La carta de CFK lo proyecta a Massa desde una zona de confort

La carta de CFK lo proyecta a Massa desde una zona de confort

Opinión.


La carta de Cristina Fernández de Kirchner constituyó un antes y un después para la coalición gobernante. Un hecho político, para ser efectivo, debe contemplar el factor sorpresa y éste la tuvo. Debe tener definiciones claras y concretas sobre lo que pretende afirmar y también lo logró y, por si fuera poco, debe quedar abierta a muchas interpretaciones, según quién las haga y también cumplió con ese precepto.

Tanto se habló de la coalición del gobierno y tanto del rol de Cristina en la misma, que guste más o menos, la vicepresidenta expuso por escrito su pensamiento y dio por terminados los dimes y diretes de la discusión. Marcó la cancha, en una palabra.

De la misma surgen definiciones acerca de lo que piensa de la actualidad del gobierno, de su participación en el mismo, de las urgencias de gestión que deben corregirse y en algunos casos -sin nombrarlos- a los que no quiere en el gobierno. En este vagón del tren –y sin estar a tiro de decreto-, viaja Sergio Tomás Massa, uno de los apuntados por la expresidenta desde el primer día, pero a quien le reconoce el valor por el que fue convocado y más si está proponiendo desde esas líneas un gran acuerdo para reparar errores históricos. Entre otras cosas no escritas, Cristina quiere irse a su casa en 2023, pero antes hay que preparar el terreno para su legado y que Macri se vaya antes que ella es condición sine qua non. Lo demás hay que ver cómo se arma.

Massa supo construir ya hace unos años una candidatura presidencial que obtuvo, junto al fallecido José Manuel de la Sota, más de cinco millones de votos. Pero luego Massa sostuvo hasta hoy ese capital político de manera oscilante, generando alianzas casi siempre positivas y contando, hasta llegar a esta etapa, con una estructura de dirigentes de alta capacidad y trayectoria como Roberto Lavagna, Graciela Camaño o Daniel Arroyo, por citar sólo tres ejemplos de quienes lo acompañaron en el Frente Renovador.

Durante la etapa del gobierno de Macri y con esos dirigentes a su lado, viajó a Davos con el ex presidente como el jefe de la oposición, le brindó gobernabilidad a María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires con su estructura propia y articulada con muchos intendentes del PJ y cultivó al máximo su amistad con quien hoy emerge como el principal contrincante en la próxima presidencial, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.

Luego de cruzar el Jordán y unirse a la coalición del Frente de Todos, dentro la cual -junto a Alberto Fernández- fue uno de los encargados de mostrar la moderación que la ocasión requería para el triunfo, empezó a realizar los movimientos típicos de su accionar político, con la habilidad y el equilibrio que fue adquiriendo con los años, sólo apareciendo públicamente en momentos de definiciones institucionales que le tocaban cerca o para afirmar ese perfil que tantos dividendos le dio a un lado y otro del mostrador.

Mientras ocupa su tiempo en impedir que no se licúe el poder interno de su socio Alberto Fernández, sosteniéndolo ante los embates del ultra kirchnerismo, también le dedica mucho tiempo a diagramar un esquema de alianzas con Máximo Kirchner. La misma se expresa tanto en el plan institucional, territorial y político en general, algo que les brinda a ambos supervivencia y a Massa, además la alternativa de ser candidato presidente en la próxima con un proyecto -que claramente no es el suyo-, y que sería compartido con el hijo de ambos expresidentes.

Durante el gobierno de Macri viajó a Davos con el ex presidente como el jefe de la oposición, le brindó gobernabilidad a María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires y cultivó al máximo su amistad con quien hoy emerge como el principal contrincante en la próxima presidencial, el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta.

 

La Cámpora es hoy la única estructura organizada del país y claramente la que más acertó y más creció –por gimnasia política- durante el lapso transcurrido de esta gestión. Además siguen a todo ritmo rumbo al 2021, procurando ampliar la base propia a nivel nacional, aunque sabiendo que necesitarán de un dirigente de centro amplio que apalanque su proyecto en las próximas elecciones nacionales del 2023.

Sergio Massa es hoy el tercero en la línea de sucesión, pero es algo en lo que no piensa jamás. Tiene una piedra en el zapato entre Alberto y su figura, que es Cristina, pero no se analiza ese escenario. La crisis es tal que no permite esas especulaciones. Jura que al peronismo es imposible sacarlo del poder, incluso aunque existan condiciones, algo que no se condice con el momento actual, según su visión. Sí reconoce   graves dificultades -coincide con Alberto en eso- y buscan soluciones y alternativas para cada uno de los problemas que afrontan en este día a día agotador.

Desde su rol de jefe parlamentario Massa mantiene conversaciones permanentes con todos los sectores, fiel a su estilo. Desde la vereda de los moderados de Juntos por el Cambio sueñan con tenerlo como socio algún día, aunque nunca se movieron en ese sentido de manera directa y lo descartan –salvo condiciones excepcionales-, por lo menos hasta el 2022. El centro moderado semi peronista “garpa” super bien en ambas coaliciones y él lo sabe, aunque no lo exprese jamás.

Massa es consecuente en su dinámica diaria con la decisión que tomó a mediados del año pasado y trabaja a destajo para que el Frente de Todos salte todas las vallas que tiene por delante. Con Alberto, con Máximo, con cualquiera,  sacó del freezer a su Frente Renovador y sabe que lo mejor que le puede pasar al país es salir lo más indemne posible de esta crisis. Y tiene lógica. Es lo que pensaría cualquiera que quiera ser el próximo Presidente.

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