio Monzó se acerca al calor del exintendente de San Miguel Joaquín de la Torre, huérfano de Vidal, que ya le dijo a Macri que no va a ser su candidata en territorio bonaerense.

Entretanto, los radicales presionan y Martín Lousteau ya se mostró con Manes en varias ocasiones. Para chicanear, dicen que el Pro “chocó la calesita”. Posse, en especial, quiere sumar a los socialistas y a Stolbizer para conformar una fuerza “de centro popular”, que no se incline más que lo imprescindible hacia la derecha. Su correligionario Manes plantea “basta de protagonismo amarillo” y que quiere cerrar la grieta.

El Frente de Todos, entretanto, se debate entre dos dilemas. Dilema uno: el tema de las vacunas está casi resuelto. O, al menos, su solución está muy avanzada. Dilema dos: si la vacuna no ocupa el centro del escenario, el protagonismo quedará en manos de la economía. Y, en este camino, la solución está en camino, pero podría ocurrir que no llegue antes de noviembre.

El dueño de la ambulancia

Finalmente, Florencio Randazzo volvió a subirse al ring. Va incursionar por el sendero que recorrieron Francisco de Narváez en 2009, el propio Randazzo en 2017 y Mauricio Macri en 2015.

¿Cuál es el secreto? Mostrarse comprensivo con el peronismo, pero criticando sus errores. Presentarse como un “tipo común”, que sale a la calle a tocar timbres para hablar con los ciudadanos. Quiere ir por los desencantados del Pro y del Frente de Todos.

Espera encontrar en esa grieta a un siete u ocho por ciento de los votantes de clase media a los que no les llegó la ayuda del Gobierno y a los que confiaron en que Macri no les iba a quitar nada y terminaron perdiendo el tren amarillo.

A Randazzo lo van a acompañar Roberto Lavagna –aunque no es seguro que se involucre en la campaña-; Joaquín de la Torre –el huérfano de Vidal-; los socialistas, Graciela Camaño y un extraviado Humberto Tumini, que busca un lugar en el que no le dé el sol.

El exministro de Cristina mira, en realidad, al 2023 más que a 2021. ¿Objetivo? Indefinido. No tiene probabilidades de construir una opción propia para llegar a presidente. En ese caso, su única opción es arañar un porcentaje peronista como en 2017, cuando en una elección reñida colaboró con el triunfo de Juntos por el Cambio. Su única opción para llegar a presidente sería –hipotéticamente- sumarse a una coalición ya existente, que lo ponga a la cabeza porque sus propios candidatos no mueven el amperímetro.

Una campaña basada en la obra de gobierno es insuficiente. Lo que completa el concepto es el paradigma de futuro que propone quien está a cargo del aparato del Gobierno, que favorece o perjudica a los miles de argentinos que buscan un destino común.

Una elección es una decisión de futuro. No está mal que la coalición gobernante haga hincapié en los aciertos –supuestos o reales- que logró durante su gestión. Como dijo alguien, en “el logro que pudimos lograr”. Estos sirven para generar confianza, pero no alcanzan para delimitar el futuro, a no ser que el discurso esté basado en la continuidad de las acciones que se están desarrollando.

Por eso, lo que viene es tan importante como lo que pasó.

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