Los mercados desconfían de Cristina y esperan que Alberto le ponga límites

Los mercados desconfían de Cristina y esperan que Alberto le ponga límites

En ese ámbito creen que es ella la que está detrás de la intervención a Vicentín. Temen que asuma más protagonismo.


L a encuesta, llamativa, pregunta a más de 2.000 personas de todo el país con qué político pasarían la cuarentena. Y con quién no lo harían nunca. En los primeros puestos de ambos rankings figura Cristina Kirchner. El mismo sondeo, de la consultora Reale Dallatorre, indaga sobre los políticos que mayor oposición le hacen a Alberto Fernández. Y allí vuelve a aparecer el nombre de la vice, número 2 en la formalidad oficialista. Estas curiosidades confirman un cambio en los inestables equilibrios del poder gobernante: la ex presidenta vuelve a ocupar el centro del debate y se diluye por ahora la idea de un “albertismo”.

Las escenas del lunes fueron ostensibles. Temprano, Cristina fue hasta el juzgado de Lomas de Zamora para informarse acerca de las pruebas de un presunto espionaje en su contra ejecutado durante el macrismo. Es otro capítulo de una persistente pelea de la ex mandataria: demostrar cómo la agencia de inteligencia que manejaba un íntimo de Mauricio Macri se dedicó a hurgar ilegalmente en su vida y en sus actividades. Como si el tiempo corriera en círculos, Cristina pasó de acusada por supuesto espionaje durante su gobierno –hay causas abiertas contra ella y algunos de sus funcionarios- a víctima de los mismos manejos.

La otra escena del lunes, entrada la tarde, fue el anuncio de la intervención y el proyecto de expropiación de Vicentín, una de las empresas del agro más importante del país. Ésta se encuentra en default desde principio de año, con el Banco Nación como su principal acreedor. Más allá del debate económico e ideológico sobre qué conviene hacer y porqué la compañía llegó a esta situación, lo que quedó claro fue el movimiento político. Uno de los lugares centrales de la conferencia lo ocupó Anabel Fernández Sagasti, quizá la más cristinista de las senadoras K. Aunque el Presidente le reconoció la autoría de la idea y sobreactuó en llamarla un par de veces “mi amiga”, ni hace falta preguntar a quién responde Sagasti.

Tanto se mencionó la idea de un avance cristinista, tanto quedó en el aire que el martes, cuando no había pasado ni un día del anuncio, Alberto Fernández salió a aclarar por radio que la idea de una política central del gobierno que encabeza –como una expropiación- era idea suya y no de su vice. ¿Lo era?

Es otro capítulo de una persistente pelea de la ex mandataria: demostrar cómo la agencia de inteligencia que manejaba un íntimo de Mauricio Macri se dedicó a hurgar ilegalmente en su vida y en sus actividades. Como si el tiempo corriera en círculos, Cristina pasó de acusada por supuesto espionaje durante su gobierno –hay causas abiertas contra ella y algunos de sus funcionarios- a víctima de los mismos manejos.

De distinto modo, dos ex ministros de Economía quedaron vinculados a la noticia. Amado Boudou, kirchnerista confeso, había adelantado la medida sobre Vicentín, un día antes vía web; se mostró de acuerdo. Mientras que Roberto Lavagna, que había tenido un promocionado encuentro reciente con el Presidente, la cuestionó duramente. Se supone que Alberto comulga mucho más con el estilo y el pensamiento de Lavagna que con el de Boudou.

El relato de cómo se anunció la intervención de la empresa también recuerda a un kirchnerismo puro. Hermetismo sobre la noticia, tanto que ni el dueño de Vicentín ni uno de los principales voceros de Fernández estaban enterados sobre lo que ocurriría. O al menos eso les transmitieron a algunos interlocutores con los que hablaron poco después de la conferencia.

La reacción de la oposición y los mercados también recuerda el pasado. Macristas, radicales y lilitos anticiparon que no apoyarán la medida, que es un avasallamiento, etc.; y las acciones de las compañías argentinas en el exterior comenzaron a caer, como respuesta a lo que suponen una mala señal para sus intereses. Justo cuando el país negocia su deuda externa e intenta no confirmar otro default.

Así, a punto de cumplir seis meses en el poder y, paradójicamente, cuando goza de una popularidad muy alta, la idea de una construcción propia en torno de la figura de Alberto Fernández se desdibuja. Al menos por ahora.

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