¿Es Fernández el Macbeth de Fernández?

¿Es Fernández el Macbeth de Fernández?

Hoy, en esta Argentina shakespeareana, el thane de Glamis tiene rivales.


La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de diputados del Frente de Todos, a la vez desnudó y ocultó el evidente conflicto que llevó a esta coalición a una ruptura definitiva, que aún no fue hecha pública.

Esta dimisión no fue una decisión personal del diputado santacruceño, tomada sin apoyo de la vicepresidenta. Ésta fue, por el contrario, una determinación tomada en el seno del kirchnerismo, con el acuerdo de todos sus sectores. Frente a los ¿fracasos? del gobierno, diferenciarse les permitirá en el futuro mantener algo del juego propio.

Sería bueno recordar que en las ligas mayores de la política, nadie abandona un espacio de poder si no existe una razón de fuerza mayor –más poder- que justifique tal decisión. Sólo una fractura política o un desacuerdo mayor explican una determinación de semejante tenor. No hay estudiantinas en ese nivel.

Cristina Fernández de Kirchner tampoco acompañó el acuerdo al que se llegó con el Fondo Monetario Internacional. La expresidenta emitió su opinión durante todo el proceso de las negociaciones, pero sus advertencias nunca fueron tomadas en cuenta y el acuerdo se firmó con su más absoluta desaprobación. Su silencio habla por sí mismo.

Pareciera que en algún subsuelo de la Casa Rosada un kamikaze transitara con un paquete explosivo en sus manos, decidido a arrastrar a todos a su trágico destino. Quien haya escuchado la fábula del escorpión y la rana comprenderá la metáfora.

Existe, en una palabra, una ruptura definitiva, que aún no fue expuesta ante el público. Las razones de la fractura tienen que ver con viejos enconos y con recientes traiciones. Y se vienen enmascarando cuidadosamente para no entregar el poder sin dar la pelea. Dividirse es morir.

Ganancias, pérdidas y dilapidaciones

La causa madre de todos estos males es que el elegido en 2019 no respondió a las expectativas que fueron depositadas sobre sus hombros. Y los problemas comenzaron ni bien se sentó en su sillón en la Casa Rosada. Las cosas podrían haber sido algo menos dramáticas si él hubiera escuchado a algunos de sus interlocutores. Pero sus oídos permanecieron cerrados a las exhortaciones a alcanzar sensatos acuerdos.

En algunos cenáculos políticos del oficialismo se comienza a dar por hecho de que el actual jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, será el próximo mandatario argentino. Su sumisión a los mercados lo convierte en el garante de la asistencia internacional a la crisis económica, aunque es posible que ésta agrave aún más la situación. Es que los mercados piden más de lo que dan, según hemos aprendido de trágica manera los argentinos.

De todos modos, el apoyo de los tiburones financieros tendrá sabor a venganza. Nadie olvida en Washington las exitosas negociaciones por la deuda eterna argentina que condujo Néstor Kirchner entre 2005 y 2010, ni la ruptura del ALCA, ni algunas decisiones tomadas entre 2003 y 2015.

Yendo aún más atrás, nadie olvida que Perón debió ser derrocado de manera sangrienta para que la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu firmara los Acuerdos de Bretton Woods y atara el destino de la Argentina al Fondo Monetario Internacional. Tampoco olvidan que ni Perón, ni Néstor Kirchner, ni Cristina acudieron a ellos para endeudar al país. Ese pecado imperdonable jamás será omitido por los mercados a la hora de evaluar a la Argentina, ni aunque la derecha más extrema llegue al poder.

El pésimo reciente acuerdo con el FMI –casi, el peor posible- le asfaltó el camino a Horacio Rodríguez Larreta hacia la Casa Rosada, sin duda alguna. Sólo un milagro lograría revertir la derrota del Frente de Todos.

El ajuste abre un camino adverso para cualquier gobierno que lo imponga, pero es especialmente letal para cualquier gobierno peronista. Si no hay reivindicación, si no hay épica, si no hay crecimiento del mercado interno, si no hay justicia distributiva, cualquier gobierno liberal es lo mismo para los argentinos. Si no hay peronismo justiciero, no hay peronismo.

Ese capital político –el que conquistaron Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner a lo largo de tres mandatos- lo dilapidó Alberto Fernández en dos años. Dicen en algún cenáculo del oficialismo que desde su asunción viene desoyendo absolutamente todo lo que le llega de su vicepresidenta. Algunos de los que caminan los pasillos de la Casa Rosada aseguran que el presidente le achaca a su jefa política los problemas que debió enfrentar tras su salida del Gobierno, el 23 de julio de 2008, después del conflicto con la Mesa de Enlace.

El oculto resentimiento que albergó desde entonces se vio reivindicado, inesperadamente, cuando Cristina Fernández de Kirchner le propuso encabezar la fórmula presidencial que lo catapultó a la Casa Rosada. Aunque declare en público a su favor, en la trastienda las cosas son diferentes.

El discurso de CFK en La Plata y la carta pública posterior a las elecciones de 2021 le permitieron al público entrever apenas el conflicto que la enfrenta al presidente, pero pocos imaginaron entonces la magnitud del problema.

Desde la Baronía de Glamis a la Casa Rosada

Si bien entre el estreno del drama shakespereano y el presente mediaron algo más de 400 años, el alma humana sostiene esencias que jamás mutarán.

En el año 1040 -¡casi mil años atrás!-, el Thane (Barón) de Glamis, Lord Macbeth, terminaba de ser recompensado por su primo Duncan, rey de Escocia tras pelear valientemente y derrotar a un ejército de noruegos e irlandeses que invadieron Escocia.

Pero para Macbeth las recompensas eran insuficientes, al tiempo que odiaba su subordinación política. Él quería ser rey y nada más. En ese ínterin, la ambición del escocés lo llevó al éxito –asesinó a Duncan y fue rey de Escocia entre 1040 y 1057- y, finalmente, a su postrera perdición.

En estas circunstancias y por las razones expuestas, hoy el Frente de Todos –shakespereanamente hablando- es una nave que navega al pairo. La exmandataria se dispone en estos momentos a intentar la salvaguarda del capital político que aún posee, impulsando en principio la candidatura de Eduardo “Uado” de Pedro a la gobernación bonaerense para, abroquelada desde allí, buscar su supervivencia.

Incluso, Cristina no descarta plantear el adelantamiento de las elecciones provinciales de 2023, para atenuar en lo posible el naufragio del proyecto del Frente de Todos. Casi todos los gobernadores, acosados por su misma urgencia, acompañarían esta decisión.

En este contexto, Máximo Kirchner recorrerá el país para reunir los apoyos que aún restan en su construcción política, para comenzar a pensar en el 2023, que no se limitan a la Provincia de Buenos Aires. Las reuniones que sostuvo en la semana pasada y la que corre en estos momentos tienen el objetivo de sostener primero la unidad del Frente de Todos y, en segundo término, reconstruirlo, porque no tiene timón ni timonel.

Por estas razones, a pesar de las conjuras, los secretos y las polémicas, la ruptura del Frente de Todos sólo se produciría en el momento político oportuno…o nunca. La supervivencia de todos está en juego y se presume que nadie sería capaz de incendiar la nave en altamar. Y Máximo puede cuestionar a quien quiera, pero su madre deberá mantener el silencio, porque una sola palabra suya desataría el fuego a bordo.

Fernández, por el contrario, sabe que su suerte está echada. Las penurias de las mayorías se pagan con la escasez de apoyo popular. A pesar de las muchas adhesiones que cosecharía en el sector externo, evalúa que su futuro no estará en la política activa.

Algunas fuentes aseguran que en los tiempos que vendrán, un país de habla española cobijará a su familia.

Dicen que viajando se fortalece el corazón…Nebbia dixit…

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