Las operaciones sobre la causa y los negocios de los espías

Las operaciones sobre la causa y los negocios de los espías

La muerte de Alberto Nisman tiene cada vez más interrogantes. Los negocios millonarios de los agentes que lo rodeaban. La sombra del tercer hombre y los servicios de Inteligencia extranjeros.


Una de las tareas de los espías es manipular los hechos para que desde afuera se termine creyendo en la versión que a ellos más les conviene. En eso son especialistas. Su abanico de acciones tiene tantas opciones que les permite desencadenar un sinnúmero de versiones con el único objetivo de desviar el centro de la cuestión.

En el caso de una muerte dudosa, con alto impacto e implicancias en el poder político, en los servicios de Inteligencia y en la opinión pública, los espías están en su salsa. Y hacen todo lo posible para instalar la versión que más les conviene a ellos y a sus jefes.

La muerte del fiscal Alberto Nisman parece seguir esta misma lógica. Las novedades y nuevos giros del caso se superponen con el correr de los días, haciendo que la cuestión principal muchas veces quede de lado.

Es como si un titiritero en las sombras manipulara la información que se da a conocer para confundir y terminar logrando que la búsqueda de la verdad acabe siendo desgastante e infructuosa.

Pero los hechos son testarudos y se dan de bruces con las operaciones montadas a su alrededor. El punto de partida de todo sigue siendo el mismo. Nisman murió por un disparo de un arma calibre 22. La posibilidad de un suicidio voluntario no tiene ninguna prueba de peso que la sustente. Entonces, quedan dos opciones: o fue un suicido inducido o lo mataron. No hay una tercera posibilidad.

“El tema del suicidio inducido no es fácil de llevar a cabo. Que alguien termine matándose por lo que le dice un tercero no es algo sencillo de lograr. El apriete no solo debe ser muy fuerte sino que, además, la víctima debe estar absolutamente convencida de que no tiene ninguna otra salida, como denunciarlo, escaparse o poner a resguardo a sus seres queridos. O sea, el que realiza el apriete debe ser alguien muy poderoso. Y si trasladamos eso al caso Nisman quedan muy pocas opciones sobre quiénes lo pudieron presionar de tal manera para llevarlo a terminar como terminó”, le dijo a Noticias Urbanas un comisario del área de Investigaciones de la Policía Federal.

“La hipótesis del asesinato es tan complicada de probar como la anterior. Porque, aunque existe la posibilidad de que alguien haya entrado y salido del edificio sin ser visto, quien supuestamente hizo el trabajo tendría que ser un profesional tan bueno y meticuloso que además de matarlo haya armado toda la escena para que parezca un suicido. Y hay muy pocas personas tan buenas para hacer semejante tarea sin dejar rastros. Pese a ello, las pruebas nos llevan a pensar que las hipótesis más firmes son solo dos: el suicidio inducido o el asesinato”, agregó el comisario.

La pata de los espías crece

La relación promiscua de ciertos agentes de la Secretaría de Inteligencia (SI) en la muerte de Nisman es cada vez más comprometedora. En muy poco tiempo, el exdirector de Operaciones de la SI, Jaime Stiuso, se transformó en todo lo que un espía no quiere ser nunca. Su nombre, su foto, su voz y sus datos inundaron los medios de comunicación como si se tratara de una estrella del espectáculo. Y no precisamente por sus méritos.

Se lo presentó como uno de los hombres más poderosos del país, que podía espiar a quien quisiera y, por ende, extorsionar a la figura pública que le viniera en gana.

Desde el Gobierno nacional lo culparon de todos los males. Y el propio Nisman lo dejó expuesto al destacar la relación laboral que mantenían. Pero ahí no termina la cosa.

Noticias Urbanas accedió a la denuncia que el legislador Gustavo Vera (ver recuadro) presentó este último lunes contra Stiuso por “enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, tráfico de influencias y cohecho”. Estas actividades se llevaban a cabo a través de empresas que creó junto a otros agentes de la Secretaría de Inteligencia.

En el escrito se deja en claro que el poder de cierto sector del espionaje no solo se centraba en espiar para chantajear y de esa manera obtener más poder, sino que, además, existía un negocio económico muy redituable que les permitía a los agentes obtener grandes ganancias a través de acciones demasiado oscuras. Y Stiuso no actuaba solo. La denuncia también involucra a importantes funcionarios de la SI, como Horacio Germán García (director de Contrainteligencia), Alejandro Osvaldo Patrizio, Ricardo Jorge Saller y Silvina Noemí Dicianni.

La denuncia está relacionada “con el incremento desproporcionado y eventual enriquecimiento ilícito en su patrimonio sin que medien causas atendibles para ello, tomando como referencia los ingresos conocidos”.

La actividad comercial de Stiuso se inicia en 1994, el mismo año de la voladura de la AMIA. El espía junto a “García y Ricardo Kleinberg crearon la empresa American Tape”, todo esto sucedió cuando tanto Stiuso como García eran agentes de la SIDE.

El crecimiento de la empresa fue constante, casi en paralelo con el crecimiento de poder que Stiuso fue ganando en la Secretaría de Inteligencia gracias al trabajo que realizó en la causa AMIA y a los contactos y amistades que esta tarea le trajo con los servicios de Inteligencia de los Estados Unidos e Israel.

En la denuncia queda explicitado el crecimiento de American Tape, que con el correr de los años registra cuatro marcas comerciales en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial. Todas relacionadas entre sí por tener directores y domicilios en común.

El último dato que refleja el crecimiento de Stiuso es el económico. “En el año 2013, American Tape registró un aumento de capital pasando de 6.000 pesos a 6.000.000 de pesos”.

Todos los elementos terminan siendo de vital importancia en el caso Nisman. Porque queda al descubierto una manera de actuar de cierto sector de la Inteligencia local, que utilizaba su poder de espionaje y sus contactos para terminar haciendo negocios económicos. Y dada su magnitud, esto era algo que no podía ser desconocido para los jefes políticos de los espías así como tampoco para los funcionarios judiciales que trabajaban con ellos.

“El ritmo de vida y ciertas ostentaciones de los agentes no podían pasar inadvertidos para nadie. Por eso, los que trabajaron alguna vez con ellos debían de tener muy en claro que esa vida no provenía de sus sueldos y que venían de tareas ilícitas de Inteligencia”, le dijo a este medio un funcionario judicial.

Los datos que no cierran se multiplican

En la investigación judicial que se lleva adelante por la muerte del fiscal hay demasiados e importantes puntos oscuros. Uno de ellos es la extraña relación entre Nisman y ciertos agentes de la Inteligencia local. Acá es donde la SI vuelve a entrar en escena, y no como el chico bueno de la película.

Esta semana, el fiscal Guillermo Marijuan pidió que se investigaran las razones por las cuales el fiscal fue objeto de un seguimiento fílmico a su arribo a Ezeiza, el lunes 12 de enero.

Según Marijuan, “se advierte que no se trata de imágenes generales de un sector del aeropuerto sino que se focalizan y dirigen particularmente sobre la persona de Nisman”. El fiscal manifestó que los funcionarios que hicieron el seguimiento pudieron haber incurrido en el delito de “abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público”. Con eso dejó en claro que, para él, el seguimiento lo hizo un funcionario del Estado. Si a eso se agrega que existe la sospecha de que la persona que recibió a Nisman era un agente de la SI, la situación de la Secretaría de Inteligencia es muy complicada.

Pero Marijuan no fue el único en sospechar del seguimiento que se le hizo al fiscal del caso AMIA. La jueza a cargo de la investigación por la muerte, Fabiana Palmaghini, también señaló que “resulta llamativo el constante seguimiento que la cámara realiza sobre el nombrado”.

El otro dato que no puede ser pasado por alto fue revelado por la diputada nacional Patricia Bullrich, quien le dijo a la fiscal Viviana Fein que Nisman se sentía traicionado por un agente de Inteligencia. “Nos contó que había estado amenazado. Lo que más lo había compungido era una de las escuchas que decía que un agente secreto le había pasado información sobre él y su familia a uno de los imputados en la causa AMIA. Eso fue una flecha en el corazón, porque él no podía creer que un fiscal argentino fuera traicionado así”, manifestó Bullrich. Para muchos investigadores de la causa, el agente no es otro que Stiuso, dada la relación que mantenían y el trabajo conjunto que realizaban por el atentado a la sede de la AMIA.

La pata de la investigación que involucra a los espías se completa con el accionar y los dichos de Diego Lagomarsino, el hombre que le prestó el arma a Nisman. Las sospechas sobre su relación con la Secretaría de Inteligencia son varias, y Noticias Urbanas las mencionó en notas anteriores. Pero también sus declaraciones están puestas en duda. Si es verdad lo que dice acerca de que desarmó la pistola antes de llevársela al fiscal y que luego la volvió a armar para explicarle a Nisman cómo funcionaba, es inexplicable que no haya rastros de su ADN y que solo aparezca el de Nisman. Este es otro punto que no tiene respuesta.

Pero hay más preguntas que no cierran en relación a Lagomarsino. Por qué el fiscal se termina matando con el arma traída por un supuesto amigo, sabiendo el inmenso problema que eso le iba a provocar, es una de ellas.

Las piezas se niegan a encajar

Un experimentado investigador de la Federal que dialogó con NU puso en duda la escena del supuesto suicidio. “Nunca vi un suicida en ropa interior y que además se mate parado frente al espejo del baño. Por lo general lo hacen sentados y vestidos. Es mucho más cómodo. Además, en la mayoría de los casos dejan una carta a sus seres queridos, más si tienen hijos. Por eso no me cierra la forma en que supuestamente actuó Nisman. No es lo habitual en estos casos”, dijo el curtido investigador.

Las anomalías cometidas por la custodia de Nisman, en cuanto a la seguridad del custodiado y las fallas que existían en las cámaras de seguridad del edificio Le Parc, que fueron denunciadas por la propia fiscal Fein, demuestran que se podía entrar por el ascensor de servicio sin ser visto y luego salir de la misma manera.

La hipótesis del tercer hombre, el supuesto asesino, vuelve a meter en la escena a los organismos de Inteligencia internacionales. Porque solamente un especialista tan avezado podría haber realizado una operación de tal minuciosidad y perfección que terminara despistando a todos con la escena del suicidio. Algo muy complicado de realizar.

Sin embargo, las amenazas sobre el fiscal existían. La propia exmujer de Nisman, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, declaró ante la Justicia que días antes de la muerte del fiscal recibió una revista Noticias que tenía la imagen de él en tapa y en la frente un círculo que simulaba un orificio de bala.

Por eso, el final está lejos. Esquivo, sinuoso, resbaladizo e imperturbable, se muestra inalcanzable. Al mismo tiempo que se realiza un aparente paso hacia delante en la investigación por la muerte del fiscal Nisman, aparecen nuevos interrogantes que complican aún más lo esclarecido hasta el momento. Así, las dudas terminan superando a las certezas. Por eso esta nota, todavía, no tiene final.

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