Kicillof sumó a su gabinete al intendente de Roque Pérez

Kicillof sumó a su gabinete al intendente de Roque Pérez

El "Chinchu" Juan Gasparini, será interlocutor entre el Ejecutivo y los intendentes.


El intendente de Roque Pérez, Juan Gasparini, alias Chinchu, logró ser electo tres veces en su ciudad natal, una localidad que puede definirse como conservadora a pesar de que en su biografía casi no hay desgracia que le haya sido ajena.

Ahora acaba de ser nombrado asesor en el Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, en un equipo que tendrá a su cargo el análisis, evaluación y seguimiento de las políticas que integran el Programa de Reconstrucción y Transformación Provincial 6×6 para los municipios del interior.

▶ El apodo y su particular historia

Gasparini resume su historia en el tuit que tiene fijado en su cuenta: “Un carnicero me puso Chinchulín cuando era muy chico, porque era flaco y me regalaba los chinchu porque no tenía para comer. En vez de renegar del apodo, lo llevé conmigo y así me conocen en todos lados”.

Chinchu vivió en la calle, sabe lo que es el hambre, padeció los latigazos de su abuelo, apenas terminó primer grado, “hombreó” bolsas, “cuereó” nutrias y vendió turrones en el cementerio. También levantó quiniela. Más de una vez, fue preso por pelearse con la policía. La misma policía que se le tuvo que cuadrar cuando ganó por primera vez la Intendencia.

Siempre fue peronista, entrador y conocedor de la calle. Cuando empezó a miilitar en política y le preguntaban por qué firmaba de un modo tan simple (firmaba con una suerte de círculo), él respondía, “porque cuando sea intendente voy a tener que firmar muchos cheques”. Lo logró con la primaria apenas terminada. Y terminó de aprender a leer leyendo revistas.

▶ Un “negro” de abajo

En declaraciones a Télam, el “Chinchu” se definió: “Soy un negro de abajo sin estudios que pudo hacer cosas para los que sufrieron lo que yo sufrí. Muchos me critican porque les doy laburo a los que nadie emplearía, pero sería un mal parido si no lo hiciera”.

Es un hombre práctico en el mejor de los sentidos. En el hospital de Roque Pérez, por ejemplo, encaró reformas que incluyeron el cambio de las sillas del acompañante porque eran incómodas para pasar muchas horas. Las cambió por unos sillones hondos y modernos para que quien tiene que pasar allí días y días al lado de un ser querido no sufra más de lo que está sufriendo.

Lo hizo porque durante varios años tuvo que velar por la salud de una de sus hijas cuando era chiquita, en La Plata, y no se olvida de cómo le quedaba el cuerpo después de casi encarnarse en el metal frío.

Las anécdotas de sus gestiones se amontonan y podría escribirse un libro sobre este intendente de cercanía, que más de una vez tuvo problemas familiares por haberle pagado de su bolsillo la luz a un vecino mientras le cortaban la energía en su propia casa. Parece de cuento, pero es verdad. De hecho, los vecinos siguen yendo a su casa a cualquier hora a plantearle sus problemas haciendo caso omiso del perro que adoptó para “asustarlos”. Nadie se asusta porque saben que está y que los va a atender.

Gasparini se crió en un familia pobre. Y la pobreza le mostró adversidades que dice haber transformado en cosas positivas al sostener: “Vivíamos en una casa de chapa, vieja, sin piso. Mi colchón era dos o tres bolsas de arpillera cosidas y mi cobija lo mismo. Había chinches, pulgas, lo que te imagines. Mi abuelo, en el último tiempo, nos fajaba a la abuela y a mí. Cuando tenía once años, una tardecita, hubo una fiesta en el Comité Conservador. Yo iba a esas fiestas -a pesar de que ya me sentía peronista- por la comida: nunca me olvido de las empanadas dulces que había. Si podía, me traía algo porque siempre fui un buscavidas. Cuando volví, mi abuelo se enojó porque no le había traído vino y me dio latigazos de lo lindo. Se me acabó la paciencia y fue mi último día en esa casa. Tenía doce años”.

Ese fue su final en esa casa. Se fue a vivir con siete perros a la calle. “Me hice un ranchito con unas cañas y tomaba agua contaminada. Comía salteado. Sé lo que es el hambre, el hambre de verdad. Iba a ver a la vieja cuando no estaba el viejo, al que cuidé cuando estuvo mal. Así estuve tres meses”, recuerda.

▶ El nuevo Desafío
Chinchu habla muy seguido con Kicillof y conoce mucho a los otros 134 intendentes de la provincia de Buenos Aires.

Es por eso que el gobernador lo puso al frente de un equipo que tendrá a su cargo el análisis, evaluación y seguimiento de las políticas que integran el Programa de Reconstrucción y Transformación Provincial 6×6.

En declaraciones a Télam, comentó: “Voy a estar en el ministerio de Cristina Álvarez Rodríguez, voy a ser el interlocutor con los intendentes para hacer lo que sé hacer, político. Llegar a los municipios cuando tienen problemas con obras, la idea es acerca cada vez más el gobierno a la gente. Me están consiguiendo un despacho para recibir a los compañeros intendentes. Lo primero que voy a hacer es trabajar el tema de las escrituras que están paradas, tenemos muchas cosas para hacer”.

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