El poder detrás de Biden que salió a voltear a Trump

El poder detrás de Biden que salió a voltear a Trump

Opinión.


La elección en los Estados Unidos de este año 2020 pareciera encaminarse a ser uno de los bochornos políticos más significativos de la historia moderna. Si bien hace pocos días el mundo ha podido ver -desde Delaware- la proclamación de la dupla demócrata que integran Joe Biden y Kamala Harris, la realidad de lo que pasó ese 3 de noviembre puede ser muy distinta con el correr de los días que vienen.

Cuatro países integrantes del G20 aún no han reconocido el triunfo de Biden, entre ellos México, Brasil, Turquía y Rusia. Muchos otros que no integran el selecto grupo tampoco lo han hecho y otros tienen una excelente relación con Trump pero diplomáticamente -y con lo justo- lo han hecho países de la talla de India, China o Gran Bretaña.

La guerra desatada entre Biden y Donald Trump tiene que ver con los intereses de los sectores más “pesados” de la vida política y económica de los Estados Unidos. Más allá de cómo termine definiéndose la misma, ya que hasta ahora lo único que hay son proyecciones de los medios contando los votos puestos en duda, la intención de esta columna es tratar de echar luz acerca de cómo se movieron determinados “jugadores” en la previa y en el día de la elección.

Parecería que gran parte del establishment norteamericano ya había tomado una decisión anterior a los comicios, y que la intención no solo era la de vencer a Trump en ellos, sino hacerlo de cualquier modo para que el Presidente abandone definitivamente la Casa Blanca. En un mundo de hoy todo se sabe, todo queda filmado, todo se puede rastrear desde el plano cibernético, de la inteligencia artificial y el Big Data, aunque no olvidemos que con ellos juegan primero las blancas, pero luego mueven las negras. Hoy es casi imposible no dejar ninguna huella, y por más que el conglomerado de complotados tenga un inmenso poder económico y político, del otro lado sigue estando por ahora el jefe del Poder Ejecutivo de la principal potencia mundial.

Y lo que era una elección democrática en el país de los derechos, fue una maniobra con decenas de millones de actores desprevenidos y dos cuarteles de mando, monitoreando no solo sus movimientos sino los del otro.

La estrategia aplicada al triunfo de Biden fue diseñada por los zares de las corporaciones tecnológicas del conocimiento, de Hollywood, de la enorme industria de armamento, del poderoso lobby de los laboratorios, también los grandes de Wall Street y los siempre necesarios medios de comunicación, las cadenas globalizadas que se aprovecharon de una elección y de un partido tradicional como el demócrata para perpetrar algo que, de ser probado, constituiría el fraude más escandaloso al que asistió por TV el mundo entero.

Biden asumirá sin duda la Presidencia el próximos 20 de enero, eso parece ya seguro, pero lo que es inevitable es  que la transición hasta ese día será escabrosa, y producirá un deterioro importante en la vida política de la primer potencia mundial con las consecuencias que ello traerá para adentro y fuera de ese país.

El juego de Biden

La táctica de todos aquellos que se complotaron detrás de la candidatura de Biden, con este plan diseñado por la CIA, ha sido la de perpetrar -como diríamos en Latinoamérica ya que estamos acostumbrados-, un golpe de Estado mediante un fraude en el recuento de votos que se hizo por tres vías:

La clave era un hackeo al sistema informático que convertiría los votos republicanos en votos demócratas y que combinó tres herramientas: la red Hammer, la app Scorecard y el software Dominium.

1) Red Hammer: Es una red de súper ordenadores creada durante el mandato del presidente Barack Obama para espiar cualquier medio hablado o digital. El ex presidente lo hizo depender de la CIA y fue utilizado para espiar entre otros a Trump, así como para activar mecanismos que influyen positiva o negativamente en la opinión en redes sociales y en medios de comunicación.

2) Scorecard: Esta herramienta se usó para predecir los condados en los que necesitaban más votos para volcarlos ahí. También se usó para bloquear las máquinas de votación en momentos puntuales, al tiempo que bloqueaban la transmisión de datos para su conocimiento al público. Durante el rato que duraban estos bloqueos, el software Dominium provoca errores de tabulación que asignan votos de Trump a Biden,

3) Software Dominium: Perteneciente a una empresa vinculada a la Fundación Clinton, este software ayuda a controlar las máquinas de votación según sea programado.

Dominium ha provocado que durante la noche hubiera momentos en los que los votos demócratas subieran por miles en cuestión de segundos mientras que los de Trump se congelaban.

En los Estados en los que esto aún no fuera suficiente, el comando demócrata haría llegar sacas con miles de votos falsos por correo, cuyos votantes imaginarios habían nacido desde 1910 para atrás, o bien censados en otros lugares, por lo que en muchos condados había más votos que censados.

Para este fin, los gobiernos estatales demócratas cambiaron las leyes electorales para poder presentar papeletas hasta 9 días después del fin de las elecciones, lo que supone una violación de la Constitución que dice que las elecciones serán el 3 de noviembre y acabaran a las 8 pm y que no se podrá votar más tarde.

Existen también denuncias en las cuales un segundo a cargo del Correo de Pensilvania declara que su director les ordenó modificar la fecha de los votos que llegaran después del día de elecciones, y el asunto ya está en manos de Lindsay Graham, jefe de la comisión de Justicia del Senado

También se denunció que “desconocidos, pero con total impunidad” hicieron desaparecer votos, llevándose cajas llenas mayoritariamente de papeletas republicanas para quemarlas en contenedores, como fue el caso de los votos desaparecidos en Georgia de 3.500 soldados del ejército. Esto quedó grabado y hay gran cantidad de testigos.

La estrategia aplicada al triunfo de Biden fue diseñada por los zares de las corporaciones tecnológicas del conocimiento, de Hollywood, de la enorme industria de armamento, del poderoso lobby de los laboratorios, también los grandes de Wall Street y los siempre necesarios medios de comunicación, las cadenas globalizadas que se aprovecharon de una elección y de un partido tradicional como el demócrata para perpetrar algo que, de ser probado, constituiría el fraude más escandaloso al que asistió por TV el mundo entero.

El juego de Trump

Cuando terminaron las votaciones y se cerraron las urnas, Trump no se fue a dormir, sino que se reunió con miembros de la NSA (de la que salió Edward Snowden) en un cuarto del edificio Eisenhower, dentro de la Casa Blanca. Allí había montado una habitación de cibercomando con súper ordenadores desde donde se gestan las ciberguerras. Allí estuvieron viendo toda la noche los ataques cibernéticos del equipo de Biden en los Estados donde se robaron los votos y acumulando todas las pruebas inimaginables. Por lo que trascendió de esa noche, la combinación del software Dominium con la red Hummer y Scorecard convirtieron miles de votos de republicanos en votos demócratas, en varios condados de Michigan, de Georgia y más de 20 otros Estados.

Además, está confirmado que el software fue localizado en la ciudad alemana de Frankfurt mediante el IP, en las oficinas de un proveedor español de sistemas de votación electrónica y tecnología electoral, muy conocido en el mundo y también en Argentina. Un comando del ejército norteamericano realizó una operación encubierta, incautando esos ordenadores desde donde se ejecutó el fraude y a su regreso los depositó en la Corte Suprema de los Estados Unidos.

Nadie sabe qué pasará con el resultado de esta elección, con las pruebas de toda la información que se va saliendo a la luz, del proceso legal que se avecina, ni con el futuro de Trump.

Ya que, si se prueba que estos factores de poder junto a los demócratas fueron capaces de hacer una maniobra de este calibre, su seguridad obviamente se ve amenazada. Muchos a su alrededor sugieren que podría convertirse en un nuevo John Fitzgerald Kennedy. Y hay quienes le aconsejan que quizás le convenga, luego de denunciar y probar el fraude a la población, que dé un paso al costado y ver desde afuera qué sucede con el nuevo gobierno. Al rengo hay que verlo caminar, decía el general Perón. Y el futuro es impredecible. Se abre una herida más en los Estados Unidos, que aún no cierra y podría seguir sangrando.

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